Algunas vivencias de un joven comunista durante la dictadura franquista

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En el presente texto, el histórico dirigente vecinal y fundador de FACUA, Paco Sánchez Legrán, recuerda algunas vivencias de su militancia como afiliado de CCOO y el PCE durante los terribles años de la dictadura franquista en la que tantos dieron su vida por conseguir las libertades que hoy nos pretenden arrebatar.

Contar una experiencia personal que cambió mi vida y encuadrarla como una pequeña y modesta aportación en los cien años de historia heroica del Partido Comunista de España-PCE, es la intención de estas palabras escritas.

Cuando yo tenía trece años, allá por el principio de la década de los sesenta del siglo pasado y era un niño católico practicante que había recibido su formación primaria en un colegio religioso de Sevilla, mis padres que no podían permitirse el hacer frente a los costos que representaba que yo estudiara una carrera universitaria, optaron por la vía de la formación profesional y gestionaron mi ingreso en la Escuela de Aprendices de la Hispano Aviación, una fábrica de aviones ubicada en la calle San Jacinto del popular barrio de Triana de Sevilla.

Este hecho, es decir mi ingreso en la citada escuela de formación profesional, provocó sin lugar a dudas, una enorme influencia en mi vida posterior, y no solo en mis conceptos religiosos, pues al estar en contacto con la vida de los trabajadores de la fábrica indicada y al ir recibiendo información sobre los problemas que sufrían dichos trabajadores y de los conflictos laborales que se producían en la misma, poco a poco me fue permitiendo conocer un mundo del que hasta dicho momento yo no tenía ninguna información, ya que aunque mi familia eran personas de izquierdas y muchos de ellos habían sufrido la represión franquista, en mi casa no se hablaba de política delante mía, por pensar mis padres que al no enterarme de nada, yo no me comprometería en ninguna actividad política a medida que avanzara en mi juventud.

Sin embargo la realidad se abre camino a pesar de las buenas intenciones de mis padres y un buen día cuando yo ya tenía 17 años, un compañero de la escuela de aprendices me hizo una pregunta muy simple, que provoco en mí el comienzo de una reacción que posteriormente cambió mi vida. Dicho compañero me preguntó que si a mí me preocupaban los problemas de los obreros y yo respondí, de manera espontánea y sin pensar casi en lo que decía, que claro que me preocupaban los problemas de los obreros porque mi familia era obrera y yo mismo era un obrero.

De esa pregunta se derivaron otras más y algunos comentarios. Como se suele decir, de un día para otro me vinculé a las denominadas y lógicamente ilegales Comisiones Obreras Juveniles en la que después jugué un papel en su grupo de coordinación provincial, y lo que fue aun mayor compromiso, ingresé en la clandestina Unión de Juventudes Comunistas de España, en la que posteriormente fui miembro del Comité provincial en Sevilla.

A partir de entonces, comencé una intensa actividad de lucha política y social en defensa de los derechos de los trabajadores, sumándome a las protestas obreras que se realizaban en la Hispano Aviación y apoyando otras acciones reivindicativas de los trabajadores de otras industrias de mi provincia, así como a tratar de contribuir desde mis limitadas posibilidades a conquistar la Democracia que nos había arrebatado el golpe de estado fascista de 1936.

Como era de esperar estas actividades en las Comisiones Obreras Juveniles y en la Unión de Juventudes Comunistas, provocaron el que yo tuviera que sufrir la represión policial y judicial en mi persona y vivir detenciones, torturas, despido en la fábrica donde ya trabajaba, además de encarcelamientos, y como consecuencia de ellos, el que mi familia volviera a sufrir las consecuencias de la represión de la Dictadura en la persona de su hijo pequeño, al que le encerraron en las cárceles de Sevilla, Badajoz, Madrid, Jaén y en la prisión militar denominada Castillo de Santa Catalina en Cádiz.

En este proceso de bucle continuado de represión contra mi persona en mi juventud, se produjo un hecho que quiero destacar por lo importante que fue para mí desde el punto de vista emocional.

Tras mi regreso a Sevilla después de tres días asistiendo a una actividad formativa organizada por la Unión de Juventudes Comunistas en la Playa de Mazagón en Huelva, lógicamente enmascarada como un campamento vacacional de un grupo de jóvenes, recibo la noticia de que se ha producido la detención de un grupo de compañeros y compañeras de dicha organización y de Comisiones Obreras Juveniles, y que sin embargo la Policía Político Social no había venido a mi casa a detenerme como en otras ocasiones anteriores, a pesar de que yo era la persona responsable de dicho grupo de activistas, lo cual me extrañó mucho.

