La cuestión de la inmigración es uno de esos recursos manoseados en nuestro sistema político, que los dos supuestos antagonistas del bipartidismo se pasan de mano en mano como la falsa moneda. Como es sabido, para la derecha, la inmigración es una oportuna excusa para atraer el voto bajo un simple -pero efectivo- discurso nacionalista.
Pero como podemos comprobar en apenas unos minutos de lectura, lo inquietante es que para la parte estimada como izquierda de ese binomio, el discurso es igualmente e intencionadamente ineficaz. De modo que ese juego de apariencias acaba siendo perfectamente útil al sistema que se beneficia de situaciones de ese tipo, el capitalismo. Mucho más en un momento en el que la expresión actual de ese sistema bajo el que vivimos, el imperialismo de la Alianza Atlántica, necesita apretar todos sus resortes y expone de manera más velada que nunca sus oscuros intereses.
Pese a ese juego de engaños, las contradicciones no pueden ocultarse cuando crecen a un nivel hiperlativo, y la clase trabajadora será cada vez menos ajena al proceso de expolio de sus derechos y servicios sociales, mientras se multiplica el gasto militar, en el marco de una situación internacional en la que a las crisis humanitarias ya existentes se unen la guerra en el corazón de la propia Europa y la masacre genocida en Palestina.
La propuesta del Gobierno de España
Sánchez anunció en una gira por África una propuesta denominada migración circular, en acuerdos firmados con Mauritania y Gambia, que consolidarían los ya existentes (principalmente con Marruecos, aunque también con Senegal y otros en Latinoamérica como Ecuador, Honduras o Colombia). El presidente del Gobierno expresó que España va a seguir trabajando en el cumplimiento y ejecución de los acuerdos anunciados por Ursula Von Der Leyen y la UE, con la movilización de importantes partidas económicas destinadas a ese fin.
Es por tanto una misión encomendada al Gobierno de España, quien adquiere un papel protagonista debido a su situación geográfica entre ambos continentes, pero también gracias a la extraordinaria disposición y disciplina de nuestros gestores para acatar los mandatos de la Comisión Europea.
Los acuerdos de migración circular suponen básicamente la contratación de personas en origen para trabajar temporalmente en España y al término de esa labor regresar a su país (gestión colectiva de contrataciones en origen, GECCO). Según nos dicen, con estas medidas se obtienen beneficiosos resultados como son «frenar las llegadas de migrantes» y reforzar la colaboración entre países «en materia de seguridad y de lucha contra el crimen organizado». El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, resalta que la migración circular es una fórmula muy exitosa y «necesaria para sostener el Estado de Bienestar«.
Acuerdos ya existentes con otros Gobiernos
La legislación española ya contempla situaciones similares desde inicios de siglo y especialmente tras la llamada crisis de los cayucos, normas que regulan la gestión colectiva de contrataciones en origen que contempla la expedición de visados hacia los países con los que pueda existir tensión de flujos migratorios.
La regularizaciones de inmigrantes se han producido bajo Gobiernos de ambos signos del bipartidismo. La primera regularización fue impulsada por el Ejecutivo socialista de Felipe González, y otras dos más en los periodos 1991 y 1991-92. Aznar hizo lo propio y abrió la mano a visados para trabajadores no comunitarios en sus 8 años de gobierno, en 1996 y en el 2000-1. La última regularización la realizó en 2005 Zapatero en la llamada»normalización de trabajadores extranjeros”.
España sigue la tendencia de la Unión Europea, que entre 1996 y 2008 ha llevado a cabo decenas de programas de regularización dentro de sus Estados miembros.
El problema migratorio es sintomático de la acumulación de capital
Pero como decimos, es posible rascar sobre esa pátina de humanitarismo o de nacionalismo, según sea aplicada por las dos caras de la moneda bipartidista, para entrever el verdadero mecanismo que se nos trata de ocultar:
El problema migratorio es un síntoma de la tendencia del desarrollo de la acumulación de capital, el fomento de una población obrera sobrante bajo el capitalismo y la consecuente migración forzada y compulsiva (1). Los Estados nacionales, en este caso los europeos y afines a la OTAN, realizan el papel de guardianes de los intereses capitalistas: reforzar las fronteras, crear la sensación de una falsa seguridad y persecución de mafias, y como vemos hoy también el fomento de la guerra para la disputa de recursos naturales o de hegemonía en lugares de interés geopolítico. En esa cruel artimaña los migrantes son despedidos o atraídos como fuerza de trabajo.
