Una de las experiencias más amargas del movimiento comunista internacional durante el pasado siglo fue la polémica chino-soviética que provocó una fractura sin precedentes en su seno y tuvo graves consecuencias para el proletariado mundial, que vio cómo se debilitaba la solidaridad internacionalista entre los países socialistas y cómo se agudizaban las contradicciones y los conflictos entre ellos. La confrontación chino-soviética también afectó a las luchas de liberación nacional en Asia, África y América Latina, donde los partidos comunistas se vieron divididos entre seguir la línea de Moscú o la de Pekín.
Visto desde hoy en día, aquel conflicto fue un grave error histórico que sólo benefició al imperialismo y debilitó al campo socialista. Ambos partidos cometieron desviaciones ideológicas y políticas que traicionaron los principios del internacionalismo proletario y del socialismo científico. Por un lado, el PCUS tuvo una actitud paternalista y faltó al respeto de la autonomía del resto de partidos comunistas, además de realizar una crítica destructiva y sin sentido al camarada Stalin. Por otro lado, el PCCh se dejó llevar por el dogmatismo y el sectarismo, negando las condiciones concretas de cada país y fomentando el culto a la personalidad de Mao Zedong.
No obstante, no todo fue hostilidad y confrontación entre China y la URSS. Hubo también intentos de diálogo y reconciliación, especialmente después de la muerte de Mao Zedong en 1976 y el ascenso al poder de Deng Xiaoping, que inició una política de reformas económicas y apertura al exterior. Uno de los artífices de la superación de aquella absurda división fue Konstantín Chernenko, que sucedió a Yuri Andrópov como secretario general del PCUS en 1984. Chernenko abogó por la normalización de las relaciones con China como “factor de distensión internacional” y expresó su disposición a resolver las diferencias mediante el debate constructivo y el respeto mutuo y reconoció los errores cometidos por ambos lados durante la polémica.
Sin lugar a dudas, la polémica chino-soviética fue un triste capítulo en la historia del movimiento comunista, que demostró cómo un debate mal gestionado entre camaradas puede llevar a dañar gravemente los intereses del proletariado. La lección que debemos extraer es que sólo con la unidad, la solidaridad y el internacionalismo podremos avanzar hacia el triunfo del socialismo en el mundo.
Ahora bien ¿cómo podemos gestionar los debates entre comunistas sin caer en el dogmatismo o el oportunismo? ¿Qué principios debemos seguir para garantizar la coherencia entre la teoría y la práctica?
El materialismo dialéctico es la concepción filosófica del marxismo-leninismo, que estudia las leyes del desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento humano y nos enseña que todo está en constante movimiento y cambio, que nada es absoluto o inmutable y que las contradicciones son el motor de la historia. Por eso, los comunistas debemos estar atentos a las condiciones concretas de cada momento y lugar, y adaptar nuestra estrategia y táctica a las necesidades de la lucha de clases, manteniéndonos fieles a los principios revolucionarios y a los intereses del proletariado como clase universal ya que, sólo así, podremos lograr la acción unida de todos los comunistas y de todos los trabajadores, y avanzar hacia la construcción del socialismo y el comunismo.
El que quiera entender, que entienda.