¿Por qué lo llaman transición si es disociación?

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La disociación es un proceso psicológico donde la persona se desconecta de la realidad orgánica en pos de una idea. Ocurre una separación y desconexión entre pensamientos, recuerdos, sentimientos, entorno e identidad. La persona intenta escapar de una realidad de una forma que no es saludable.

Cuando pensamos en la disociación, nos lleva a evocar a personajes pintorescos que se creen extraterrestres o Napoleón. Eso sería efectivamente un caso extremo que se utiliza en mundo del cine para crear historias extraordinarias más o menos conmovedoras o perturbadoras.

La inducción a procesos disociativos ocurre en dinámicas de dominación y coerción, es una forma de manipulación frecuente en las sectas destructivas. Junto a las mentiras, el control de la información, los esfuerzos por romper los vínculos afectivos y el chantaje emocional, tenemos muchos indicios para hablar de la deriva sectaria del transgenerismo, como hice en mi libro «La secta. El activismo trans y cómo nos manipulan».

El transgenerismo está llevando a cabo una estrategia de adoctrinamiento donde les dicen a los chicos y a las chicas que sienten rechazo por su cuerpo sexuado o que no encajan en la sociedad, que es posible que su “identidad de género” no sea la correcta. ¿Pero qué significa todo esto?

Las familias tienen que saber de lo que estamos hablando, porque si no, se dejarán llevar sin pensar en las consecuencias de estas mentiras que les cuentan a nuestros hijos e hijas. Dadme unos minutos para que os lo explique, y después, sacáis vuestras propias conclusiones.

¿Qué es la identidad de género (en la ley trans de 2023 se refieren como “identidad sexual”?

La identidad de género se define, según la Asociación de Psicología Americana, como un “sentimiento de ser hombre o niño, mujer o niña o un género intermedio”.

¿Qué sentimientos son esos? Me gustaría que concretaras algún sentimiento exclusivo de hombre y de mujer para poder así identificarte con ellos. ¿Son los hombres existosos? ¿rudos? ¿Si yo, habiendo nacido mujer, soy ruda es que me siento hombre? ¿Son las mujeres delicadas y sexys? ¿Si tú, habiendo nacido varón que me lees, te sintieras así, eres mujer? ¿Son las chicas realmente chicos si les gustan los videojuegos o el fútbol? ¿Son los chicos realmente chicas si les gusta maquillarse o bailar?

Fíjate que todas estas atribuciones son falaces, puesto que hombres y mujeres pueden sentirse de todas estas formas en diferentes momentos vitales. Afirmar que existen sentimientos o conductas exclusivas de hombres y exclusivas mujeres (excepto las derivadas del sexo identificadas en el embarazo, parto y lactancia) es sexista.

Este sexismo disfrazado de modernidad entra cada día en las escuelas, institutos y facultades de nuestro país, y de otros muchos países, para confundir a nuestros hijos e hijas a través de las charlas contra la “lgtifobia” o «educación en diversidad sexual», pero es que también está en los libros de texto. Está en los platós de televisión, en las películas y las series y en los escaparates de las multinacionales.

NO ES TRANSICIÓN, ES DISOCIACIÓN.

Una vez convencida una criatura de que «su identidad de género” debe sustituir a su identidad, comienza el proceso de disociación. Imagina que es tu hija la que llega del instituto y te cuenta que por lo que le han dicho en una charla, cree que es un chico y que a partir de ahora quiere que la llames Alex y que le hables en masculino.

La mal llamada “transición social” es el comienzo de un proceso disociativo destructivo de la integridad física y psicológica. Una ruptura de la conexión de su realidad orgánica en pos de una idea, además sexista, que va a pedir más cambios. La ruptura con los recuerdos es tal, que reinterpretan su vida en función de este sexismo: “ahora encaja todo, por eso cuando era pequeña me gustaba trepar por los árboles y odiaba las horquillas, las faldas y el color rosa”. El nombre anterior ya no se puede mencionar, les dicen que es una grave falta de respeto, de hecho, le llaman “deadname” (nombre muerto), asociado a la muerte, induciéndoles una gran ofuscación si alguien usa ese nombre. ¿No os parece clara la sustitución de una identidad por otra? ¿No veis la simbología detrás de la muerte y el nacimiento de una nueva identidad?