Las políticas humanitarias de los gobiernos cumplen la función de liberar de la carga de culpa a sus votantes desde una visión idealizada y despolitizada, que es inocua contra las verdaderas causas estructurales. Además, los migrantes se organizan como colectivo unido por la lengua o cuestiones culturales, pero sin obtener conciencia social de clase. Para los trabajadores y trabajadoras locales, igualmente ajenos a su condición de clase, esa situación se ve como una amenaza a sus derechos como ciudadanos nativos, aunque ignoran que para ellos su propio Estado les reserva un papel igualmente insignificante: para el capitalismo es oportuno que exista un remanente de desocupados (un ejército de desempleados permanente es necesario para el buen funcionamiento del sistema de producción capitalista y la necesaria acumulación de capital. Marx, El Capital).
Una jugada importada de EEUU
La pugna entre dos supuestas versiones políticas antagonistas también cruza fronteras y tiene su mayor expresión en el país que, lógicamente, atrae a más cantidad de inmigrantes, EEUU. En esta columna se trató hace un año la cuestión de los programas de acogimiento de migrantes por el país norteamericano en un artículo llamado Parole humanitario, explotación imperialista versión Biden.
El parole humanitario o permiso humanitario (to be on parole quiere decir estar bajo libertad vigilada) es un permiso concedido en EEUU a personas para traspasar las fronteras, personas que de otro modo estarían vetadas y les provocaría persecución. La licencia se otorga bajo la palabra de un demandante ya residente en el país, además de la de un patrocinador, quienes deben comprometerse a cumplir una serie de requisitos (contar con los suficientes recursos para hacerse cargo de la persona patrocinada que acoge).
Este visado se otorga, como en el caso español, sólo para unas nacionalidades concretas y no otras. En el caso americano son cuatro países: Haití, Venezuela, Nicaragua y Cuba.
La jugada, como vemos, está perfectamente estudiada en todos sus aspectos, y de los maestros norteamericanos aprenden nuestros responsables europeos. De ciertas nacionalidades y no de otras (que suelen ser los países conflictivos para los intereses económicos propios) se extrae mano de obra para insertarla en la propia maquinaria productiva.
Bien los países de origen, como en la migración circular europea, o los familiares del migrante, como en el parole yanqui, son quienes corren con los gastos de viaje, médicos, burocráticos o de otro tipo que sean necesarios, de modo que el proceso resulta además gratuito o muy barato para quien obtiene esa mano de obra.
Tanto el beneficiario del parole como el beneficiaro del visado circular procurarán, por su bien y el de su mecenas, ya sean familiares o su propio gobierno, cumplir a rajatabla la primera oferta de trabajo que aparezca. Será una mano de obra dispuesta, diligente y expuesta a las condiciones laborales que se le propongan por parte de los empleadores.
El capital aumenta su tamaño gracias a la superexplotación
La contradicción principal entre capital y trabajo se extiende de manera desigual por los ámbitos nacionales e internacionales. La apropiación del plusvalor no se detiene ni se matiza ante las artificiales fronteras de nuestros países, más bien se agudiza allí donde el trabajador esté más expuesto a la necesidad de contribuir con su capacidad de trabajo, el trabajo vivo, a reproducir el valor de su propia fuerza de trabajo y, además, la obligación de crear un valor agregado, el excedente económico, el trabajo impago que se reempleará luego en forma de ganancia para el empresario, de interés para el banquero o de renta para el propietario de terrenos.
En el escenario del mercado globalizado, esa estructura está vigilada por los Estados y los bloques económicos que se conforman entre ellos. De modo que se establece una dominación capitalista entre unos países y otros o unos bloques y otros. El patrón global de ese intercambio desigual convierte en grandes potencias capitalistas a las que obtienen ciclos de sobreacumulación, y en economías periféricas subdesarrolladas y dependientes a las que caigan en la subacumulación.
