La recuperación del Estado-nación

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“Los grandes bancos son el ‘aparato del Estado’ que necesitamos para realizar el socialismo y que tomamos ya formado del capitalismo; nuestra tarea se reduce, en este caso, a extirpar todo lo que deforma a lo capitalista ese magnífico aparato, en hacerlo aún mayor, aún más democrático, aún más universal. La cantidad se transformará en calidad. Un banco único del Estado, el más grande entre los más grandes, con sucursales en cada subdistrito y en cada fábrica, supone ya nueve décimas partes del aparato socialista. Supone una contabilidad nacional, un control nacional de la producción y distribución de los productos; es, por decirlo así, algo parecido al esqueleto de la sociedad socialista.”

¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?– Lenin

¿Cuándo volverá a reconocer la izquierda occidental el valor del Estado-nación? Esta pregunta me persigue desde hace mucho. Por desgracia, creo que la respuesta es que no va a ser pronto (ojalá me equivoque). El ser humano es un ser racional, pero sólo cuando no le queda más remedio. Por tanto, creo que para saber cuándo a la izquierda no le quedará más remedio que recuperar el Estado-nación hay que analizar los errores y las consecuencias que conlleva su actual actitud. Cuando el globalismo haya logrado imponer su programa de máximos, haya eliminado todos los vestigios de la soberanía del Estado-nación y su barbarie se cierna sobre occidente será cuando la izquierda se dé cuenta de su error.

  • El globalismo

Lo opuesto al Estado-nación es el globalismo. Según esta ideología, los Gobiernos nacionales ya no pueden solucionar los problemas de los ciudadanos que los eligen porque esos problemas siempre tienen su origen en fenómenos que superan las fronteras nacionales. Por consiguiente, si un problema proviene de fuera de las fronteras, también la solución tiene que provenir de fuera de las fronteras.

Un ejemplo lo encontramos en la emigración descontrolada procedente de países pobres. La izquierda globalista está a favor de la apertura de fronteras. Refugees welcome. Bienvenidos, refugiados. Que es lo mismo que bienvenidos, emigrantes. La diferencia entre refugiados y emigrantes desaparece cuando se analiza la cuestión de la pobreza. Los emigrantes que llegan a Europa huyendo de la pobreza también deben considerarse, según la izquierda globalista, refugiados, ya que emprenden su viaje debido a una pobreza que potencialmente es tan mortífera como las persecuciones políticas. Por consiguiente, la solución está en que el Estado-nación renuncie a una de sus obligaciones, es decir, el control de las fronteras, y abra dichas fronteras para ayudar y dejar pasar a los más necesitados que llaman a nuestras puertas.

  • La soberanía

El Estado-nación como garante de la soberanía nacional es otro aspecto negado por el globalismo. Si los problemas y las soluciones de las sociedades actuales no son de carácter nacional sino global, la soberanía nacional también debe dejar paso a órganos soberanos de carácter supranacional con capacidad de decisión sobre ámbitos anteriormente decididos dentro del Estado-nación.

La principal repercusión de lo anterior es de carácter económico. Según el globalismo, las economías nacionales ya no pueden hacer frente a los problemas de la ciudadanía de manera soberana. Los recursos del Estado-nación no son lo suficientemente eficaces, ya que la economía depende en su conjunto de ámbitos supranacionales, desde las materias primas hasta la tecnología punta pasando por productos de consumo diario. Todos esos insumos, absolutamente necesarios en la vida cotidiana, no pueden ser producidos dentro del Estado-nación, sino fuera. Por tanto, el Estado-nación es el que tiene que amoldarse a esta realidad global. Lo contrario sería tan absurdo como pretender que el resto del mundo se amolde a las necesidades de una sola nación, en vez de ser la nación y su Estado quien se encaje en el resto del mundo.

