En psicología, las proyecciones negativas del propio carácter sobre otras personas se consideran un recurso defensivo ante defectos que resultan demasiado dolorosos como para ser reconocidos en nosotros mismos. La semana pasada salió a la luz pública un podcast que es un verdadero ejemplo de proyección negativa, Desmontando la teoría monetaria moderna. Su temática: la teoría monetaria moderna (TMM) y de paso el socialismo fiduciario. Sus perpetradores, el director del podcast (un tal Isidoro Iracundo) y Mario del Rosal (profesor de economía en la Universidad Complutense de Madrid). Este artículo está escrito, por consiguiente, en defensa propia, ya que del Rosal cita varios pasajes de mi libro Socialismo Fiduciario, pese a que lo llama Socialismo Monetario (ese es el nivel de rigurosidad de su bilis).
Empecemos por la primera pregunta del programa, “¿qué es el dinero?”. He aquí la respuesta de nuestro insigne profesor:
“El dinero es un resultado y una condición inapelable insustituible de cualquier economía mercantil […]. A fin de cuentas, el dinero no es ni más ni menos que como decía Marx la mercancía equivalente general. Es una mercancía que equivale a cualquier otra en el sentido de que es un representante universal del valor, un representante universal del trabajo que los seres humanos dedicamos a la producción de bienes. Y esos bienes, cuando se distribuyen a través del mercado evidentemente se convierten en mercancías, con lo cual el dinero como digo es un representante del valor en el momento en el que tengamos una economía en la que las personas que vivimos en sociedad dediquemos nuestro trabajo a producir cosas y esas cosas se distribuyen a través del mercado. […] Todos conocemos las famosas tres funciones del dinero. La primera función sería la unidad de cuenta que es la principal y tiene que ver con lo que estaba comentando justo ahora. El dinero es la forma a través de la cual podemos medir lo que valen las cosas, mejor dicho, las mercancías. No hablamos del valor de uso, no decimos si son más o menos útiles, sino sencillamente cuánto ha costado producirlas. En función de lo que ha costado producirlas se intercambian. Ese intercambio, si se hace de forma directa de una mercancía a otra o de cualquier mercancía en relación con cualquier otra resulta muy complicado y por eso es por lo que surge el dinero. El dinero surge como una forma […] universalmente aceptada a través de la cual triangulando […] las personas podemos intercambiar una mercancía por otra mercancía usando el dinero de por medio. Por eso en cada cultura, en cada latitud, en cada geografía encontramos formas de dinero primitivas distintas, obviamente dependiendo de lo que se produce produjera en cada lugar. Así que lo primero es que el dinero es una unidad de cuenta que sirve para medir el valor de las cosas. Lo segundo es que gracias esa a esa naturaleza como equivalente general el dinero sirve como medio de intercambio […]. En tercer lugar, […] además de estas dos cosas que son necesarias para ese mecanismo de distribución mercantil el dinero también es una forma de guardar, de depositar, de reservar valor. Una forma de guardar valor o de guardar riqueza […].”
Respuestas similares a la ofrecida por Mario del Rosal las encontramos ya en tiempos de Adam Smith y Kant. No obstante, su respuesta está absolutamente desacreditada por las evidencias históricas y antropológicas sobre las que se basa la TMM. Lo que dichas evidencias nos muestran es que el dinero es deuda del emisor, no una mercancía. Por tanto, el origen de la moneda estatal es precisamente el Estado, no la producción de mercancías. La historia del dinero comienza con la aparición de los Estados. Hasta entonces las personas no crearon bienes y servicios destinados a su compra-venta en el mercado porque sencillamente no había mercado. Primero surgió el Estado, una autoridad capaz de endeudarnos en su unidad de cuenta. A esa deuda la llamamos impuestos. Para pagarlos necesitamos los pagarés que sólo el Estado puede emitir (en Mesopotamia se utilizaban tablillas de arcilla sin valor intrínseco). Dichos pagarés los utiliza el Estado para autoabastecerse. Así fue como las personas decidieron empezar a crear bienes y servicios y crearon el mercado. El Estado acudía con sus pagarés al mercado. Allí entregaba esos pagarés a los productores a cambio de sus productos. De esa manera el Estado se autoabastecía de todo lo que necesitaba (obviamente no se podía quedar sin sus pagarés) y los productores obtenían los pagarés para saldar sus deudas fiscales: bienvenido al neolítico, señor del Rosal. Esta explicación desde la TMM no se fundamenta en el escaso conocimiento histórico y antropológico del que disponían Adam Smith, Kant, Marx y el apolillado del Rosal, sino en las investigaciones más punteras y actuales. Una de esas fuentes es fundamental, el libro de David Graeber de 2021 titulado En deuda.
