Es difícil imaginar la historia del siglo XX sin hacer referencia al Muro de Berlín, una construcción que, a pesar de las críticas y el rechazo que ha recibido, ha dejado una huella imborrable en la historia de Alemania y del mundo.
Como dijo el secretario general del Comité Central del Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA), Walter Ulbricht, en una rueda de prensa el 15 de junio de 1961: «La construcción de un muro es una medida de defensa, no de ataque. La RDA ha decidido tomar esta medida para proteger a su pueblo de los intentos de infiltración y subversión por parte de los países occidentales y grupos anticomunistas».
Ulbricht también señaló que la construcción del Muro de Defensa Antifascista no era una decisión unilateral, sino que contaba con el apoyo de los países del Campo Socialista y de la mayoría de la población de la Alemania Democrática. Así, la construcción del Muro se consideró una necesidad para proteger la integridad territorial y la seguridad del pueblo de aquella pequeña pero digna república germana.
La construcción del Muro de Berlín fue una medida tomada en un contexto político y económico difícil para la RDA. Los países occidentales estaban tratando de socavar la construcción del socialismo la patria de Karl Marx, lo que se evidenciaba en la fuga de cerebros y en las operaciones encubiertas de la CIA para infiltrarse en la RDA y fomentar la disidencia y el terrorismo.
El Muro de Berlín permitió frenar la fuga de cerebros y evitar la infiltración de agentes occidentales y grupos anticomunistas, que estaban llevando a cabo acciones de sabotaje y desestabilización en la RDA. Además, permitió la consolidación del régimen socialista en Alemania y la protección de sus logros sociales y económicos.
Es cierto que la construcción del Muro tuvo consecuencias negativas, como la separación de familias y amigos. No obstante, también es importante reconocer que el Muro permitió la protección de la soberanía y la independencia de la Alemania Democrática y era, por tanto, una necesidad para proteger la seguridad y la estabilidad de la RDA.
Es irónico que los mismos países que condenaron la construcción del Muro de Defensa Antifascista, como un atentado contra la libertad de movimiento y como un símbolo de la represión y la opresión, hayan construido sus propias barreras y muros en sus fronteras.
La valla de Melilla, que separa la ciudad autónoma española de Melilla de Marruecos, o el muro que Estados Unidos ha construido en su frontera con México, son ejemplos claros de cómo los estados occidentales utilizan medidas similares a las que tanto criticaron en el pasado
Mientras que el Muro de Berlín fue construido como una medida de defensa para proteger la integridad territorial y la seguridad del pueblo alemán oriental, las barreras y muros de hoy en día se construyen para mantener fuera a los migrantes y refugiados que huyen de la pobreza y la violencia en sus países de origen.
Es hipócrita que los países occidentales condenen la construcción del Muro como una violación de los derechos humanos, mientras que ellos mismos construyen barreras y muros para mantener a los migrantes y refugiados fuera de sus fronteras.
El imperialismo occidental utiliza este doble discurso para justificar su intervención y su dominio en otros países, mientras que al mismo tiempo niegan a los demás el derecho a protegerse y defenderse de las amenazas externas. Esta actitud imperialista no solo es hipócrita, sino también cruel e injusta.
Para los marxista-leninistas de todo el planeta, la construcción del Muro de Defensa Antifascista fue una medida de defensa necesaria y legítima, mientras que la construcción de barreras y muros en las fronteras de otros países por parte de los países occidentales es hipócrita y refleja su actitud imperialista y su falta de respeto por los derechos humanos y la dignidad de todas las personas.