Desideria Giménez Moner: La flor de la rebeldía

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El historiador, Cristian Ferrer, vuelve a participar en nuestro proyecto “Historias para un centenario” para recuperar la vida de Desideria Giménez Moner “la Cazoleta”, militante de la JSU y símbolo del movimiento obrero en Jaca.

Esta es la triste historia de una joven bagüesana, nacida un 4 de agosto de 1919, y que a una muy tierna edad se mudó con sus padres a la localidad oscense de Jaca. Apodada “la Cazoleta”, nombre que tomaba el restaurante que regentaban sus padres, rápidamente tomo conciencia de la necesidad de luchar contra las injusticias que le rodeaban. Como Desideria, fueron incontables los jóvenes que vieron su vida truncada por la barbarie fascista por la sencilla razón de imaginar un mundo nuevo. Para recuperar su memoria recurriremos al célebre homenaje que le dedicó Gregorio Oliván y que llevó el recuerdo de Desideria a todos los rincones del mundo que prometió cambiar.

Cuando “Dieciseis años calientes derritieron la mañana”

Esta joven de las Cinco Villas emigró siendo muy joven junto a su familia a la ciudad de Jaca, donde su padre compaginó su trabajo de albañilería con la gestión de una pequeña fonda que gestionaba con su mujer. Fue el nombre de este establecimiento el que le valió a la pequeña Desideria el mote de “la Cazoleta”, con el cual ha trascendido a lo largo del tiempo.

Desideria Giménez, cuando apenas contaba con dieciséis años, dio el paso de afiliarse a las recién creadas Juventudes Socialistas Unificadas. Esta organización se creó con la unificación de las Juventudes Comunistas y de las Juventudes Socialistas, fruto de la política de alianzas promovida por el VII Congreso de la Internacional Comunista. Tal fue el ímpetu de Desideria que ese mismo mayo fue la encargada de llevar la bandera roja al frente de la manifestación del 1º de mayo en la localidad de Jaca.

Esa joven adolescente, que apenas contaba con 16 años, abría la marcha portando en sus manos mucho más que un estandarte. Ella no lo sabía, pero era la viva imagen de la revolución que en Jaca llevó a más de 3.000 personas a la calle en unos momentos en los que el fascismo era plenamente palpable aunque todavía siguiera enterrado entre los muros de un gran número de cuarteles y despachos. Desideria no lo sabía, pero ya se había convertido en un símbolo. Desideria era Jaca, era la República, era la libertad.

Gregorio Oliván en su romance imagina así ese 1º de Mayo de 1936, día en el que Desideria pasó de ser la pequeña hija de Juan José el albañil a ser el símbolo y la esperanza de la clase obrera jacetana:

Niebla densa. Gris oscuro
¡el luto de la montaña!
Avanza “La Cazoleta”
con ritmo de moza brava.

Grito chillón del kimono
rasga la niebla de plata.
Avanza “La Cazoleta”
-un nuevo mundo que avanza-

y los verdugos, sombríos,
tiemblan, callan, se embarazan.
Avanza “La Cazoleta”
hacia las cimas lejanas.

Débilmente nace un sol
desnudo tras la montaña.
Avanza “La Cazoleta”
¡Tiembla el fascismo canalla!

Lágrimas de sangre y hiel

Con la sublevación fascista y la caída de Jaca en manos del ejército de Franco comenzó una auténtica caza de brujas en la ciudad. La guarnición local no dudo ni un solo momento a la hora de cortar de raíz con los miembros más destacados de las esperanzas republicanas en la zona siendo Desideria uno de los nombres que tenían marcado en rojo sangre en la agenda y por ello una vez triunfó el golpe de estado fue una de las apresadas en la cárcel de Jaca.

El 7 de agosto de 1936, tan solo 3 días después de que Desideria cumpliera los 17 años, el oficial fascista al mando del ejército la sacó a la fuerza de su celda. Poco o nada les importó a los fascistas la corta edad de “la Cazoleta” a la hora de condenarla a muerte junto a Pilar Vizcarra, otra joven del pueblo que acababa de enterrar apenas unos días atrás a su marido, el padre del hijo que esperaba, también fusilado por las tropas fascistas.

Tal fue la enfermiza sed de venganza que tenía la jauría fascista que hicieron que el padre de Desideria se cerciorara de que su hija había fallecido antes de condenarle también a él a morir fusilado. ¿El crimen que cometieron? No fue otro que el de soñar con un mundo sin explotadores ni explotados, creer que había esperanza en el ser humano y en su capacidad de articular un futuro próspero y en igualdad donde nunca más alguien naciera condenado a una vida de miseria y servidumbre. Gregorio Oliván reflejó en unos sentidos y duros versos la crudeza que supuso la muerte de “la Cazoleta”:

Lágrimas de sangre y hiel
llorará la triste Jaca
y serán tu mausoleo
¡los montes de su montaña!

Tras su muerte, el cadáver de Desideria fue arrojado a una fosa común en el cementerio de Jaca. Una fosa común como en la que acabaron los restos de los 417 jacetanos que murieron fusilados entre 1936 y 1942. Fosas comunes en las que hoy siguen enterrados nuestros antepasados recientes por la sencilla razón de haber nacido obreros y haber tomado conciencia de ello.

En tiempos como los actuales, en los que la palabra “memoria” paradójicamente cada vez empieza a recordar más a “amnesia” que a “recuerdo” y se llama a tratar de sellar heridas cuanto antes, conviene más que nunca rescatar los ejemplos claros, con nombres y apellidos, de los militantes muertos a manos del fascismo. Porque recordándolos mantenemos firme una línea clara de separación frente a aquellos que nos invitan a no deslindar campos y a caminar juntos por un falso sendero de unidad y reconciliación.

Ejemplos como el de Desideria, Pilar o Juan José nos muestran cómo no podemos realizar más concesiones y que de mantener viva la llama de su recuerdo depende, en buena parte, conservar con vida la esperanza de conseguir el mundo que ellos querían y que otros, los defensores de un sistema explotador y criminal, les negaron hasta el punto de arrebatarles la vida de ser necesario.

Y no nos engañemos, no cedamos ni un ápice cuando desde los palmeros de este sistema llamen a la conciliación y a la amnesia, recordémosles que tenemos memoria, nuestra memoria, y en ella todavía vive Desideria, y vive Aída, y vive Trifón, y las 13 rosas y los 43 claveles, viven todos y cada uno de los jóvenes que murieron a manos del fascismo dando su vida por una bandera de igualdad. Decidles que esa memoria es la que hoy no nos lleva ni mucho menos a limitarnos a echar la vista atrás. Que no se engañen. Esa nuestra memoria hoy está cargada de un enfoque con precisión meridiana hacia el futuro. Un futuro en el que ellos, los herederos de los asesinos, no caben. Un futuro en el que haya una Desideria en cada pueblo ondeando una bandera roja de solidaridad. Un futuro, en definitiva, en el que los nada de hoy todo han de ser.

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