Esta visión globalista destruye a la moneda nacional como expresión de la soberanía económica del Estado-nación. Si las economías nacionales por sí solas no pueden subsistir a no ser que se integren en organismos económicos y políticos supranacionales, a las monedas nacionales les ocurre lo mismo, tampoco pueden subsistir por sí solas, sino que tienen que disolverse en monedas de carácter supranacional que reflejen el valor económico de varias economías, no sólo de una. El euro es el mejor ejemplo de ello. Una sola moneda para una sola Europa. Todas las economías europeas bajo el paraguas común del euro, su instrumento para poder competir en un mundo globalizado. Todos los bancos centrales europeos unidos en el Banco Central Europeo, cuyas normas son las normas que están obligados a cumplir todos los bancos centrales nacionales.

  • El programa de máximos del globalismo: el horror

Cuando el globalismo se imponga o esté a punto de hacerlo de manera definitiva, el Banco Central Europeo y la Reserva Federal del Estados Unidos se fusionarán, pero no para dar lugar a otro banco central sino para dar a la luz a una moneda digital. Esa moneda será la utilizada en ambos continentes. Su lema será el déficit 0. El Foro Mundial de Davos se congratulará de que por fin haya una moneda que no esté asociada a la deuda. Los impuestos (casi exclusivamente indirectos) seguirán existiendo porque de otra manera esa moneda carecería de valor, pero se vincularán a cuentas públicas saneadas, es decir, a déficits públicos primarios del 0%, de manera que estará prohibido que gasto público supere la recaudación de impuestos.

La fusión del Banco Central Europeo y la Reserva Federal dará lugar a un organismo formado por representantes de las principales corporaciones privadas del mundo, representantes del Fondo Monetario Internacional, representantes del Banco Mundial y representantes de los mayores fondos de inversión. Será privado e independiente. Ningún Gobierno democráticamente elegido tendrá autoridad sobre él, sino al contrario, él tendrá la autoridad de impedir que los Gobiernos incurran en déficits presupuestarios.

En la entrada de su lujosa sede central la entidad tendrá una gran foto de Margaret Thatcher diciendo que “no hay dinero público, sólo hay dinero de los contribuyentes”. La izquierda ya está de acuerdo con esto a día de hoy. Por eso seguirá defendiendo la mentira neoliberal de que los impuestos financian el gasto público para regocijo de la derecha. Es la izquierda loser que no entiende que la mentira que sostiene que los impuestos financian el gasto público no sólo es mentira, sino que también lamina a la clase obrera, enfrenta a trabajadores contra trabajadores y no afecta en nada a las grandes fortunas porque ante nuevas subidas de impuestos lo único que hacen esas grandes fortunas es repercutir las subidas en los precios de los productos de consumo de sus empresas y despedir a trabajadores. El gasto público financiado por los impuestos es la tumba que la izquierda se cava a sí misma.

No obstante, las personas que cavan esas tumbas son en su mayoría los extranjeros que la izquierda se ha empeñado en acoger dentro de nuestras fronteras para deleite de la derecha. En el libro de Sahra Wagenknecht que está a punto de aparecer en español con el título de Los Engreídos, la política alemana nos da los datos: “La inmigración por causas laborales hace aumentar la competencia en el mercado de trabajo, con todas las consecuencias que eso conlleva. Según las cifras oficiales del Gobierno británico, los salarios en las ramas industriales afectadas son un 15% más bajos durante los periodos de máxima inmigración”.

En el caso de Alemania, Wagenknecht analiza la situación desde las reformas de los Gobiernos del canciller Schröder. Dichas reformas produjeron una enorme devaluación interna y un claro empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores, “sin embargo, que en muchas ramas industriales los salarios bajaran hasta un 20% y que ni siquiera varios años de crecimiento económico sostenido pudieran cambiar esta situación se debió exclusivamente al alto nivel de inmigración en Alemania. Esta fue la única forma de garantizar que las empresas pudieran seguir cubriendo puestos de trabajo con salarios bajos”.

