Paz y reindustrialización – más allá del trauma de Thatcher

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Con George Galloway, Birmingham, 02.12.23
  • Paz y reindustrialización

En la izquierda real del norte de Europa, el año 2024 se ha convertido en una ventana de oportunidad que, a los ojos de varios líderes, se ha abierto debido a las guerras imperialistas de la OTAN e Israel. La tan ansiada reconstrucción de la izquierda, tantos años encallada en la inmundicia posmoderna, parece que por fin es una realidad. Aunque con características muy diferentes dependiendo de cada país, dos factores comunes se encuentran en el centro de las propuestas para la reconstrucción: la paz y la reindustrialización.

En las múltiples campañas electorales de 2024, la izquierda del norte de Europa va a recoger la bandera de la paz mancillada por la izquierda parlamentaria europea. Paz inmediata en Palestina y Ucrania. Ese va a ser el mensaje principal. Negociación, paralización de los envíos de armas y de tropas y salida inmediata de la OTAN. Estos tres ejes, fundamentales para la izquierda de antaño, han sido abandonados por la izquierda posmoderna sumida en políticas identitarias bochornosas. La espantosa realidad de la guerra ha dejado a la izquierda posmoderna con las vergüenzas al aire. Esto le está brindando a la izquierda real del norte de Europa, hibernada durante décadas, la oportunidad de reconstruir un discurso claro y con voluntad mayoritaria en favor de la paz y el desarme.

La otra idea fuerza de la reconstrucción es la necesidad de reindustrializar Europa. Paz y reindustrialización van de la mano. La pandemia ya mostró la evidente debilidad de las cadenas de suministro occidentales. Sin un sector industrial potente y con una dependencia casi absoluta de las importaciones procedentes sobre todo de China, el sector productivo europeo sufrió crisis que no fueron creadas solamente por el COVID. Millones de trabajadores con contratos de malísima calidad en el sector servicios perdieron su empleo o la vida de manera innecesaria. Esa fue la primera ocasión en la que el norte de Europa se acordó de los tiempos en los que el tejido industrial ofrecía contratos estables de buena calidad protegidos por convenios colectivo y sindicatos de clase comprometidos. La crisis de materias primas derivada de las guerras actuales ha vuelto a reavivar la memoria de la clase trabajadora. Las privatizaciones y deslocalizaciones masivas, así como la destrucción del sector minero y manufacturero, han dejado al descubierto a un continente inane en manos de EE.UU. y de élites exportadoras a los que el bienestar de la clase trabajadora es lo que menos les preocupa. Por eso, el mensaje de los líderes llamados a reconstruir la izquierda europea en 2024 es simple y poderoso: Europa necesita volver a producir lo que consume con contratos de buena calidad y evitar el enfrentamiento absurdo y mentiroso con los países de los que importamos materias primas e insumos.

Mi apoyo a esta reconstrucción de la izquierda es total. No obstante, difiero con los principales líderes de la izquierda del norte de Europa en ciertos aspectos de sus estrategias para la reindustrialización. A continuación, analizaré el caso del Partido de los Trabajadores de Gran Bretaña, que celebró su congreso los días 2 y 3 de diciembre en Birmingham y al que tuve el enorme placer de acudir. Aunque el caso de Gran Bretaña posee características propias que no se dan en otros países del norte del continente, los análisis que escuché en Birmingham son muy similares a los de la izquierda continental en gestación. Por consiguiente, se podría adaptar el análisis de la propuesta de los camaradas británicos a las propuestas de la izquierda en otras partes del norte de Europa.

  1. El estrés postraumático de Thatcher

El primer aspecto que me gustaría resaltar es que, en mi opinión, la izquierda europea, pero sobre todo la británica, sufre de un trastorno por estrés postraumático que tiene su origen en las políticas de Margaret Thatcher y que no sabe cómo sobrellevarlo de manera funcional.

El daño que Margaret Thatcher hizo a la izquierda fue terrible. Pulverizó al movimiento obrero mediante privatizaciones masivas y cierres de industrias que fueron deslocalizadas en países lejanos. La otrora boyante clase trabajadora británica, así como sus organizaciones políticas y sindicales, cayeron en el desconcierto. Los trabajadores británicos fueron empujados al sector servicios con condiciones laborales muchos peores que en el sector industrial y se liberalizó el sector financiero y bancario. Las consecuencias fueron terribles. Tanto los niveles de pobreza y precariedad como los beneficios de los rentistas financieros se dispararon. Esto marcó la pauta para lo que luego se convirtió en la Unión Europea, que también laminó a la clase trabajadora del resto del continente, si bien favoreció a los países exportadores netos que, como en el caso de Alemania, pudieron mantener un tejido industrial mayor que el británico a cambio de no tener que competir con el resto de mundo gracias a la moneda única y a los tratados de la UE.

En mi opinión, la izquierda británica agrupada entorno a el Partido de los Trabajadores no ha sabido digerir la derrota que le infringió Thatcher. Por eso mantiene un mensaje propio de las personas que no han superado un trauma del pasado. Ese mensaje sostiene que hay que reconstruir el mismo tejido industrial que existía en Gran Bretaña antes de los gobiernos de Margaret Thatcher. Esto significa que hay que volver a tener el mismo tipo de empresas, el mismo tipo de fábricas y la misma forma de vida que entonces como si no hubiera pasado nada, como si todas estas décadas de neoliberalismo no hubieran sido más que una pesadilla de la que un día nos despertaremos para reintegrarnos en una vida de prosperidad y bienestar.

