Dos tácticas del movimiento obrero ante la multipolaridad

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«´Marx sólo se empeña en una cosa: demostrar mediante una rigurosa investigación científica la necesidad de determinados órdenes de las relaciones sociales (…) A tal efecto, basta que demuestre la necesidad de otro orden en que aquel tiene que transformarse, inevitablemente, siendo por entero indiferente que las personas lo crean o no, que sean conscientes o no (…) El valor científico de tal investigación radica en la elucidación de las leyes que rigen el surgimiento, existencia, desarrollo y muerte de un organismo social. Y este es el valor que tiene la obra de Marx´.
Al caracterizar lo que el articulista llama mi método, ¿qué hace sino describir el método dialéctico?».
Carlos Marx comentando la crítica de un periódico en el epílogo a la segunda edición de El capital.

La multipolaridad es un tema controvertido que en España conlleva un doble riesgo, que puede venir tanto desde la falsa izquierda parlamentaria (colaboradora de la propaganda otanista), como desde otras organizaciones marxistas a la izquierda (que consideran revisionista observar la multipolaridad como una situación positiva).

La realidad material, pese a ello, es tozuda y se empeña en seguir su curso, ajena al fuego cruzado de etiquetas como putinistas o renegados. Los acontecimientos ocurridos en Níger aumentan la necesidad de analizar de manera fría cómo la clase trabajadora en nuestro país debe entender los sucesos que están teniendo lugar y cómo organizarse ante el mundo multipolar que llegará antes o después.

En esta entrada no se consideran argumentos de la supuesta izquierda parlamentaria, de dudoso valor, que recurre a razonamientos de la profundidad de los «amigos de Putin»; además, están deslegitimados para hablar de «totalitarismo» en Rusia (otro de sus complejos argumentos), pues participan de un Gobierno que es un títere limitado a gestionar en España los intereses de la OTAN, movido por la mano de la Unión Europea.

Sí en cambio es interesante observar otras teorías que surgen de parte de la izquierda, marxista y no parlamentaria, sobre la multipolaridad. Resumamos el análisis de esa otra izquierda:

Los partidarios o defensores de la multipolaridad la interpretan como una alianza mundial anti imperialista, en una visión metafísica (no materialista) que es equivocada, puesto que la multipolaridad es en realidad una pelea de posiciones en la pirámide imperialista, compuesta por entes capitalistas que manipulan a la clase trabajadora de cada país como peones para sus tretas. La guerra de Ucrania se produce tanto del lado de la OTAN como desde Rusia. En África ambas potencias empujan a la guerra a los países para defender el poder financiero mediante el poder bélico. No entenderlo de este modo es malinterpretar las teorías leninistas sobre el imperialismo. El movimiento obrero debe tender a señalar esas contradicciones para debilitar el capitalismo mundial, sin participar (sin alinearse) con la burguesía. Colaborar en esa escalada de nuevos imperialismos es una especie de mal menor que no evita el futuro mal mayor. La táctica más adecuada es preparar a los trabajadores para la revolución socialista.

Creo que ese puede ser un breve resumen, de la forma más objetiva y respetuosa, de estas teorías.

Tal como es explicado, ese análisis parece una inmaculada forma de situarse en un pedestal teórico ante el problema, pero que tal vez podría ser válida únicamente en ese aspecto, el teórico. En la praxis, ¿es esa táctica favorable a los intereses de la clase trabajadora? Veámoslo en detalle.

La teoría del enfrentamiento entre imperios.

No fatigaré al lector con palabras para desmontar la supuesta pugna entre imperios. Existe ya mucha información sobre ello en bastantes medios y cada día es más abundante. En parte debido a que el fariseismo de los medios occidentales, plegados a la burda propaganda atlántica, ha llegado a tal nivel esperpéntico que hasta los lectores neutrales empiezan a dudar.

Bastaría mirar un mapa de las bases militares que existen en el mundo para reconocer que el supuesto peligro ruso, o el chino, no es ni remotamente comparable al norteamericano (1). La trayectoria de la violencia occidental hacia las naciones desfavorecidas es de una abrumadora evidencia.

No, tampoco lo es en el aspecto económico, ni político, ni siquiera siguiendo las tesis leninistas (2). No es equiparable la actitud de los diplomáticos de las potencias emergentes hacia África con la de personajes siniestros como Borrell o Nuland, quienes amenazan a través de la CEDEAO (aparte de con «el uso de la fuerza») con sanciones económicas y la congelación de los activos nacionales y financieros de Níger. Para ello provechan la posición de fuerza de las grandes compañías amparadas por el imperialismo norteamericano, cuya capacidad agresiva se contrarresta por Rusia y China con acuerdos de tipo swap y alternativas comerciales de intercambio y desarrollo.