El programa de máximos del globalismo y su prohibición de incurrir en déficits públicos primarios convertirá a las economías nacionales en economías domésticas y por fin hará de la macroeconomía un mero apéndice de la microeconomía. Todo será privado, desde el acceso a servicios sanitarios mediante seguros médicos privados que pagaremos religiosamente todos los meses (como ya pasa en Alemania) hasta la educación y los fondos de pensiones pasando por el transporte y por supuesto la vivienda. Sólo el ejército, la policía y el sistema judicial serán públicos, pero su financiación siempre se vinculará a un déficit público primario del 0%. No obstante, el déficit público total será muy superior al 0%. El déficit público primario es el déficit que no contabiliza el pago de intereses derivado de los tipos de interés positivos. Las corporaciones privadas que controlen la nueva moneda digital impondrán tipos de interés positivos que regalarán beneficios a rentistas de toda índole. Ese déficit lo obviarán. Sólo se centrarán en un déficit primario permanente del 0%.

  • La eventual recuperación del Estado-nación por parte de la izquierda

La izquierda aceptará todas las privatizaciones mencionadas no sólo porque cree que el gasto público se financia por impuestos, sino sobre todo porque la derecha implantará a cambio una renta básica universal. La izquierda se declarará ganadora e incluso es posible que la derecha le deje gobernar en algunos sitios para que pueda presumir de su gran logro: conseguir que los impuestos que pagan los ricos financien una renta básica universal que permita vivir sin trabajar.

Esto marcará la victoria total del globalismo. Debido a sus políticas, la exclusión, la pobreza y el desempleo afectarán a la mayoría de la población. Esto pondrá en peligro el dominio globalista. Para esquivar ese peligro se implantará una renta básica universal y se creará una fractura prácticamente infranqueable. Por una parte, los emigrantes harán el trabajo duro en los empleos peor pagados del sector servicios. Por otra, los trabajadores más cualificados tendrán empleos bien pagados y, pese a que muchos de ellos tendrán horarios laborales imposibles y niveles de estrés insoportables, mantendrán un alto nivel de vida. El resto de trabajadores (la mayoría) recibirá una renta básica que le permita sobrevivir sin trabajar. Ahora bien, no podrán ahorrar ni un céntimo. Se verán obligados a gastarse todo lo que reciban y sólo podrán cubrir con ello sus necesidades más básicas. Como nos explicó la política danesa Ida Auken, “no tendrás nada y serás feliz”. Para este último grupo, conceptos como ahorro, familia, amor, tradición, solidaridad, amistad, moral, carrera profesional, patria, formación continuada y lucha de clases perderán todo su significado. Y serán profundamente desgraciados.

Pasado un tiempo en este horror distópico de libertad de movimientos de capitales y de mano de obra entre América y Europa, alguien se acordará de sus antepasados y de su forma de vida. Entonces se recuperará la idea del Estado-nación. La izquierda deberá tener cuidado y no pasarse de frenada, como sin duda hará la extrema derecha y sus hermanos subnormales rojipardos. El momento preciso de la historia al que la izquierda deberá remontarse es el 15 de agosto de 1971. Ese día se acabó con el sistema surgido de los acuerdos de Bretton Woods y con el patrón dólar-oro nacido de dichos acuerdos. Ese fue el día en el que los Estados occidentales se convirtieron en monetariamente soberanos.

Anteriormente, el patrón dólar-oro actuaba a modo de tipo de cambio fijo, de manera que los Estados se veían obligados a defender los tipos de cambio de sus monedas con respecto al dólar y al oro. Eso hacía que en tiempos de crisis económica las políticas de austeridad fueran inevitables. La amenaza de quedarse sin reservas de otras monedas y de oro con las que defender el valor de la moneda nacional se cernía sobre todos los Gobiernos. Esto hacía que las políticas de bienestar y de pleno empleo, eventualmente, no fueran sostenibles y los Estados se veían forzados a recurrir a los tipos de interés positivos y al aumento de los impuestos para, entonces sí, financiar el gasto público a la vez que el desempleo aumentaba y los Estados no tenían medios para remediarlo. Todo esto cambió el 15 de agosto de 1971. Ese día el sistema de tipos de cambio fijos impuesto por el patrón dólar-oro desapareció y los tipos de cambio fluctuaron libremente en los mercados de divisas. Con ello, las políticas de austeridad dejaron de ser inevitables y los Estados pudieron llevar a cabo políticas de bienestar y pleno empleo de manera realmente soberana. A esto lo llamamos en otro artículo el momento Kalecki.