Lo siguiente será que te pida bloqueadores hormonales u hormonación cruzada, según la edad. Pongamos que ya tiene 14 años, te pedirá inyectarse testosterona, porque ya lo ha visto en YouTube o se lo ha dicho una amiga. Una de las estrategias que usan frecuentemente las sectas destructivas es el uso de fármacos para lograr la disociación y destruir la integridad física de las personas. La testosterona en niñas, entre otros muchos efectos irreversibles, logra un efecto de eurofia, de excitación sexual, agresividad… De esta manera la chica irá haciéndose dependiente de este “chute” cada varios meses para mantener su “nueva identidad”.

Mientras tanto, su cuerpo sufrirá cambios que serán irreversibles y que afecten a su voz, que se agravará para siempre, la piel envejecerá, el vello cubrirá todo el cuerpo, el agrandamiento y descolgamiento del clítoris le producirá dolor, desaparecerá la menstruación, tendrá problemas de fertilidad… Pero, además, psicológicamente se verá inducida a seguir adelante, con la cirugía de amputación de pechos y útero.

Según datos del informe de Confluencia del Movimiento Feminista, en los últimos años en España unas 12.000 personas ha sido tratadas con hormonas cruzadas. 1000 se han sometido a cirugías de amputaciones, algunas menores de 15 años. Otras 1000 personas menores están tomando castradores químicos para evitar la pubertad.

Todo esto porque le han inculcado una idea falsa de que existe una “identidad de género”, un sentimiento de hombre y que tiene que ajustar su cuerpo para “serlo”. Si tú como madre o padre te opones a la nueva identidad de tu hija, según la ley trans de 2023, se considerará que tu hija está en una situación de riesgo y podrán actuar los servicios sociales (Artículo 70.3).

Si eres de la comunidad autónoma de Andalucía, tu hija podrá acceder a esos medicamentos sin ninguna supervisión psicológica. Seguramente saldrá de la primera consulta médica con la receta de hormonas en la primera cita.

Si acudes a alguna asociación LGTBI+ te dirán que, si no la afirmas, se suicidará, infundiéndote un miedo irracional y arrebatándote la oportunidad de razonar y poner en duda lo que te cuentan. La conducta suicida debe ser atendida por profesionales y la afirmación de una identidad destructiva no la aliviará. Es común en las sectas destructivas inducir fobias para someter a las personas.

Las pruebas que tenemos de que este proceso causa iatrogenia (dañar más de lo que sanan) en la infancia y adolescencia son abrumadoras. Las evidencias científicas las recopilan entidades como Amanda Familias, Contra el borrado de las mujeres, Red de Psicología Casandra, Dofemco, Confluencia del movimiento feminista, Society for evidence based gender medicine, Lesbian United… Sin embargo, la clase política mira para otro lado, y los colegios profesionales de la salud, docencia y servicios sociales guardan silencio.

Mientras tanto, miles de niñas y niños están siendo captados por una secta destructiva a la que el mundo entero mira con buenos ojos, porque es sexista y un negocio multimillonario (los primeros cinco años de intervenciones farmacoquirúrgicas para esta disociación tienen un coste de 500.000 dólares por persona que pagará el Estado, según la periodista Kajsa Ekis Ekman). ¿Por ésto estamos siendo obligadas por ley a acompañar a la destrucción a chicos y chicas? Además, con la excusa de proteger esta doctrina, hay barra libre para insultar y desprestigiar a las feministas. ¿Cómo no va a tener éxito?

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