Tampoco vamos a extendernos reiterando la tradición de asesinatos e injerencias perpetrados en países africanos, ni en la extensa lista de iniquidades, históricas o recientes, de los Estados Unidos a lo largo del globo, que dejaría en mala situación a los teóricos de la equiparación entre imperios. Por poner solo un ejemplo entre cientos, en la reciente guerra de Siria.

Incluso obviando todo esto, es decir, haciendo un ejercicio de gran imaginación en el que seamos capaces de olvidar la historia de las últimas décadas, (ya a niveles de historia-ficción), soslayando todas las guerras e injerencias provocadas por los EEUU y aceptando que no hubo conflicto ni provocación antes de febrero de 2022. Incluso haciendo este ejercicio de imaginación ¿es equiparable la actitud de Rusia y de la OTAN en Ucrania, que se produce según el análisis «tanto desde una parte como de la otra», o lo es asimismo el trato de Rusia y China hacia los países africanos con respecto al colonialismo francés?

Supongamos más, que este análisis que estamos tratando no se refiere a estas naciones como imperialistas en sí, sino como incipientes potencias que, siguiendo la lógica capitalista en la fase superior descrita por Lenin, tenderán a reproducir las maneras imperialistas con el tiempo. Incluso así, ¿cuál debe ser la posición de los trabajadores españoles ante la OTAN que trata de desatar a los perros de la guerra fascista en Europa con tal de desgastar a su adversario ruso, como hizo con los talibanes en otros países? (3). ¿Es correcto hablar de males mayores y menores cuando nos encontramos ante el problema esencial del renacimiento del nazismo y el auge de partidos de extrema derecha en el viejo continente? (4).

¿Qué actitud adoptar ante mandatarios norteamericanos a quienes les importa un comino que hasta en Europa, supuesto aliado, haya laboratorios biológicos, se usen bombas racimo, se cometan sabotajes a infraestructuras vitales o exista un riesgo nuclear? (5).

Por tanto, cuando el análisis de esa parte de la izquierda critica la visión metafísica, queriendo decir con ello que no se ajusta a lo material, más bien no parece tan metafísica sino todo lo contrario, parece mucho más enraizada en la realidad material que el supuesto peligro de la lucha entre imperios.

Este primer desacierto dialéctico nos lleva a hablar del siguiente.

Cómo debería ser nuestro método.

Sin duda la mejor manera de armarnos para poder analizar la realidad es aprender directamente de los clásicos. Pero esto no quiere decir que lo hagamos de manera literal.

La manera correcta de hacer un análisis marxista no consiste en buscar los pasajes de los textos clásicos más adecuados a nuestra crítica, sin tener en cuenta las circunstancias en que fueron escritos esos textos, sino comprender el método que esos autores emplearon, al modo en que Marx hacía, y tratar de aplicar ese método a las circunstancias particulares que queramos analizar.

Así procuraron expresarlo Carlos Marx y Federico Engels desde los primeros textos en los que desarrollaban el análisis del materialismo histórico y su empleo en la lógica dialéctica. Por poner un ejemplo básico, en el Manifiesto: «los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto».

En el caso que nos ocupa, se dice que la «malinterpretación de las teorías leninistas sobre el imperialismo» (que como hemos visto es bastante cuestionable en el caso de Rusia o China) sitúa a los que adoptan una actitud favorable al multipolarismo, según este análisis, como «partidarios» o «defensores» de «alinearse con la burguesía».

Veamos esto. Es cierto que, en algunas situaciones, la forma más clara de hacerse entender es señalar a quien se alinea con el enemigo, cuando las circunstancias son muy evidentes. Pero en ciertas situaciones políticas, limitar el análisis a la falsa disyuntiva de situarse de un lado o de otro, puede llevar a confusión y resultar una reducción contraproducente.

En el ejemplo anterior del Manifiesto, un lector que llevase al límite los textos como un dogma de fe, podría encontrar un contrasentido que Marx hable de la rebelión de los proletarios contra el capital y, apenas unos párrafos antes, que el propio Marx destaque la fuerza del capitalismo a la hora de vencer al Antiguo Régimen y destrozar todas las sacrosantas estructuras de la aristocracia feudal. ¿Significa eso que Marx se «alineaba» con el capitalismo? Obviamente, no.

«Fuera de África, imperialistas americanos».

En el caso de Lenin, a quien le tocó vivir y analizar una sociedad capitalista más compleja, el mismo lector cerrado en la lectura literal de los textos podría sentir que le estalla la cabeza al observar que Lenin recomendaba a sus camaradas unas instrucciones en torno a 1905 muy diferentes de las que recomendaba en torno a 1917.