Del Rosal, igual que el neoliberalismo, sigue anclado en el absurdo de que un día, de buenas a primeras, las personas nos pusimos a crear mercancías, cada uno según su especialidad, para luego comerciar con ellas en un mercado sin moneda estatal y que después de un tiempo se eligió a una mercancía (se supone que el oro) para utilizarla como forma de pago porque el trueque se convirtió en algo demasiado complicado. A esto el neoliberalismo lo llama la teoría del Homo Oeconomicus. Se trata de una teoría más que refutada. No cuenta con ninguna evidencia ni histórica ni antropológica. Y sin embargo, del Rosal la defiende como válida. Además, se trata de una versión cutre de la ley de Say, según la cual la oferta crea su propia demanda y donde el dinero surge de la creación de mercancías por arte de magia potagia. Es entenderlo todo al revés. En realidad, las personas nos especializamos y nos dedicamos a vender los bienes y servicios fruto de nuestro trabajo especializado si y sólo si estimamos que la demanda por dichos bienes y servicios existe con anterioridad a que nos pongamos a trabajar. La humanidad sólo dio ese paso cuando hubo Estados con capacidad de crear demanda de bienes y servicios en moneda nacional y con la autoridad suficiente como para imponernos deudas fiscales, no antes. Es de pura lógica. Esto es el dinero: deuda. Y no hay que confundirlo con lo que el dinero hace o puede hacer, ya que efectivamente el dinero sirve para realizar intercambios y para atesorar valor, pero eso es consecuencia de que el dinero es deuda. El dinero como mercancía equivalente general nunca existió en las sociedades primitivas. Por eso no hay ni un solo registro ni histórico ni prehistórico que sustente las palabras del profesor. Ni uno solo. Lo que dice de las sociedades primitivas es una pura invención que a día de hoy sólo los pseudomarxistas paleolíticos y neoliberales se creen. Sin embargo, pese a defender postulados antiquísimos totalmente desacreditados, del Rosal dice que la TMM no es ni “rompedora” ni “moderna”. Sus palabras son una permanente proyección neoliberal y un disparate sin base científica de ningún tipo. El uso del oro surgió mucho después de que existieran los mercados nacionales y sólo se usó en el comercio con otros Estados a modo de solución tecnológica para salvar el problema que supone que la deuda de un Estado no es aceptada en otro, ya que fuera de sus fronteras los Estados no tienen capacidad de imponer deudas fiscales y por lo tanto su deuda no es aceptada. Así demuestra la TMM que efectivamente los impuestos son los que dan valor al dinero. Además, el comercio con otros Estados fue limitadísimo hasta la Edad Moderna. No incluía bienes de primera necesidad ni armas, sino más bien objetos de lujo apreciados por las clases altas que no tenían ningún valor de uso. En el comercio internacional, las exportaciones son un coste y las importaciones un beneficio. Por eso tradicionalmente las colonias sólo podían comerciar con sus metrópolis o sólo podían comerciar con otros Estados de forma muy limitada, es decir, sin incluir bienes de primera necesidad ni armas. De esta manera, tan sólo en la cita anterior Mario del Rosal compra al neoliberalismo tres de sus falacias fundacionales: el dinero-mercancía, el homo oeconómicus y la ley de Say.
Pero pasemos a la segunda proyección neoliberal del profesor del Rosal: la creencia de que los impuestos financian el gasto público.
