Por un parto socializado

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«Mis esfuerzos por nacionalizar la protección maternal e infantil levantaron una nueva ola de ataques delirantes contra mí. Todo tipo de mentiras se relataron sobre la «nacionalización de las mujeres».

Aleksándra Kolontái

Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada (1925)

Hace tiempo que el debate sobre el parto domiciliario viene revoloteando sin terminar de estallar del todo; quizá porque las preocupaciones actuales impiden que la tormenta se desate pudiendo desembocar en nuevas fricciones de carácter social y enfrentamientos encarnizados. Sea lo que fuere, conviene no obviar demasiado los intereses soterrados que puedan estar gestándose. De haber un momento idóneo para que el neoliberalismo capitalista pueda explotar su particular fuente de los deseos, debe ser este: no encuentro otro contexto más favorable que una crisis ideológica, económica y socio-sanitaria en pleno marco pandémico mundial. Si de algo saben las mujeres —especialmente las feministas— es de los enormes beneficios que proporciona la explotación reproductiva al capital. Hace tiempo que algunas venimos avisando del mercado de la hormona, que no es otra cosa que la explotación de la fisiología humana, las sustancias que segrega y las funciones que estas pudieran fabricar, por lo que no parece descabellado que las compuertas a un nuevo nicho de mercado puedan abrirse cual presa de agua sin enterarnos. A ello se le une, debido a la siniestra situación laboral, el retorno al aislamiento domiciliario a través del teletrabajo, lo que supone un retroceso enorme para las mujeres retiradas de los núcleos de producción compartidos impidiendo, así, organizarse como trabajadoras. Abandonar los espacios públicos, laborales y políticos, arrastrará de manera concatenada a las mujeres a una nueva forma de ostracismo elegido quedando derivadas, como no podría ser de otra manera, las competencias sociales a la intimidad: los trapos sucios se volverán a lavar en casa.

«El parto es mío», «sobre mi cuerpo yo decido», «mi cuerpo, mi decisión» y otros eslóganes parecidos, son más definitorios del pensamiento liberal que de un movimiento político emancipador colectivo claramente incompatible con la idea de empoderamiento individualista. Trasladar el parto a casa obliga a despolitizarlo en aras de su domesticación, lo que conlleva la renuncia de una serie de derechos arduamente conquistados por nuestras antecesoras. El parto hospitalario es producto de la muerte de millones de mujeres en la clandestinidad de sus hogares. La renuncia consciente al parto hospitalario es como la renuncia libre del derecho a vacaciones de un trabajador asalariado: no existe libertad de elección; y de existir, sería para una nimia minoría.

Un parto respetado

El «parto respetado» también denominado «humanizado», es una de las demandas de las partidarias de la domiciliación del parto. La idea principal es que el control del cuerpo y su atención privilegie a la parturienta sin que medien intervenciones innecesarias por parte de los facultativos; es decir, evitar la medicalización hacia la madre y la instrumentalización del parto a cambio de la naturalización del mismo como proceso fisiológico consciente y personal.

En España se practican un 25% de cesáreas, el doble de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud; en este sentido dicho organismo subraya que «la cesárea, como todas las técnicas médicas, es buena o mala en función de su correcta indicación y mejor realización. En ningún caso puede ofrecerse la apariencia de que es sólo una técnica perversa, dolorosa, que crea inconvenientes a la paciente y que los médicos aplican de forma caprichosa». Ante estas declaraciones es importante matizar que la recomendación de la OMS data de 1985, por lo que carece de sentido remitirse a ella por su obsolescencia ante la realidad social actual: reducción de número de nacimientos debido a la precarización y las altas tasas de desempleo, emancipación tardía, retraso en la edad del primer parto (superior a 31), tratamientos de reproducción asistida, problemas de fertilidad, falta de políticas que fomenten la conciliación laboral, miedo a la pérdida del empleo, etc.; en definitiva, una situación en la que los riesgos en el embarazo se elevan.

Varios estudios sobre variabilidad en el porcentaje de cesáreas indican que los hospitales públicos de menor nivel y los privados, son los que presentan un mayor porcentaje de cesáreas en mujeres sin y con cesárea previa siendo el porcentaje de cesáreas en mujeres sin cesárea previa superior en los hospitales privados. Sin embargo, la privatización de la sanidad y la precarización de los servicios públicos no se han puesto en cuestión en el debate. No es circunstancial que Extremadura sea una de las Comunidades Autónomas donde más cesáreas se practican llegando a alcanzar porcentajes de hasta un 45,7% en localidades como Plasencia. Los tres municipios que ostentan menor porcentaje de cesáreas realizadas son, casualmente, Manacor, Vitoria-Gasteiz y Barakaldo. Las mujeres extremeñas tienen más posibilidades de ser intervenidas e instrumentalizadas durante el parto que las manacorenses según fuentes del INE. A lo mejor no es respeto lo que hay que exigir.