Así, en 1902, en ¿Qué hacer? (6), Lenin escribe que no es conveniente confiar la lucha obrera a la espontaneidad de las masas, cuando los obreros no pueden tener conciencia de sus intereses, si no son explicados desde fuera a través de teóricos y que los obreros por sí mismos sólo pueden tener una conciencia tradeunionista o economicista (enfocada únicamente en lo sindical). ¿Significa eso que Lenin osaba contradecir al mismísimo Marx quien describió que el proletariado sólo puede ser liberado por las manos del propio proletariado? Obviamente, no.

Años más tarde, en 1905, Lenin escribe Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática (7), en la que defiende la postura de los bolcheviques, que se mostraban inclinados a apoyar la creación de una república democrática de carácter burgués. ¿Significaba eso que Lenin era un «partidario» o un «defensor» que se «alineaba» con la burguesía? Obvio que no.

Por supuesto no digo que las situaciones sean comparables hoy a las que se enfrentó Lenin al escribirlo. Pero de Dos tácticas pueden extraerse algunas ideas imprescindibles para la organización del movimiento obrero (en palabras casi textuales):

  • el programa mínimo: un programa de las transformaciones políticas y económicas inmediatas y realizables, por una parte, a base de las relaciones económico-sociales necesarias para dar el paso siguiente, realizar el socialismo.
  • distinguir entre las condiciones objetivas (la situación económica de la clase trabajadora) y las condiciones subjetivas (el grado de conciencia y de organización de las grandes masas del proletariado), cuando hacen imposible la liberación completa inmediata de la clase obrera.
  • fijar como tarea revolucionaria la aplicación del programa mínimo, eliminar las absurdas ideas semianarquistas (expresión literal, insisto) sobre la realización inmediata del programa máximo, sobre la conquista del Poder para llevar a cabo la revolución socialista.

En definitiva, el método que Marx inició y Lenin continuó consiste en saber entender de manera dialéctica los datos que la experiencia material nos proporciona para que las acciones que tomemos sean las adecuadas y más convenientes a los intereses de la clase trabajadora.

En algunas situaciones, en palabras sencillas, ese análisis de la situación llevará a pensar que hay que actuar de manera directa y en otros casos tomar rodeos o realizar pasos tácticos dentro de la estrategia general. Un análisis que no tenga en cuenta la situación ideológica de la clase trabajadora y si está capacitada para avanzar de manera espontánea, ni tampoco qué pasos intermedios podrían mejorar su situación económica, sobre todo cuando esa situación tiende al desastre, tiene todas las papeletas para ser equivocado.

El aplazamiento o la demora táctica de las acciones revolucionarias no implica que se postergue definitivamente o se abandone el objetivo final. Simplemente, en palabas de Lenin en el segundo texto citado, «si en un momento determinado tales o cuales obreros nos preguntan por qué no hemos de realizar nuestro programa máximo, les contestaremos indicándoles cuán ajenas son aún al socialismo las masas del pueblo, cuán inorganizados están aún los proletarios«.

Así pues, en la situación actual, suponemos que debe haber personas que sean furibundas partidarias y simpatizantes acérrimos de las nuevas potencias emergentes, llamadas BRICS, y que estén «alineadas» con la burguesía de esas potencias. Seguro las habrá. Pero ser consecuente con los cambios sociales que se producen no implica abandonar la tarea de seguir concienciando, ni tampoco alinearse con nadie, ni con las fuerzas económicas de los imperios nacientes ni con las del imperio decadente. En cambio, tomar una actitud intermedia puede ser favorable para los intereses de la parte que más arraigo ideológico y poder económico posea en nuestro país.

Analizar la realidad debe ser estimar estas condiciones objetivas en las que se está moviendo nuestro mundo (que nos empujan a una guerra mundial en la que USA pretende retrasar su podredumbre), y al combinarlas con la valoración de las condiciones subjetivas (en nuestro caso, la ruina ideológica de esta colonia cipaya y sumisa de la OTAN que es España, que ya ha elegido a su gobierno progresista, bideniano y multidiverso, como administrador de las exigencias imperialistas), una vez hecho esto, valorar cómo actuar en consecuencia.

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(continuará en una segunda entrada, en la que se entrará en detalle en los motivos prácticos por los que esta actitud teórica no parece la más conveniente y se desarrollarán algunas conclusiones).


(1) En redes sociales y de forma breve, Atilio Borón cuestiona la teoría de los dos imperialismos y una cuenta, @NVersohnt, aporta datos sobre la economía rusa en relación a la economía internacional.
(2) ¿Es Rusia imperialista?, artículo de Stansfield Smith en Monthly Review.
(3) Hillary Clinton explica cómo EEUU armó y financió a grupos muyahidines desde Pakistán para luchar contra la influencia soviética en Afganistán, vía @oriolsabata.
(4) Cómo ver la guerra en Ucrania, por Gustavo Espinoza.
(5) Victoria Nuland, personaje siniestro, por Juan López.
(6) ¿Qué hacer?, Lenin 1902.
(7) Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, Lenin 1905.

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