Qué es y qué no es terapia de conversión

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Puede parecer un arduo trabajo lo que pretendo explicar aquí, quizá un tema delicado que algunas personas prefieren ignorar para no pensar y seguir manteniendo la confusión sobre las “terapias de conversión”, ahora llamadas ECOSIEG. 

Lo primero que debemos hacer es definir muy bien cada concepto, porque si son palabras vacías, nos pueden manipular apelando a las emociones. Esta es una forma típica de persuasión que pretende modificar nuestro pensamiento y actitudes.

Las terapias de conversión tradicionalmente se han aplicado a la orientación sexual, es decir, a la atracción personal que tenemos para relacionarnos sexoafectivamente con otro ser humano. Podemos tener deseo sexual hacia personas de distinto sexo a nosotras (heterosexualidad), del mismo sexo (homosexualidad) o a ambos sexos (bisexualidad). En el sistema patriarcal en el que vivimos, donde la sexualidad se ha usado para controlar a las personas y además imponer roles concretos, la homosexualidad ha sido y es mal vista en muchos países. Fue motivo de vergüenza y deshonor para las familias, y todavía hay lugares en el mundo en el que es así. La educación sexual, la erradicación de las falsas creencias religiosas y el feminismo han logrado que en una parte del mundo la orientación sexual sea una faceta normalizada más de la vida diaria, y así debería seguir siendo. 

Sin embargo, todavía hay personas que sienten vergüenza y culpa por su homosexualidad, y familias y entornos donde se condena implícita y explícitamente. Durante años, en la psicología, psiquiatría y ámbitos religiosos se aplicaba la “terapia de conversión”, es decir, esfuerzos por modificar la orientación sexual de las personas homosexuales para que volvieran a “la normalidad”, la heterosexualidad. La amplia bibliografía existente y las experiencias personales revelaron que esta práctica es dañina, puesto que el deseo sexual de las personas no se puede reprimir ni cambiar sin pagar un precio emocional. Por este motivo, la práctica de la terapia de conversión de la orientación sexual no debería realizarse

Como hemos mencionado antes, ahora se define la terapia de conversión como ECOSIEG, Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual, Identidad o Expresión de Género. Como veis, ya no solo se habla de orientación sexual, sino también de identidad y expresión de género. ¿Pero a qué se refieren estos dos últimos términos? ¿Es legítimo que se equipare a la orientación sexual? Al adentrarnos en el mundo de la “identidad de género”, debemos empezar a manejar un vocabulario que empieza a añadir capas y capas conceptuales que pueden llegar a crear confusión en algún momento. 

Según la Asociación Americana de Psicología, el concepto de “identidad de género” se define como el sentimiento profundo, inherente de ser niña, mujer o hembra; niño, hombre o varón; Una mezcla de mujer u hombre; o un género alternativo. Si ponemos la lupa de la igualdad entre hombres y mujeres, que debe regir en nuestra sociedad, nos daremos cuenta de que para entender el concepto de “identidad de género” primero debe existir la creencia de que existen sentimientos propios de mujeres y de hombres, es decir, debemos recurrir a una referencia sexista donde apoyar este concepto. Por lo tanto, si desde la psicología aceptamos sin hacer un análisis feminista el concepto de identidad de género, lo que estaremos haciendo es blindar el sexismo. 

La APA, en las Guías para la práctica psicológica en personas transgénero y no conformes con el género, también nos pone sobre aviso de que orientación sexual e identidad de género son dos constructos teórica y clínicamente distintos. Nos tenemos que preguntar si el concepto de “terapia de conversión” se aplica por igual o no a estos constructos. Desde las asociaciones LGTBIQ+ se da a entender que es lo mismo, pero de momento, ya partimos del hecho de que orientación sexual e identidad de género son términos diferentes, y para comprender este último concepto, además hay que partir de una premisa sexista. 

La expresión de género se define, según la APA, como la presentación de una persona, incluida la apariencia física, la elección de la ropa y los accesorios, y los comportamientos que expresan aspectos de la identidad o el rol de género. La expresión de género puede o no ajustarse a la identidad de género de una persona. Tenemos que observar que este concepto vuelve a necesitar de un contexto sexista para ser comprendido. Desde una perspectiva feminista, la expresión de género equivaldría a la feminidad y la masculinidad, conjunto de roles sexuales impuestos a mujeres y hombres y que implica una jerarquía de sumisión y dominación respectivamente. Sin embargo, desde el movimiento LGTBIQ+ se define como un rasgo de la personalidad que puede ir desde un continuo de un rango a otro. 