Violencia obstétrica

En 2019 la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) presentó un Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias acerca de un enfoque basado en los derechos humanos del maltrato y la violencia contra la mujer en los servicios de salud reproductiva, con especial hincapié en la atención del parto y la violencia obstétrica. Dicho informe proporciona recomendaciones sobre el modo de encarar los problemas estructurales y las causas profundas de la violencia contra la mujer en los servicios de salud reproductiva, con especial hincapié en la atención del parto y la violencia obstétrica. También trata de sentar las bases para que los Estados cumplan sus obligaciones en materia de derechos humanos, elaboren leyes, políticas y estrategias nacionales de salud reproductiva para las mujeres e implanten mecanismos de denuncia para asegurar un enfoque basado en los derechos humanos de la atención de la salud y garantizar la rendición de cuentas por las violaciones de los derechos humanos.

Si consideramos que el embarazo, parto y postparto forman parte de la salud reproductiva, no tiene sentido expulsar a las mujeres del espacio sanitario público. En el ámbito del derecho a la salud debe garantizarse el acceso sin discriminación por razones de sexo, no tiene sentido auto-discriminarse de un derecho aunque sea de forma indirecta o explícita a través del parto domiciliario. La igualdad en el acceso a la sanidad supone la necesidad de que la legislación de los Estados se adapte para lograrla, no que los individuos abdiquen de sus derechos más fundamentales. De la misma manera que el parto domiciliario no garantiza, en absoluto, la imposibilidad de que se realicen maniobras violentas o una mala praxis por parte de la matrona que asista el parto. La violencia obstétrica, como toda forma de violencia, ha de erradicarse de manera estructural. La deshumanización en el parto no está relacionada de manera exclusiva con las parturientas, es que vivimos un proceso de deshumanización generalizado y eso se traslada también a las instituciones sanitarias recayendo sobre la mujer por su previa situación estructural particular.

El parto en casa es tan seguro como en un hospital

Paula Rego (1998)

Así de contundentes expresan las partidarias del parto domiciliario su reivindicación; para ello se apoyan en las cifras de países como Holanda en el que se estima un porcentaje del 30% del total de los partos. Pero no se trata del 30% del total de todas las mujeres embarazadas, sino de aquellos embarazos de bajo riesgo, esto es: nulíparas, embarazo único a término, presentación cefálica, ausencia de factores de riesgo (edad, índice de masa corporal, diabetes gestacional, etc.) sumado a las condiciones habitacionales del domicilio de la parturienta (esterilización del espacio, temperatura, agua, luz, jabón, etc.), cercanía a un centro hospitalario, etc. El 30% de las mujeres holandesas que cumplen estas condiciones dan a luz en casa y el poder adquisitivo de estos perfiles se sitúa en un nivel medio/alto. Aún cumpliéndose con todos los requisitos aquí expuestos, nadie puede asegurar la ausencia de complicaciones durante el proceso de parto. Entonces, la premisa de libertad de decisión queda reducida al derecho de unas pocas. Es lógico que si se cumplen todos estos criterios las posibilidades de un parto exitoso sean elevadas. La salud reproductiva está ligada a las condiciones materiales y ambientales: alimentación, riesgo en el ámbito laboral, seguridad económica, entorno familiar, desempleo, violencia machista, exposición al estrés, etc. A peores condiciones materiales mayor riesgo en el proceso de embarazo y por consiguiente, en el parto. Hace algunos días El País publicó un artículo donde podía verse a través de un mapa el índice de mortalidad barrio por barrio reflejando enormes desigualdades incluso entre barrios de la misma zona. «El nuevo mapa de la mortalidad en España, el más detallado de la historia y elaborado con datos de 26 ciudades, revela brutales desigualdades entre los vecinos de una misma ciudad, a veces a ambos lados de una misma calle (…) El mayor riesgo de morir por las 15 causas analizadas se concentra en los barrios más pobres (…) Martínez Beneito, de la Universidad de Valencia, lo resume así: “Vemos una y otra vez el mismo patrón, que se corresponde con la privación socioeconómica”(…) La desigualdad en salud es gradual: las personas suelen enfermar y morir antes que las que tienen inmediatamente por encima en la jerarquía laboral (…) Las viviendas deficientes, los bajos salarios, la marginación social y el desempleo están asociados a una peor alimentación, a una menor actividad deportiva y, sobre todo en el caso de los hombres, a un mayor consumo de tabaco y alcohol. Algunas calles actúan de frontera entre dos mundos diferentes, uno a cada lado de la acera». Con estos datos podemos hacernos una idea de a qué clase social pertenecen las mujeres con mejor salud reproductiva puesto que esta es inseparable de la salud general.

