Ante la próxima publicación de la traducción al alemán de Socialismo Fiduciario, se me presenta la cuestión de revisar el texto original de la obra y con ella la tentación de introducir aclaraciones, cambios y correcciones. Si tuviera que decantarme por una posible variación con respecto a la obra tal y como apareció en español y en inglés, me decantaría por presentar el trabajo garantizado como una forma de asociación de individuos libres.
Esa fórmula, la asociación de hombres o individuos libres (AIL), es la utilizada por Marx para designar el régimen de producción en el socialismo. Para no citar las numerosas ocasiones en las que Marx hace referencia a la AIL, sólo reproduciré aquí un párrafo del primer volumen de El Capital que creo que recoge lo esencial de la idea de Marx. Inevitablemente, la cita es larga (pido disculpas):
“Finalmente, imaginémonos, para variar, una asociación de hombres libres que trabajen con medios colectivos de producción y que desplieguen sus numerosas fuerzas individuales de trabajo, con plena conciencia de lo que hacen, como una gran fuerza de trabajo social. En esta sociedad se repetirán todas las normas que presiden el trabajo de un Robinson, pero con carácter social y no individual. Los productos de Robinson eran todos producto personal y exclusivo suyo, y por tanto objetos directamente destinados a su uso. El producto colectivo de la asociación a que nos referimos es un producto social. Una parte de este producto vuelve a prestar servicio bajo la forma de medios de producción. Sigue siendo social. Otra parte es consumida por los individuos asociados, bajo forma de medios de vida. Debe, por tanto, ser distribuida. El carácter de esta distribución variará según el carácter especial del propio organismo social de producción y con arreglo al nivel histórico de los productores. Partiremos, sin embargo, aunque sólo sea a título de paralelo con el régimen de producción de mercancías, del supuesto de que la participación asignada a cada productor en los medios de vida depende de su tiempo de trabajo. En estas condiciones, el tiempo de trabajo representaría, como se ve, una doble función. Su distribución con arreglo a un plan social servirá para regular la proporción adecuada entre las diversas funciones del trabajo y las distintas necesidades. De otra parte y simultáneamente, el tiempo de trabajo serviría para graduar la parte individual del productor en el trabajo colectivo y, por tanto, en la parte del producto también colectivo destinada al consumo. Como se ve, aquí las relaciones sociales de los hombres con su trabajo y los productos de su trabajo son perfectamente claras y sencillas, tanto en lo tocante a la producción como en lo que se refiere a la distribución. […] La forma del proceso social de vida, o lo que es lo mismo, del proceso material de producción, sólo se despojará de su halo místico cuando ese proceso sea obra de hombres libremente socializados y puesta bajo su mando consciente y racional. Mas, para ello, la sociedad necesitará contar con una base material o con una serie de condiciones materiales de existencia, que son, a su vez, fruto natural de una larga y penosa evolución.”
Tal y como aparecen en la cita anterior, varios de los aspectos de la AIL ideada por Marx difieren de los supuestos sobre los que se construye el socialismo fiduciario. No obstante, la idea fundamental de la AIL no cambia: la producción de mercancías, bienes y servicios debe organizarse en términos de igualdad y libertad entre los productores involucrados.
La principal diferencia entre la concepción de la AIL de Marx y del socialismo fiduciario es que este último, siguiendo lo expuesto por la teoría monetaria moderna, recoge la posibilidad de permitir (si así se decide democráticamente) la existencia de propiedad privada de los medios de producción y de determinar el tamaño de la misma. En ese contexto, el trabajo garantizado defendido por el socialismo fiduciario establece la igualdad y la libertad entre los trabajadores y empresarios mediante la oferta incondicional de un empleo de transición en el sector público a todo aquel que no encuentre un puesto de trabajo ni en el sector privado ni en el sector público permanente. Mediante ese empleo en el trabajo garantizado el trabajador debe poder cubrir todas sus necesidades vitales.
