Reivindicar la L

1

Poco o más bien nada hay que una señora heterosexual tenga que añadir al excelente artículo de la compañera Natalia Giménez Mi orgullo sin mí. Y de hecho no voy a añadir nada, y tampoco voy a felicitaros, porque entiendo que las compañeras lesbianas, como las heteros, no tenemos nada que celebrar en estos tiempos aciagos.

Pero sí quiero, como mujer y como feminista, y precisamente en estos días de “desorgullo”, rendiros homenaje. 

Porque siempre habéis estado ahí mostrándonos el camino o dándonos un coscorrón si nos desviábamos. Porque habéis perdonado a las compañeras feministas que en su día no os entendieron. Porque muchas veces habéis sido el pilar en el que nos apoyábamos cuando nos fallaban las fuerzas.

Las mujeres lesbianas han tenido una “ventaja” y millones de desventajas en la lucha por sus vidas y sus derechos. Su única ventaja ha sido la posibilidad a lo largo de la historia de camuflar sus relaciones como amistad. Nunca ha sido extraño que dos amigas vivieran juntas, o quedaran mucho, o viajaran. Las mujeres siempre hemos tenido un nivel de relación entre nosotras que a los hombres la masculinidad les ha hecho imposible, y eso ha tendido una capa de invisibilidad sobre las relaciones sexoafectivas entre mujeres que las ha protegido. Pero, y de ahí las comillas y la evidencia de que para las mujeres nada es gratis, esto también ha tenido un reverso tenebroso, la invisibilidad las ha ocultado, su existencia y reivindicaciones. 

Y eso es todo, ahí termina lo bueno. Para empezar porque las mujeres lesbianas son el súmmum de todo lo que odian y temen los hombres. ¡Son mujeres que no les necesitan para nada! ¡Que no les desean! Eso es algo inconcebible para la masculinidad. Siempre han pensado que era una horrible tara que se podía corregir, que lo que les pasaba era que no les habían echado un buen polvo, y en no pocos casos llevaban a cabo el correctivo. La mirada más “amable” que han recibido de los hombres heterosexuales es la pornográfica, la del deseo que les despierta ver a dos mujeres juntas, eso sí, para darles placer a ellos. 

Pero como lo gay no quita lo misógino, sus cuitas no terminan en la puerta de las asociaciones LGB ni mucho menos en las LGTBIQAZPSRTVceconcedilla. Esas asociaciones en su mayoría han estado dominadas por la G, porque son hombres, hombres que por mucho que rechacen la masculinidad clásica, siguen siendo muy machistas y se creen el ombligo del mundo. Y están acostumbrados a mandar sobre las mujeres y a relegarlas. Ya solo quedaba el remate, la TQ+, la religión de las identidades de género, que por supuesto también está dominada por hombres y está dejando bastante en paz a los gays mientras centra todo su odio en las lesbianas. Ellas son las que tienen que aceptarles en sus espacios y las que tienen que rendirse a sus pollas femeninas so pena de ser acusadas de tránsfobas y expulsadas con asco de su propio colectivo. Ya no pueden ni hacer algo tan sencillo como buscar ligue o pareja en una app de citas porque están llenas literalmente de hombres que se dicen mujeres. Los hombres heterosexuales han encontrado la cuadratura del círculo, la forma de “corregir” y disciplinar a las mujeres lesbianas que hasta ahora se les escapaban, y esta vez con el beneplácito de toda la progresía y la modernidad del mundo. Era tan sencillo como darle un baño de purpurina a forocoches para que empezaran a vomitar impunemente toda la misoginia que llevaban dentro. 

Son las no-feministas de las manifestaciones del 8M las que imponen carteles en los que se cita a:”mujeres, lesbianas, migrantes, trans”, como si las lesbianas y las migrantes no fueran mujeres, para poder meter en el saco a los hombres, que desde luego no lo son. 

Esa basura no es feminismo, compañeras, y la lucha LGB sin vosotras en igualdad tampoco es legítima. 

Por eso, y precisamente en estas fechas, quiero que sepáis que las feministas heterosexuales estamos aquí y aquí seguiremos, con vosotras, con las mujeres, siempre.

1 COMENTARIO

  1. Pero ahí seguimos.
    Dentro de las asociaciones, «acuerpando» penes, agachando la cabeza y luchando a brazo partido por los penes femeninos olvidándose incluso de si mismas. ¿Queriendo desesperadamente encajar y creyendo ingenuamente que así formamos parte de algo? Ni idea, porque yo ya no entiendo nada.

    Han conseguido que una parte muy importante se rinda. Muchas han caído en las redes del transgenerismo y ahora son «hombres», y otras tantas están diciendo «si, bwana» a todo lo que los peneportantes digan.
    ¿Sinceramente? Empiezo a echar de menos los días de invisibilidad, los matrimonios bostonianos y vivir en la clandestinidad y las sombras. Era más tranquilo y al menos podía ser yo y solo me atacaban desde un flanco por ser quien soy y amar a quien amo. Es que ahora me caen desde tantos sitios que ya no las veo ni venir.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.