Por desgracia, la vida no es así. El tiempo no se detiene ni vuelve hacia atrás. Antes de los gobiernos de Thatcher, China no jugaba ningún papel relevante en la economía mundial, hoy es una superpotencia imparable. Es cierto que se benefició en parte de las deslocalizaciones y de las privatizaciones que dañaron a la clase trabajadora británica, y también es absolutamente cierto que dichas deslocalizaciones y privatizaciones nunca deberían haberse producido, pero es igual de cierto que ya no hay vuelta atrás. Gracias a la industrialización china, la pobreza del planeta se ha reducido en cientos de millones de personas. Tanto es así, que un país empobrecido durante siglos ya está planteando la perspectiva de la desaparición de la pobreza dentro de sus fronteras, lo cual es un logro histórico para la clase trabajadora de toda la humanidad. Plantear un aumento del desempleo en China para lograr un descenso del desempleo y de la precariedad en Gran Bretaña no es realista por dos razones fundamentales.

Primero porque los objetivos del gobierno chino y de la izquierda británica son diferentes. El gobierno chino tiene como objetivo primordial acabar con la pobreza marginal endémica de su país, el objetivo de la izquierda británica es el bienestar de la clase trabajadora. Por consiguiente, los estándares de vida que persigue la izquierda europea no se pueden conseguir devolviendo los centros de producción de las empresas británicas a Gran Bretaña.

Y segundo, porque dichas empresas británicas son empresas privadas. Los análisis de los líderes del Partido de los Trabajadores no recogen este hecho. Las empresas privadas británicas nunca aceptarían devolver su producción a Gran Bretaña a cambio de disminuir beneficios. Antes de aceptar tal cosa, abandonarían su país de origen y se convertirían en, por ejemplo, empresas privadas chinas.

2. La necesidad de una hoja de ruta funcional

Por consiguiente, creo que el Partido de los Trabajadores británico debería proponer una hoja de ruta hacia la necesaria reindustrialización que no partiera del trauma causado por los gobiernos de Thatcher. Algunos psicólogos llaman a este proceso el paso del estrés al crecimiento postraumático.

Devolver la producción industrial de las empresas británicas a Gran Bretaña es un objetivo perfectamente legítimo que si contara con el apoyo mayoritario de la ciudadanía debería producirse, pero para ello habría que nacionalizar prácticamente el 100% del sector industrial británico. Me temo que no hay una mayoría social a favor de dicha nacionalización. No obstante, se podría construir una hoja de ruta hacia la deseable industrialización del país en términos más funcionales. A continuación, voy a esbozar una propuesta para dicha hoja de ruta divida en dos legislaturas.

Legislatura I

i. Implantación en Gran Bretaña de un plan de trabajo garantizado: la gran ventaja de Reino Unido con respecto a los países de la UE es que cuenta con soberanía monetaria. Por consiguiente, está en condiciones de implantar un plan de trabajo garantizado basado en las reservas de estabilización de empleo, de manera que el pleno empleo permanente y de calidad pasara a convertirse en una variable endógena del ciclo económico.

ii. Nacionalización de la banca de ahorro y reducción del tamaño de la banca comercial de manera que ningún banco comercial tuviera un nivel de activos superior al 2% del PIB nacional. Esta medida debería ir acompañada de un regulación del sector financiero que siguiera las pautas marcadas por el documento Proposals for the Treasury, the Federal Reserve, the FDIC, and the Banking System.

iii. Renacionalización del sistema público de salud NHS y reversión de todos los recortes y privatizaciones llevados a cabo en el sector de la salud desde los gobiernos de Thatcher.

iv. Salida de la OTAN.

Legislatura II

i. Puesta en marcha de un plan de reindustrialización basado en tres tipos de tecnologías: la genética, la nanotecnología, la robótica (GNR).

ii. Participación mayoritaria del sector público en el plan de reindustrialización GNR para evitar nuevas deslocalizaciones y privatizaciones en el futuro.

iii. Limitación de la participación de empresas privadas en el plan de reindustrialización GNR a aquellas empresas (nacionales o extranjeras) que se comprometan de manera vinculante a mantener sus inversiones futuras dentro de Gran Bretaña.

En mi opinión, esta hoja de ruta hacia la reindustrialización del país dividida en dos legislaturas sería mucho más funcional y contaría con un apoyo popular mucho más amplio que una hoja de ruta cuyo origen fuera el trauma causado por Margaret Thatcher. La GNR está dando lugar a una nueva revolución industrial similar a la primera revolución industrial nacida de la máquina de vapor. Creo que es ahí, en la vanguardia tecnológica de la GNR, hacia donde se deben enfocar los esfuerzos para la reindustrialización de Reino Unido.

En mi libro Socialismo Fiduciario detallo la manera en la que llevar a cabo un plan de trabajo garantizado basado en las reservas de estabilización de empleo de manera que solo puedan subsistir ofertas de empleo que igualen o mejoren las condiciones laborales ofrecidas por el plan de trabajo garantizado. Con ello se eliminaría el empleo de mala calidad. También abordo la reforma de la banca y analizo las principales tecnologías GNR, así como el resto de puntos de la hoja de ruta.

El Partido de los Trabajadores de Gran Bretaña cuenta con grandes líderes como George Galloway (que se presentará a la alcaldía de Londres en 2024) y Chris Williamson. Sus capacidades políticas son enormes y sin duda serían capaces de llevar a cabo una hoja de ruta como la que propongo. Cuentan con todo mi apoyo.

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