  • Factores para la recuperación del Estado-nación por parte de la izquierda:

A continuación, me limitaré a enumerar los factores que a mi entender tendrá que incorporar la izquierda para recuperar la noción de Estado-nación.

  1. Recuperación de las fronteras: para la consecución de sus fines, la izquierda deberá establecer unidades políticas soberanas divididas por fronteras estables llamadas Estados que organicen los movimientos de personas y de mercancías acorde a leyes surgidas de parlamentos democráticos. Por tanto, el descontrol en la libertad de movimientos de personas y de mercancías no es deseable.
  2. Recuperación del Banco Central: la existencia del Estado-nación conlleva la existencia de una unidad de cuenta llamada moneda nacional. El emisor monopolista de la moneda nacional es el Banco Central. Esto le permite al Estado-nación autoabastecerse adquiriendo en moneda nacional todos los bienes y servicios que necesite para llevar a cabo las actividades que le son encomendadas por los parlamentos nacionales. La capacidad de emisión de moneda por parte del Banco Central es potencialmente ilimitada. Por consiguiente, todo nivel de déficit público es siempre sostenible porque está denominado en moneda nacional. Asimismo, el Estado-nación debe evitar endeudarse en moneda extranjera para que su deuda pública siempre esté denominada en moneda nacional y por tanto siempre sea pagable. El valor de la moneda nacional proviene de la necesidad de pagar impuestos y tasas en moneda nacional. Es necesario desterrar la idea de que los impuestos son los que financian el gasto público. La recaudación de impuestos es posterior al gasto público y por tanto es el gasto público el que permite la recaudación de impuestos, no al revés.
  3. Tipos del interés del 0%: una de las principales responsabilidades del Banco Central es fijar el tipo de interés de la moneda nacional. Igual que para financiar su gasto el Estado-nación no necesita recaudar impuestos, tampoco necesita emitir deuda. Por tanto, los tipos de interés deben ser siempre del 0%. Los mecanismos de control de las presiones inflacionarias deben ser de carácter fiscal, no financiero.
  4. Tipos de cambio flotantes: los tipos de cambio de la moneda nacional deben ser siempre flotantes. Los tipos de cambio fijos suponen renunciar a la soberanía nacional, incurrir en riesgos de crisis de deuda explosiva por falta de reservas de moneda extranjera e implantar políticas de austeridad incompatibles con el pleno empleo y el bienestar. La estabilidad de los tipos de cambio en los mercados internacionales debe procurarse mediante niveles de pleno empleo, altos niveles de producción y la cooperación amistosa y pacífica con nuestros socios comerciales. La apertura de líneas de swap entre Bancos Centrales merecedores de confianza son las mejores herramientas para estabilizar los tipos de cambio.
  5. Pleno empleo: toda recepción de renta en moneda nacional debe ir asociada a la creación de bienes y servicios mediante el trabajo. Desvincular los ingresos en moneda nacional de un tiempo de trabajo superior a cero mediante una renta básica devalúa el valor de la moneda nacional, crea presiones inflacionarias, genera problemas sociales y sanitarios asociados al desempleo y desconecta a los trabajadores de la lucha de clases necesaria para asegurar el control democrático de la economía mediante la acción sindical. Por consiguiente, el nivel de déficit público correcto es aquel que garantice que toda persona que pueda y quiera trabajar tenga un empleo digno. En ausencia de crisis de materias primas, si esas políticas de pleno empleo se realizan mediante planes de trabajo garantizado basados en las reservas de estabilización de empleo, las presiones inflacionarias no aparecerán hasta que se supere el nivel de gasto público compatible con el pleno empleo de los recursos, tanto humanos como materiales.
  6. Estado del bienestar: garantía universal y permanente de empleo, utilización plena y prudente de los recursos naturales, garantía a todo ciudadano de comida, alojamiento, vestido, servicios sanitarios y educación, seguridad social en forma de pensiones y subsidios, y garantía de estándares laborales dignos(los cinco fines del socialismo según el Socialismo Fiduciario).
  7. El tamaño del sector privado debe decidirse democráticamente. La izquierda debe reducir a su mínima expresión el sector económico privado denominado FIRE (finanzas, aseguradoras y mercado inmobiliario). La banca de ahorro debe ser pública. Si se decide que haya banca comercial privada, ésta debe estar compuesta por bancos muy pequeños y muy regulados de manera que la quiebra de un banco no ponga en riesgo la estabilidad de todo el sistema financiero.
  8. Ayuda a los países pobres: las políticas de fronteras abiertas no solucionan los problemas de los países pobres, sino que los agravan, ya que drenan a esos países de mano de obra cualificada, crean presiones inflacionarias mediante la dependencia de las remesas y no solucionan los problemas que obligan a emigrar. Los países desarrollados de occidente deben de dejar de explotar económicamente a los países más pobres por medio del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Por el contrario, deben ayudar a los países pobres a crear sus propios Estados-nación democráticos, con fronteras seguras, Bancos Centrales funcionales y sistemas fiscales sólidos, de manera que el valor de las monedas nacionales de los países pobres se estabilice en los mercados financieros y los países pobres puedan autoabastecerse de los insumos necesarios como para llevar a cabo políticas de bienestar y pleno empleo dentro de sus fronteras.
  • Eurasia

