¿Para qué gobiernan las mujeres?

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Hace más de un siglo que las mujeres somos conscientes de que para alcanzar la igualdad de derechos y oportunidades, que disfrutan los hombres desde hace siglos por ser hombres, debemos ocupar el espacio político y gobernar.

Las sufragistas pusieron todo su empeño en conseguir el voto femenino como primer paso para alcanzar ese espacio reservado exclusivamente para ellos. Estaban tan convencidas que arriesgaron su vida y salud, para conseguirlo. Tardó tantos años en llegar este derecho fundamental a hacerse realidad, que casi todas murieron antes.

En España, Clara Campoamor, recogió el testigo de las sufragistas americanas y británicas, y llegó a renunciar a su propia ideología política para conseguirlo. Era consciente de que podía perder su escaño, como así ocurrió. Y lo sabía porque conocía la situación de las mujeres españolas, muchas analfabetas y religiosas. No tenía ninguna duda de que gran parte de ellas, votarían lo que decidiera su marido o incluso, el cura del pueblo.  Aun así, se arriesgó porque estaba segura de que era el primer paso para conseguir la emancipación de esas mujeres. Perdió para ganar a largo plazo. No contaba con que, en el 36, España sufriría un golpe de estado militar.

Federica Montseny, primera ministra de Sanidad, aprobó junto con Josep Tarradellas, Rafael Vidiella y Pere Herrera, un decreto que fue considerado la ley más avanzada de Europa sobre la interrupción voluntaria del embarazo, en plena guerra civil. No la detuvo nada, conocía el horror que vivían algunas mujeres. 

Evidentemente estas leyes no garantizaban que todas las mujeres pudieran acceder a ellas. Ni todas pudieron votar, ni todas pudieron abortar, pero eran leyes necesarias para transformar la sociedad.

Ellas lo sabían y por eso no dudaron un segundo en sacarlas adelante. ¿Saben por qué pudieron hacerlo?, porque estaban en el poder y ahí es donde se proponen leyes y se trabaja para que se cumplan. 

En el 2004 se aprobó por unanimidad la LIVG, ley cuya misión era acabar, o reducir el máximo posible, todo tipo de violencias que el machismo ejerce sobre las mujeres. Es una ley, principalmente proteccionista, porque se entiende que lo primero es proteger a las mujeres víctimas de maltrato. Esta Ley no ha impedido que se sigan asesinando mujeres cada año en nuestro país en un porcentaje preocupante, no las protege a todas, ¡ni mucho menos!, pero toda la ciudadanía (fascistas aparte) ha entendido que era una ley necesaria, aunque imperfecta. Se hizo lo mejor que se supo, y clama una buena revisión, porque no consta de los recursos humanos y materiales necesarios para acabar con esta lacra social. Pero es un principio…

Recientemente,  la ministra Irene Montero hizo unas declaraciones en la Cadena Ser, sobre una futura ley abolicionista de la prostitución que no puedo comprender:

No podemos perseguir un camino abolicionista de la prostitución sin alternativas de protección.

Obviamente, las feministas estamos absolutamente de acuerdo con esta afirmación. Lo que nos deja perplejas es que se excuse en que no se puede proteger a las mujeres prostituidas para dejar las cosas como están, es decir, como ‘no las podemos proteger’ que sigan violándolas a diario.

Con estas declaraciones, descubrimos la falta de formación de la ministra en cuanto al abolicionismo, que sí plantea medidas proteccionistas. También su falta de voluntad política, ya que le corresponde a ella, como ministra elaborar una ley que acabe con la industria proxeneta, que sea punitiva con el putero y proteja a las mujeres. 

Señora Montero, usted está ocupando un espacio político donde se legisla y su obligación es legislar para proteger los derechos fundamentales de las mujeres. Es su trabajo conseguir redactar una ley abolicionista sin fisuras y tiene precedentes donde acogerse. Estúdielos y adáptelos a nuestro país. No se excuse y deje en evidencia su falta de profesionalidad. Esa es su misión como ministra, sino se ve capaz, háganos un favor, dimita y deje paso a otra mujer feminista formada que no vea tantos obstáculos y tenga la valentía de encarar a proxenetas y puteros y diga ¡basta!

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