De esta manera se garantizan tanto la libertad como la igualdad del trabajador con respecto al empresario. En el socialismo fiduciario, el pleno empleo digno y permanente se garantiza por ley y se convierte en una variable endógena del ciclo económico. Por consiguiente, las relaciones entre empresario y trabajador son de igual a igual. Las empresas que no puedan garantizar unos estándares mejores o iguales que el trabajo garantizado desaparecerían. Además, los empresarios no podrían recurrir al miedo al desempleo para disciplinar a sus trabajadores porque el desempleo involuntario simplemente no existiría. Por su parte, el nivel de plusvalía en la economía sería superior a cero, ya que se permitirían las actividades económicas con ánimo de lucro a cambio de no incurrir en el riesgo que conlleva la inversión del capital propio por parte del empresario. Los estándares de rigurosidad y calidad en el trabajo garantizado se establecerían mediante controles de calidad externos. De este modo se pretende que los trabajadores puedan producir aquello que desean consumir, lo cual favorece la identificación de los trabajadores con el sistema productivo.
En el origen de la propuesta de Marx encontramos a Robinson Crusoe, un agente económico autónomo que consume lo que produce por medios propios y que recurre al trueque para obtener aquello que no puede adquirir por sí mismo. Marx comparte con la economía neoclásica la creencia de que ese es el origen de la economía actual, una extensión del trueque que dio lugar a la aparición del mercado. En ese esquema, el dinero nace del mercado como medio de intercambio para facilitar las transacciones comerciales que cuando alcanzan un volumen determinado dan lugar a los Estados.
El socialismo fiduciario, siguiendo a la teoría monetaria moderna, el chartalismo y la obra de David Graeber En deuda, rechaza el relato histórico de Marx y de la economía neoclásica. Para el socialismo fiduciario, el trueque no es el origen de la economía, ya que todos los registros históricos y prehistóricos nos indican que el ser humano sólo recurrió al trueque en contadísimas ocasiones tras grandes catástrofes naturales o bélicas y durante cortísimos periodos de tiempo. El origen de la economía moderna es el Estado. Hasta que no nacieron los Estados no existió el dinero ni existió el mercado. El dinero es la unidad de cuenta de la deuda que emiten los Estados. Por tanto, en el relato del socialismo fiduciario lo que se producen son asentamientos humanos permanentes posibilitados por la aparición de la agricultura, la ganadería sedentaria y la escritura. Dichos asentamientos (Estados) se organizan mediante un poder central con autoridad para imponer deudas tributarias a sus ciudadanos. Para saldar sus deudas tributarias, los ciudadanos producen mercancías, bienes y servicios cuyos precios están denominados en la unidad de cuenta del Estado. La unidad de cuenta toma forma de apuntes contables (el origen de la escritura y de las matemáticas) representados mediante pagarés sin valor material intrínseco. Por tanto, la deuda del Estado (el dinero), al tomar forma de apuntes contables, no es una mercancía, el Estado puede emitir de forma soberana toda la deuda que quiera para así autoabastecerse en el mercado que nace a raíz de la existencia de las deudas fiscales. A su vez, los productores privados también utilizan los pagarés de deuda denominados en la unidad de cuenta del Estado para para realizar sus transacciones de bienes y servicios.
En la cita de Marx no se hace referencia al dinero ni al Estado, sino a productores autónomos que satisfacen sus necesidades de forma racional acudiendo al intercambio de sus productos mediante el trueque. Esto es un mito. Tal cosa nunca ocurrió. Ahora bien, una vez que se introduce el dinero (la deuda del Estado) en el análisis expuesto por Marx, lo que dice es muy cierto. Así, el tiempo de trabajo socialmente incorporado en las mercancías, bienes y servicios es lo que determina en términos monetarios (precio) su distribución y consumo, ya que el trabajo humano está en el origen de toda la producción de valor. El trabajo garantizado establece un precio mínimo por cada hora de trabajo socialmente incorporada y con ello controla el nivel general de precios de la economía.
En mi opinión, el trabajo garantizado es la versión más satisfactoria de la AIL. A día de hoy, la propuesta de Marx habría que entenderla como un régimen de producción regido por cooperativas autogestionadas. No tengo nada en contra de este régimen de producción. Al contrario, me parece una manera magnífica de organizar la producción de bienes y servicios y sin ningún género de dudas el socialismo fiduciario permitiría y fomentaría la creación de este tipo de empresas. No obstante, las cooperativas autogestionadas deben tener un alcance limitado. Los servicios públicos y las empresas públicas en general no deben organizarse mediante cooperativas autogestionadas. La razón es precisamente el origen de las inversiones monetarias que dan lugar tanto a los servicios públicos como a las empresas públicas en general.
