La situación política en el Estado español se caracteriza por una profunda crisis del régimen monárquico y bipartidista, que se ha visto agravada por la pandemia del coronavirus y sus consecuencias económicas y sociales. La burguesía, incapaz de ofrecer una salida a la crisis, ha optado por endurecer su ofensiva reaccionaria contra los derechos y las conquistas de la clase obrera y los sectores populares, utilizando para ello a sus representantes políticos más fieles: el PP y el Vox.
Estos dos partidos, que conforman el bloque de la ultraderecha neoliberal y privatizadora, han mostrado su verdadero rostro durante esta legislatura, en la que han tratado de boicotear las magras medidas progresistas que el gobierno de coalición democrática ha adoptado. Así, un eventual gobierno del fascismo carca español buscaría derogar la subida del SMI, la subida de las pensiones, el impuesto a la banca y a las grandes energéticas, el tope al gas, la reforma laboral, la LOMLOE, la ley Rider, la ley de Vivienda, la ley de Eutanasia y la ley de Memoria Democrática, entre muchas otras.
Estas medidas, que sin duda son insuficientes para resolver los problemas estructurales del capitalismo español y para avanzar hacia el socialismo, suponen sin embargo un freno a los planes de saqueo y explotación de la oligarquía financiera e industrial, que ve amenazados sus beneficios y su poder. Por eso, el PP y Vox han desplegado una campaña de mentiras y manipulaciones mediáticas para desacreditar al gobierno de coalición y presentarse como los defensores de la libertad, la democracia y la unidad de España. Pero lo único que defienden es la libertad de los explotadores para seguir oprimiendo al pueblo trabajador, la pseudodemocracia postfranquista, monárquica y corrupta al servicio de los intereses de las grandes corporaciones y la unidad forzada e impuesta de un Estado plurinacional que niega el derecho a decidir de las naciones históricas.
Frente al avance de la ultraderecha neoliberal y privatizadora es necesario impulsar la movilización popular en torno a unas pocas medidas contundentes que cambien la agenda política situándola, precisamente allí donde los grandes medios de comunicación no quieren que esté: trabajo digno y con derechos, defensa de los servicios públicos y ampliación del Estado de Bienestar. La izquierda debe, para ello, evitar sectarismos y divisiones y aparcar los debates bizantinos a los que el posmodernismo, aliado del fascismo, quiere abocarnos para perplejidad y confusión de la clase obrera.