“Como [los defensores de la TMM] dicen que los impuestos no son necesarios […] para que el Estado gaste, lo que están diciendo fundamentalmente es que esa tradición de la izquierda de reclamar incrementos de impuestos (sobre todo de impuestos directos) tanto para aumentar el gasto público y generar servicios, lo que sería en términos marxistas el salario indirecto y el salario diferido, según ellos es completamente innecesario. Entonces ellos abogan, y esto puede chocar a muchos pero es la realidad, ellos abogan no solamente por no aumentar los impuestos directos sino directamente por reducirlos. De hecho, lo que dicen es que desde la izquierda hemos cometido sistemáticamente un error que es pretender mantener una […] dependencia con los ricos. Es decir, querer cobrarles a los ricos más impuestos para gasto público, para servicios públicos, es mantener una dependencia que según la teoría monetaria moderna habría que romper. Ese cordón umbilical, como ellos lo llaman, tenemos que entender que hay que romperlo, no es necesario. […] Los impuestos […], sobre todo si son directos, simplemente son una forma más bien modesta de intentar recuperar para la clase trabajadora una pequeña parte del plusvalor que se nos ha arrebatado a través de la explotación […]. Entonces, según ellos, ese afán, esa obcecación, que tenemos quienes pertenecemos al ámbito que ellos llaman de la izquierda por incrementar o sostener los impuestos o hacer que los impuestos sean un mecanismo de redistribución tenemos que olvidarnos de ello, no es necesario para nada. […] De hecho, hay una tesis muy gráfica que es la que ellos llaman la tesis de Robin Hood. Ellos lo que dicen es que de igual forma que Robin Hood robaba a los ricos para dárselo a los pobres y que eso era una cosa ingenua y que no llevaba a ningún lado, pues lo mismo estamos haciendo con los impuestos directos. Los impuestos son una especie de forma moderna de actuar equivalente a la de Robin Hood y tenemos que olvidarnos de ese Robin Hood. No hace falta eso. Lo que hay que hacer es olvidarse de los ricos, dejarlos aparte y conseguir que el Estado esté al servicio de la clase trabajadora. Ese es el fundamento final del asunto. Claro, luego nos encontramos con algunos autores relevantes de la teoría monetaria moderna como Warren Mosler que casualmente vive en las Islas Vírgenes Británicas, que es un paraíso fiscal. Bueno, casualidades de la vida. En cualquier caso, ese elemento es fundamental. Eso nos ayuda por ejemplo a entender el elemento realmente reaccionario que hay detrás.”
La proyección neoliberal y las mentiras de la cita anterior llegan a niveles patológicos. La TMM no dice que no es necesario recaudar impuestos para poder realizar el gasto público, lo que dice es que tal cosa es imposible. Es muy sencillo. El gasto público es anterior a la recaudación de impuestos. Por consiguiente, es imposible que los impuestos financien el gasto público. Los impuestos se pagan en moneda nacional. El origen de dicha moneda sólo puede ser el Banco Central, es decir, el Estado. El sector privado (las empresas y las familias) son usuarias de la moneda nacional. El Estado es usuario y emisor exclusivo de dicha moneda. Por tanto, para poder recaudar impuestos el Estado ha tenido que poner en circulación el dinero correspondiente a esos impuestos con anterioridad a la recaudación de los mismos. Los impuestos no financian nada porque no pueden. El gasto público crea dinero en el Banco Central mediante tecleos informáticos, los impuestos destruyen el dinero que se recauda con ellos porque son los pagarés de una deuda saldada. Un libro donde se explica esto con meridiana claridad es Dinero para principiantes, escrito por Randall Wray en 2023.
La desvinculación del gasto público y la recaudación de impuestos es fundamental para la TMM. Primero, porque desde la rigurosidad científica (de la que carece Mario del Rosal) explica un aspecto clave en el funcionamiento de las sociedades monetarias de producción actuales. Segundo, porque libera a los Estados de las restricciones financieras que les impiden llevar a cabo políticas de pleno empleo y de bienestar. El papel de los impuestos es triple: dan valor al dinero, pueden modular las presiones inflacionarias e incentivan o desincentivan las diferentes actividades económicas, pero en ningún caso financian el gasto público. Dicho esto, no conozco a ningún proponente de la TMM (y conozco a casi todos) que haya escrito o dicho nunca que haya que bajarle los impuestos a los ricos. Todos ellos reconocen el papel de redistribución de la riqueza jugado por los impuestos y todos ellos apuestan (incluido yo mismo) por un sistema tributario progresivo en el que los que más tienen paguen más que los que menos tienen. Reto a Mario del Rosal a que me demuestre lo contrario porque mentir en libelos iracundos es muy fácil.