En realidad, las cooperativas autogestionadas forman parte del sector privado. Sus dueños son sus trabajadores. Por consiguiente, son los trabajadores los que las forman mediante sus patrimonios. Eso les permite repartirse los beneficios empresariales, pero también les obliga a repartirse las pérdidas. Las empresas públicas nacen de inversiones públicas, por tanto debe ser el gobierno el que las gestione. En ese caso los trabajadores deberían ser asalariados públicos supeditados a la autoridad pública que desembolsa el capital de la empresa. Los trabajadores deben gestionar las empresas sólo si son ellos los que desembolsan el capital de la empresa y por consiguiente son ellos los que hacen frente a las posibles pérdidas.
Lo anterior no significa que los trabajadores asalariados deban ser completamente ajenos a la gestión de las empresas. En Socialismo Fiduciario defiendo la cogestión de las empresas, tanto públicas como privadas, mediante los sindicatos de trabajadores y los comités de empresa según el modelo alemán.
Creo que es importante incorporar este aspecto a la idea de la AIL, ya que en Polonia el sindicato Solidaridad de Lech Walesa desmanteló el socialismo reivindicando precisamente la autogestión de las empresas públicas por parte de los trabajadores, lo que desembocó en la privatización encubierta de las empresas estales. No obstante, el término asociación de individuos libres me parece extraordinariamente acertado, ya que como se dijo al principio del artículo las relaciones laborales entre trabajadores y empresarios deben producirse en términos de igualdad y libertad. Para ello es necesario arrebatar al sector privado la capacidad de decidir el nivel de paro de la economía. Esa decisión debe estar en manos del Estado, que debe convertir al pleno empleo permanente en una variable endógena del ciclo económico, igual que ocurre con el acceso a la sanidad o a la educación. En mi opinión, el trabajo garantizado es la forma óptima de asociación de individuos libres.
Euro delendus est.
Unos apuntes,, el primero es que el género gramatical usado excluye a la mitad de la población humana, sí, a las mujeres, la expresión «asociación de HOMBRES libres» no es en absoluto inclusiva (obviamente no me refiero a la inclusividad posmoderna donde hombres pueden ser «mujeres» y mujeres podrían ser «hombres» ).
El segundo apunte es con respecto a que la aparición de la moneda es exclusiva de la aparición de los estados, imagino que te refieres a los del Creciente Fértil que comienzan en el Calcolítico y se acaban de asentar en la Edad del Bronce.
Pero no, puesto que existen formas monetales más antiguas, de la misma forma que hay comercio basado en el trueque en épocas más antiguas, hay un ejemplo elocuente en la Península Ibérica, data del Neolítico, se trata del yacimiento de Gabá, su minería dedicada a la extracción de variscita, una piedra semipreciosa que fue objeto de un comercio en toda regla, llegando a puntos alejados de Europa, una época de la que no podemos hablar de «estados», aunque es cuando se detecta la sedentarización de poblaciones, con construcciones permanentes o casi, suponiendo que ahí sí podría haber una especie de trabajo asociado en la que estaría involucrada toda la población (mujeres y hombres) siendo la acumulación de excedentes lo que daría lugar a trueques por productos necesarios y otros en absoluto necesarios posiblemente con carga suntuaria.
En épocas anteriores, como el Paleolítico superior, se han detectado herramientas en sílex que no eran de la zona, sino de cientos de Km lo que induce a pensar que había redes de «comercio» una especie de exportación, lo que no te puedo dar en este momento es un dato concreto porque se me ha ido de la memoria, vaya…
Espero que estas aclaraciones te sirvan para la revisión.
Un saludo
Gracias por el comentario. Lo que se detecta en el yacimiento de Gavà (se escribe con «v», no con «b») es la existencia de un proto-Estado. Cuando hablo de la aparición de los estados hablo del paso del paleolítico al neolítico. Actualmente se busca en Gavà y en otros sitios la existencia de símbolos que indiquen una contabilidad. Creo que es muy posible que se encuentren porque con seguridad si existía comercio existía deuda contabilizada (dinero en forma de apuntes contables). Con respecto a las herramientas que aparecen en lugares lejanos a su lugar de origen es verdad que las hay, pero no por el trueque, sino por las guerras y el saqueo. El trueque es un mito. Tal y como demuestra Graeber, la única moneda anterior a los estados eran los esclavos. Eso no es trueque, es intercambio violento. Los mercados y la moneda nacen después de la existencia de los Estados.