Rusia y China (Eurasia) no han renunciado al Estado-nación ni a la soberanía monetaria. Por consiguiente, ellos serán los que derroten al globalismo mediante los BRICS+. El hecho de que las economías nacionales no puedan sobrevivir aisladas es un hecho tan antiguo como los propios Estados. No obstante, el aislamiento de los Estados-nación es una decisión política de carácter ideológico. Por tanto, el globalismo y los supuestos sobre los que se sustenta no convierten a las economías en más globales ni las dotan de más capacidades para intervenir en los mercados internacionales, simplemente redefinen los parámetros ideológicos que permiten a los Estados participar en dichos mercados.

Por ejemplo, el globalismo establece que los países pobres no pueden endeudarse en su propia moneda con los países de occidente, sino que siempre tienen que endeudarse en dólares, euros u otras monedas de los países occidentales. ¿Por qué? Por cuestiones ideológicas, no funcionales. El objetivo con ello es evitar que los países pobres se desarrollen y hacer que todos sus recursos estén siempre a disposición de los países desarrollados y de sus empresas.

Los BRICS hacen exactamente lo contrario. Permiten comerciar a los países en desarrollo con sus propias monedas y mediante la apertura de líneas de swap con sus bancos centrales. Un ejemplo de ello es el reciente acuerdo entre China y Bolivia por valor de 350 millones de dólares para la construcción de una planta refinadora de zinc. ¿Acaso no es ese acuerdo una manera de globalizar la economía de China y de Bolivia? Por supuesto que sí, pero respetando la propiedad de Bolivia sobre sus recursos naturales.

Otro ejemplo son estas palabras de Vladimir Putin en julio de 2023: “Estaremos dispuestos a suministrar a Burkina Faso, Zimbabue, Mali, Somalia, República Centroafricana y Eritrea entre 25.000 y 50.000 toneladas de grano gratis a cada uno en los próximos tres o cuatro meses”. Esto es mucho más beneficioso para esos países que las políticas de puertas abiertas.

Por consiguiente, la izquierda occidental tiene que elegir en qué bando quiere estar, en el bando de los BRICS+ o del globalismo. El día que recupere el valor del Estado-nación como fundamento inalienable para la consecución de sus objetivos también será el día en el que rechace el capitalismo salvaje y distópico del globalismo y opte por el modelo de desarrollo de los BRICS+.

Euro delendus est.

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