Sin embargo, la explicación al comportamiento de la policía me llegó pronto, pues un guardia civil, cercano a mí familia, que realizaba su actividad en el cuartel de Eritaña de Sevilla, nos informó que yo aparecía en una resolución judicial como huido de la justicia y que se había emitido contra mí, una orden de busca y captura, lo cual me llevó a visitar inmediatamente al abogado D. Alfonso de Cossio, ex Decano del Colegio de Abogados de Sevilla, que me había representado en otros procesamientos judiciales, para solicitarle asesoramiento sobre cómo debería de actuar ante dicha situación.

Mi abogado, al que siempre tendré en mi memoria por su compromiso en defensa de los perseguidos por la Dictadura, me orientó a que me presentara directamente ante el Tribunal de Orden Público en Madrid, pero que no viajara desde Sevilla para evitar una posible detención y los riesgos que ello podría conllevar, y me indicó la conveniencia de que el viaje lo hiciera en tren desde la estación de la ciudad de Córdoba, lo cual hice siguiendo sus orientaciones.

Junto con dichas orientaciones me dio el nombre y la dirección particular de una abogada de Madrid, con el fin de que ella me acompañara al día siguiente, cuando me presentara ente el Tribunal de Orden Público para ser posteriormente ingresado en la cárcel de Carabanchel. Al presentarme en su casa por indicación de mi abogado, Doña María Luisa Suarez, que así se llamaba la abogada y que era miembro del Partido Comunista de España, me indicó tras orientarme sobre cómo sería el procedimiento a seguir en los juzgados, que me iba a llevar a una casa para que pudiera pasar la noche.

Ella misma me acompañó en su coche y cuando llegamos al barrio de Carabanchel y tras entrar en un edificio y subir las escaleras y llamar al timbre de una puerta, tuve la maravillosa sorpresa y emoción de ver que la persona que nos abría la puerta era Josefina Samper, esposa de Marcelino Camacho, el líder sindical de Comisiones Obreras y dirigente del Partido Comunista de España que en dichos momentos estaba preso en la cárcel de Carabachel. Debo reconocer que tras el abrazo que me dio aquella maravillosa mujer a la que yo indirectamente conocía, mis ojos se llenaron de lagrimas, y casi en una nube y casi sin creérmelo, supe que iba a pasar la noche escondido en la casa de Josefina y Marcelino, a cuyos hijos Marcel y Yenia yo había conocido anteriormente en actividades vinculadas a la Unión de Juventudes Comunistas.

Si esta emoción no hubiera sido suficiente para un joven menor de veinte años comprometido en la lucha contra la dictadura, tras mi ingreso en la cárcel de Carabanchel y coincidiendo con el día la Merced, fecha en las que los hijos pequeños de los presos podían visitar a sus padres o madres en la cárcel, y que también se permitía la concentración de todos los presos políticos en un solo patio de la cárcel, ya que en Carabanchel los presos políticos estábamos separados en dos pabellones. Este hecho facilitó que todos los presos políticos nos pudiéramos unir en un solo gran patio donde se celebraba una fiesta con música y actuaciones artísticas, y pude vivir un momento de felicidad y de honor incalculable, porque tuve la oportunidad de conocer personalmente a Marcelino Camacho y poder caminar por dicho patio durante varias horas y conversar con él, con el gran dirigente sindical y político, junto con otro compañero de Comisiones Obreras de Euzkadi.

Muerto Franco y tras la legalización del Partido Comunista de España, tuve una nueva oportunidad de compartir con Marcelino Camacho una reunión del Comité Regional del citado partido en Andalucía que se celebró en Sevilla y del que yo era miembro en calidad de responsable de los movimientos sociales y política municipal y al que asistieron también el secretario general Santiago Carrillo y casi todos los miembros del comité ejecutivo del partido.

Para finalizar la narración de esta parte importante de mi vida en la que estuve muy comprometido con el Partido Comunista de España, no puedo dejar de mencionar otro momento muy emotivo para mí y que fue el día de las primeras elecciones generales que se celebraron en España, tras la caída de la dictadura. Ese día mis padres pudieron gozar de la alegría de poder depositar en la urna electoral la papeleta de un partido, el comunista, al que ellos conocieron de jóvenes, y que nunca creyeron que iban a poder votar y junto a sus papeletas de votación a favor del PCE se acompañaba la mía.

Ese día sentí que parte del sufrimiento que mi actividad política durante la dictadura yo les habíamos podido causar indirectamente a mis padres, a causa de la represión que yo había sufrido y que a ellos les afectó directamente porque les hizo recordar la asesina represión vivida en España durante el golpe de estado y los años posteriores de la dictadura franquista, ese día se les compensaba, yo les compensaba, con la felicidad de poder votar al histórico Partido Comunista de España.

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