Son precisamente esas periferias subdesarrolladas las que padecen, intencionadamente, mayor inestabilidad y violencia, y los orígenes donde la reproducción demográfica presenta mayor crecimiento para la fuerza de trabajo potencial. El control militar es la principal manera de intervención, si bien no el único, pues se añade el control financiero a través de la deuda externa, que supedita los recursos nacionales a los intereses financieros internacionales. La desposesión territorial y la acumulación de tierras para permitir el desarrollo de situaciones exportadoras de minería, energía, agroindustria, etcétera.
La necesidad del capitalismo de incrementar de manera constante el beneficio a través del trabajo excedente, encuentra aquí un terreno abonado. Más que por el plusvalor absoluto, aumentanto la jornada de trabajo, o por el plusvalor relativo, aplicando métodos más eficaces a la producción, se encuentra una manera añadida en el pago más por debajo aún de la fuerza de trabajo, una superexplotación.
El ejemplo de los trabajadores migrantes que realizan las tareas agrícolas, que suponemos será el principal objetivo de esta migración circular, es una evidencia de ello. Aunque existen otras similares ya en la actualidad, por ejemplo en el sector eminentemente feminizado relativo a los cuidados de mayores o de personas dependientes, o del sector de la limpieza doméstica u hostelera, donde las mujeres que son madres y abandonan sus países copan la mayor parte. Se trata este de un caso ejemplar donde la superexplotación se hace evidente, pues esas mujeres se verán impelidas a aceptar las peores condiciones laborales (internas, sin contrato o sin disfrutar de empadronamiento) por su doble condición de trabajadoras y de mujeres.
Una espiral de hipocresía para la migración circular
Hace solo un mes, en julio, el presidente Sánchez pedía, en plena cumbre de la OTAN, más presencia militar en el Sahel. Curiosamente esto se producía al anunciarse la ampliación de la Alianza del Sahel, un acuerdo en el que las juntas militares de Malí, Burkina Faso y Níger incrementaban la integración de los miembros de la AES (Alianza de los Estados del Sahel, pacto de defensa mutua tras las amenazas de la CEDEAO de intervenir militarmente) y además anuncian la creación de un banco de inversiones y un fondo de estabilización, que permitan el abandono del franco FCA (monedas usadas en doce naciones anteriormente gobernadas por Francia en África Occidental y Central).
La preocupación de la Comisión Europea, mandataria de las funciones de nuestro Gobierno, se centra en esta cuestión y no en otras, por muy humanitarias y progresistas que se nos quieran ofrecer. La preocupación por el flujo migratorio es, como se ha indicado, cuando menos secundaria. La necesidad de aportar mano de obra más barata y foránea, que cumpla las funciones de mantener sometido al ejército de reserva local, es la verdadera y primaria preocupación.
Es por eso que decimos que esa supuesta pata izquierda del bipartidismo, en el partido oficial como en sus satélites de coalición, no sólo se encarga de ocultar estos mecanismos internos, sino que los fomenta y actúa como participante perfectamente funcional.
Se da la ironía, además, de que los medios afines al entorno progresista se encargan cuidadosamente de señalar como negativas (rojipardas) a cualquier opción política que destape este engaño y presente a sus electores el problema de la migración tal cual es, sin engañosos artificios.
De este modo ejecuta una doble función, de resultado pésimo para la clase trabajadora europea, pues a la ocultación de los verdaderos motivos estructurales del capitalismo se añade la obstaculización de verdaderas propuestas políticas útiles para los trabajadores, dejando ese terreno abierto y libre para su manipulación para el fascismo, en un contexto en el que las contradicciones imperialistas están más expuestas que nunca, en el enorme e indecente gasto militar, las guerras provocadas y escaladas hasta peligrosos niveles nucleares, y el miserable genocidio del pueblo palestino.
- El problema migratorio en el capitalismo global: síntoma del desarrollo desigual y la crisis civilizatoria, Humberto Márquez