Por tanto, tenemos dos conceptos que establecen que existen “sentimientos propios de hombres y mujeres” y “ropas, accesorios y comportamientos de hombres y mujeres”. Es decir, lo que el transactivismo nos está haciendo entender, es que hay personas que, según tengan unos sentimientos, se adornen y comporten, se situarán en un continuo entre hombres y mujeres. Por otro lado, el movimiento LGTBIQ+ dice que cualquier esfuerzo por modificar la identidad de género o la expresión de género sería terapia de conversión. El razonamiento de este movimiento, es que cuando una chica se declara chico es porque se “siente chico” y se comporta “como un chico”. Argumentan que si desde el ámbito de la psicología alguna profesional le hace reflexionar que no existen ni sentimientos, ni conductas ni adornos propios de cada sexo, estaría aplicando una terapia de conversión. La coeducación, es decir, ayudar a erradicar los estereotipos de género, tiene como consecuencia que el sexismo de base se diluye y la identidad de género perdería su sentido. Quiero destacar que desde la psicoterapia con perspectiva feminista no se animaría a una persona a que cumpla con los roles sexuales impuestos a su sexo, que es la presión que la sociedad tradicionalmente ha ejercido sobre las personas que se rebelan contra los estereotipos sexistas. 

El movimiento queer lo que omite es que los roles sexuales o estereotipos de género son impuestos a niños y niñas desde que nacen para perpetuar una desigualdad favorable a los varones, premisa recogida en el Convenio de Estambul ratificado por España. Además establece la siguiente analogía: si intentar cambiar la orientación sexual de una persona homosexual es dañina, también lo es decirle a una persona que se identifica con otro “género” que no existe ninguna asociación entre los sentimientos-conducta-adornos y “ser” mujer u hombre. Es decir, la coeducación, educar sin estereotipos sexistas, sería bajo esta óptica, terapia de conversión. El movimiento queer ha convertido el género en un rasgo de la personalidad, cuando es un concepto político que sirve para describir la injusticia y opresión que viven las mujeres y poder revertirla trabajando por la igualdad de oportunidades y derechos entre hombres y mujeres. Trasladado a la psicología, este hecho pone en conflicto por un lado la terapia con enfoque feminista para aliviar el daño psicológico que produce la opresión hacia las mujeres y  por otro la terapia afirmativa de personas trans que da por hecho que el género es un rasgo de la personalidad en la que basar tu identidad.

En el año 2015, nuestro Consejo General de la Psicología en España, publicaba un manual de buenas prácticas para recomendar que en nuestras intervenciones psicológicas se tuviera en cuenta un enfoque de género, independientemente del campo de trabajo que tuviera el profesional de la psicología. Cito aquí un extracto de su introducción:

El abordaje desde el género constituye un reto para cualquier profesional de la salud mental, ya que se convierte en una obligación ética. El conjunto de ideas y creencias asociadas a cada género, han empapado, como no puede ser de otra manera, el pensamiento científico, impidiendo comprender la realidad objeto de estudio y reproduciendo al mismo tiempo las creencias tradicionales. El concepto de género fue fundamental para aportar claridad, separar las características asociadas al sexo, o sea biológicas, de las características de orden social, adquiridas y por tanto modificables, no inmanentes al sexo biológico.

En esta colisión conceptual se pone en juego la salud mental y física de las mujeres y además, la meta de alcanzar una sociedad más justa donde hombres y mujeres puedan tener libertad de sentir, comportarse, adornarse y elegir la ropa que deseen sin tener que renunciar a su nombre, a su forma de referirse a ellos mismos, consumir bloqueadores hormonales, someterse a hormonación cruzada para los menores y cirugía para los mayores de edad. En este momento, apelamos a la razón para no criminalizar la coeducación, y que las y los profesionales de la psicología puedan abordar en sus consultas cómo la socialización sexista afecta a la infancia y adolescencia, hasta tal punto, que la sociedad les está diciendo, que si se comportan diferente, es que son trans. Es necesario que el ejercicio de la psicología no sufra injerencias ideológicas, como se contempla en nuestro código deontológico, que perpetúan un sistema sexista. 

Espero que este texto sirva para poner luz sobre qué es y qué no es terapia de conversión y la diferencia entre la orientación sexual y la “identidad de género”. 

P.D. Este texto fue escrito por Carola López Moya y publicado en X (antes Twitter) por la Red Casandra, (Red de profesionales de Psicología por una práctica ética y empírica. Críticas con la identidad de género) en Noviembre de 2022. Ha sido revisado para su publicación en el Común.

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