Los Queer Sindicatos

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En 2018 en Canadá, Jessica Yaniv, un hombre que se identifica como mujer, denunció a 13 centros de estética por negarse a depilarle las ingles. Eran centros para mujeres y se negaron por tener Jessica genitales masculinos. La demanda se desestimó y Jessica tuvo que indemnizar a tres de los centros, pero al menos uno tuvo que cerrar tras la polémica. Centros, por cierto, en su mayoría regentados y atendidos por mujeres migrantes y racializadas, esas de las que tanto dice preocuparse el colectivo queer.

Os preguntaréis por qué os cuento esto. Pues por la sencilla razón de que con la ley trans ya tenemos aquí la polémica, porque no, no somos el país más moderne del mundo, otros nos llevan una ventaja de años y por lo visto no somos capaces de escarmentar en cabeza ajena, necesitamos la hostia en la propia. 

La semana pasada un señor llamado Manolo, que se identifica como mujer llamada Cristina, puso una reclamación en un Lidl de Málaga porque una trabajadora se dirigió a él como caballero. Después de corregirla ella se disculpó pero según Manolo “no lo hizo de corazón” y por eso reclama una indemnización y formación en religión queer para los trabajadores de Lidl, formación que daría él previo pago, por supuesto. La trabajadora terminó sufriendo un ataque de ansiedad y tanto CCOO, el sindicato mayoritario en Lidl, como los demás sindicatos, se pusieron de perfil diciendo que con la ley en la mano la trabajadora podía ser sancionada e incluso despedida. Ante el revuelo y la indignación de las feministas radicales, que según Echenique cabemos en un taxi pero por lo visto en uno muy grande, Lidl ha anunciado que no se plantea despedir a la trabajadora. 

Las del taxi llevamos años avisando de lo que iba a suceder y lo más suave que nos han dicho es alarmistas y paranoicas. Llevamos años diciendo que no se puede legislar los sentimientos individuales negando la realidad material. ¿Por qué los sentimientos de Manolo, que se siente Cristina, son más importantes que los de la trabajadora que siente que Manolo es un hombre? ¿Y por qué son más importantes que la realidad, que es que Manolo, con falda, pulserita y barba, es un hombre?

Pues precisamente por eso, porque es un hombre y en este país hemos legislado que lo que le salga de los huevos es ley. Y Manolo no ha ido a imponer sus deseos al cachas del gimnasio, al policía o al director de su banco (perdón, creo que no tiene cuenta en ninguno), sino a una mujer trabajadora. 

Y los sindicatos que están para defenderla le han dado la espalda sin dudar. Porque los sindicatos, esos que se llenan la boca con la lucha de clases y la realidad material de los trabajadores, han aceptado que ser mujer es un sentimiento y que las “identidades de género” son una realidad tan tangible como los sueldos miserables. Y no solo lo han hecho los mayoritarios, subvencionados por el gobierno y apesebrados de los empresarios, sino también los comunistas, anarquistas y combativos sindicatos independientes. 

Y yo me pregunto, si mañana Marta Ortega decide que se siente proletaria y les llama para afiliarse, ¿le darán la bienvenida? ¿O esto de los sentimientos solo es válido para seguir machacándonos a las mujeres y el resto de temas son intocables?

Un año después, en 2019, Yessica Yaniv denunció a ginecólogos que se negaban a atenderle. ¿Cuánto creéis que va a tardar todo eso en pasar aquí? ¿Creéis que no os va a afectar? En este país se ha aprobado por mayoría absoluta una ley que nos obliga a todos a validar las fantasías y sentimientos de un grupito de personas, frente a multas millonarias y hasta penas de cárcel, con riesgo ya probado de perder nuestros trabajos y titulaciones profesionales, y validado por todos los sindicatos. 

Si creéis que todo este tema de sublimar la subjetividad y los sentimientos va a parar ahí estáis muy equivocados. Veréis qué risa cuando quieran pagaros con emociones y purpurina. Pero no deberíamos llegar a eso, que llegaremos, para que os deis cuenta de lo que está pasando. No deberíamos llegar porque las mujeres somos la mitad de la humanidad y de los trabajadores, y merecemos un respeto y una defensa. Si nos vais a dar la espalda nosotras haremos lo propio. No se puede ir de comunista o de anarquista por la vida mientras se apoya el experimento más nefasto del capital. No se puede enarbolar la bandera de las condiciones materiales de los trabajadores mientras se niega que Manolo sea un hombre. Albert Einstein tenía razón cuando dijo que hay dos cosas infinitas, la estupidez humana y el universo, y no estaba seguro de lo segundo. De lo primero no nos cabe sindical duda. 

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