La posibilidad de acceso a un centro sanitario es primordial, lo que también excluye a las mujeres de las áreas rurales. Son muchas las localidades en las que las mujeres tienen que desplazarse para dar a luz. Así por ejemplo, en Toledo, el porcentaje de nacimientos de madres llegadas de otras localidades para dar a luz roza el 80% de todos los partos atendidos, por lo que las posibilidades de sufrir una cesárea son más elevadas según las fuentes de epdata.

¿Es más seguro dar a luz en casa que en un hospital? No es más seguro cuantitativamente e individualmente dependerá de las condiciones materiales. Si vives en Zarzuela, has tenido un embarazo sano y se desplaza una unidad UVI a tu domicilio, posiblemente estés en un espacio más seguro que en el paritorio de un destartalado centro sanitario. Según datos publicados por UNICEF, de media, el riesgo de que se produzca una muerte fetal es siete veces mayor en los países pobres (22,7 muertes fetales por cada 1.000 nacimientos) que en los países ricos (3 muertes fetales por cada 1.000 nacimientos). Subraya la organización que para reducir el riesgo de muerte fetal «la mejora de los sistemas de salud y la calidad de la atención prenatal y durante el parto son fundamentales para poner fin a las muertes fetales que se pueden prevenir. Para ello, es necesario facilitar el acceso a establecimientos de salud funcionales que cuenten con medicamentos y equipos adecuados, electricidad, agua corriente, jabón y mantas, y que dispongan de sistemas de remisión las 24 horas cada día de la semana. Asimismo, es fundamental que en el sector público y en el privado haya una cantidad suficiente de trabajadores de la salud competentes, como las matronas, y que estén capacitados de conformidad con las normativas nacionales e internacionales». Es importante que dejemos de mirarnos el ombligo en Occidente.

La moda de parir en casa

Beyoncé, Cindy Crawford, Demi Moore, Pamela Anderson, Alanis Morissette e incluso la reina Isabel II, son algunos nombres de la larga lista de famosas que han dado a luz en casa.

Las revistas nos las presentan como mujeres atrevidas, poco convencionales y modernas que prestan toda su seguridad y la del recién nacido a una partera, todo en un ambiente cálido y familiar rodeadas de sus seres queridos. Este misticismo elitista que rodea el parto es profundamente contrario a cualquier posición materialista, además de ser perjudicial para las mujeres de llegar a instalarse en el imaginario colectivo. Como toda moda, terminaría calando en los estratos populares, lo que podría suponer una sangría para las mujeres de los barrios obreros. La única razón de esta decisión podemos encontrarla en el deseo individual y el deseo no se construye de manera innata, somos seres sociales, no vivimos al margen de la publicidad, de los medios de comunicación de masas ni de la moda en general. No somos nosotros los que elegimos las modas: las modas nos eligen. No podemos hablar de seguridad en el parto domiciliario sin tener en consideración todos los componentes multifactoriales que la rodean. Toda cifra que no venga acompañada del estudio ramificado en el eje socioeconómico sobre este tema, ha de ser desechada. El sindicato de Enfermería (Satse) denunció en 2019 que el Sistema Nacional de Salud (SNS) contaba solo con una matrona o matrón por 10.000 habitantes, lo que implica que España «siga sin responder a las necesidades sexuales, reproductivas y maternales de las mujeres» según se indicaba desde Satse. Es bastante ingenuo pensar que nuestro sistema de salud puede atender domiciliariamente a cada una de las parturientas de manera personalizada. Ingenuo e insolidario.

Paula Rego (1998)

Venta de piscinas hinchables, reportajes fotográficos, packs de acompañamiento al parto, postparto y lactancia, etc. En 2018 se produjo una campaña impulsada por la matriactivista Jesusa Ricoy convocando a 2.500 mujeres para ayudar a sufragar los gastos de un parto domiciliario a través de Patreon. «Hasta que consigamos que nuestro derecho a parir en casa sea financiado por la Seguridad Social». — señalaba la matriactivista. Que se haya creado la figura de matriactivista debería ponernos la piel de gallina.

Recuerda Aleksándra Kolontái en Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada (1925): «Pero el trabajo más importante de nuestra Comisaría del Pueblo fue, a mi modo de ver, la constitución legal de una central para la protección de la maternidad y del recién nacido. El correspondiente proyecto de ley fue firmado por mí en enero de 1918. Mediante un segundo decreto transformé todas las maternidades en residencias gratuitas para atender a la madre y al recién nacido creando, de esta manera, las bases para una protección de la maternidad completamente estatal». Más de cien años después, tras haber conseguido el parto hospitalario, nos encontramos ante una espiral reaccionaria que reniega de los avances de la técnica y la inclusión de la salud reproductiva en los hospitales. El proyecto de Kolontái terminó quemado en un incendio y su trabajo para construir un «Palacio de protección de la maternidad» reducido a cenizas. Pero eso era cuando había ánimo y una postura política encaminada a la socialización.

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