La extraña forma de detener al fascismo

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No hace ni medio año la coalición de fuerzas progresistas españolas invocaba la responsabilidad de nuestro voto para detener al fascismo, una vez más. No sabemos si es que lo están abordando de manera fluida, pero todos los datos empíricos indican que el fascismo no se ha detenido, antes bien campa a sus anchas por las instituciones administrativas sin adversario natural, tanto en España como en Europa.

En esa curiosa estrategia, España ha vuelto a votar en contra de la resolución contra la glorificación del nazismo, del neonazismo, discriminación racial y xenofobia impulsada por la Federación Rusa. Se trata de una propuesta que Rusia lleva realizando desde hace años y que es sistemáticamente rechazada por ciertos países, en la que se contienen medidas para que las legislaciones de los países procuren eliminar la discriminación racial y el revisionismo de los resultados de la Segunda Guerra Mundial como el derribo de monumentos a los combatientes contra el nazismo o el elogio explícito de personajes nazis.

La resolución fue aprobada por gran mayoría de los países de la ONU, aunque España repitió el voto del año pasado, que fue igualmente negativo. Desconocemos si en esta ocasión se ha producido alguna pregunta desde los miembros del Gobierno, que sí se produjo por ejemplo en 2021 cuando el entonces diputado de Unidas Podemos, Miguel Ángel Bustamante, preguntó por la abstención española de aquel año.

Si ustedes tienen la paciencia de observar los países que votaron en contra, observarán que se encuentran casi la totalidad de los llamados Guardianes de la Prosperidad y algunos otros.

Israel votó a favor, China y otros miembros de los llamados BRICS también lo hicieron, pero no así los componentes de aquellos vigilantes de la prosperidad comercial en el Mar Rojo, que son los países miembros de la UE, más algunos de los futuros miembros de la OTAN en el entorno europeo, Canadá o Australia y por supuesto los Estados Unidos.

¿Qué mecanismo político impide dar un voto que hasta Israel concede -habría que preguntarse si ya por simple cuidado de las apariencias, dadas las genocidas circunstancias- a estos países y entre ellos a España, que sabe bien lo que es el fascismo y posee las mayores fosas comunes de asesinados por fascistas de Occidente, algunas de ellas aún sin exhumar?

Sugiero una respuesta: el interés particular por medrar política y económicamente, aunque se mienta y se traicione a su propio pueblo.

Si ustedes creen que exagero o que soy una especie de radical resentido, puedo afirmarles que esa circunstancia (la traición de los gestores políticos a su propio pueblo a cambio de mantener ciertos privilegios económicos para su clase) no es una novedad, de hecho es bastante antiguo y un señor llamado Marx comenzó a observarlo por ejemplo en el estudio de los sucesos de la Comuna de París.

Es muy llamativo todo este asunto. Fíjense que nuestros defensores del progreso tienen una peculiar perspectiva. Son capaces de ver imperialismo más allá de los Urales, incluso en Manchuria, pero no ven el imperialismo cuando un señor de un fondo de inversiones llamado BlacRock viene a España y se sienta en la misma mesa donde sus señorías ministeriales toman decisiones.

Extrañamente, el proceso parece una cuestión de vista. De lejos no aprecian el fascismo en Ucrania, pero aquí nos quieren salvar de su perjudicial influencia, aunque se diría que los nostálgicos del fascismo patrios viven bastante cómodos en España y sus intereses económicos no corren riesgo dentro del paisaje general de abuso en el precio de la vivienda y la depauperación del nivel de vida de la clase trabajadora.

No es consuelo que ese defecto visual seal mal de muchos, dado que en Canadá se les llegó a colar un nostálgico del nazismo en el mismísimo parlamento y hasta le hicieron la ola. Quién iba a pensar que un señor que combatió a la URSS fuera nazi, eso pasa hasta en las mejores familias.

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