Ahora bien, entre los defensores de la TMM hay personas de izquierda y de derecha, ya que la TMM no es un régimen político, sino una escuela económica que explica cómo funcionan las economías monetarias de producción y un método para conseguir el pleno empleo sin inflación. Los fines de ese pleno empleo sin inflación pueden ser de izquierda o de derecha dependiendo de la ideología de cada uno. Mi libro se llama Socialismo Fiduciario. La consecución de los fines del socialismo mediante la teoría monetaria moderna y es una propuesta política de izquierda que persigue la movilización de los recursos reales y financieros de la economía siguiendo los preceptos de la TMM para conseguir los fines del socialismo (no sólo el pleno empleo con estabilidad de precios). Para ello, me apoyo en la obra del norteamericano Warren Mosler, uno de los fundadores de la TMM junto con el norteamericano Randall Wray y el australiano Bill Mitchell (del Rosal vuelve a mentir al decir que la TMM es una escuela exclusivamente norteamericana). Mosler recibe numerosos ataques injustificados o directamente mentirosos por parte de del Rosal, empezando por el hecho de que Mosler no vive en las Islas Vírgenes Británicas, sino en las Islas Vírgenes Norteamericanas, es decir, en un territorio de su propio país.
La propuesta de reforma fiscal para España que propongo en Socialismo Fiduciario surge del libro de Mosler Soft Currency Economics. En su obra, Mosler propone un impuesto progresivo sustentado en el valor catastral actualizado del suelo y de los bienes inmuebles, ya que un impuesto de esas características cumpliría con las tres funciones de los impuestos antes mencionadas y no grabaría las actividades económicas productivas sino la actividad especulativa española por excelencia: la especulación inmobiliaria. Por eso adapto su propuesta al caso español. Se trata de un impuesto que grabaría enormemente a quien menos paga impuestos en el contexto actual, las grandes fortunas y los grandes latifundistas, así como a los especuladores inmobiliarios. Además, esta propuesta la vinculo a un plan de vivienda en alquiler garantizada que aseguraría que en España todo el mundo tuviera acceso a una vivienda digna, que se acabara con la especulación y el rentismo inmobiliario y que (esto es muy importante porque liberaría muchos recursos) se simplificara enormemente el endiabladamente complejo sistema tributario.
Es muy triste leer los ataques injustificados de del Rosal a Mosler, un jubilado que a diferencia de Bill Mitchell y Randall Wray no es de izquierdas y que ganó mucho dinero durante su carrera como gerente de fondos de inversión, a la vez que recomienda en el podcast al economista trotskista británico Michael Roberts, el cual trabajó toda su vida para las entidades financieras de la City londinense (eso sí, con muchísimo menos éxito que Mosler, que es lo que le hubiera gustado ser de mayor a Roberts si hubiera tenido el talento y la materia gris suficientes para ello).
Ahora bien, para el socialismo fiduciario lo más importante de la obra de Warren Mosler es la ley que lleva su nombre, la Ley de Mosler, según la cual no hay crisis financiera lo suficientemente profunda como para que no se pueda salir de ella gracias al suficiente aumento del gasto público y/o a la suficiente bajada de la presión fiscal. Es decir, no hay crisis financiera que no sea resoluble mediante el suficiente aumento del déficit público.
Esta ley complementa todo lo dicho anteriormente sobre el dinero, los impuestos, el gasto público y la soberanía monetaria. Por tanto, ¿cuál es siempre el nivel de déficit público correcto? El que garantiza el pleno empleo de los recursos humanos y materiales, el cual no es inflacionario si se combina con el trabajo garantizado basado en las reservas de estabilización de empleo, cuyo funcionamiento se explica en el libro de 2020 escrito por Pavlina Tcherneva llamado En favor del trabajo garantizado. Así es como la garantía de acceso al trabajo y de acceso al resto de bienes y servicios del socialismo se convierte en un fenómeno monetario, independientemente del tamaño de la iniciativa privada (los postulados de la TMM se cumplen haya o no empresas privadas). La única restricción para convertir el acceso a los bienes y servicios del socialismo en variables endógenas del ciclo económico son los recursos reales disponibles.
Por consiguiente, la soberanía monetaria proporcionada por la conveniente coordinación entre en Banco Central y el Tesoro, un sistema funcional de recaudación de impuestos, una política de tipos de interés del 0% permanente y los tipos de cambio flexibles es fundamental para la consecución del pleno empleo con estabilidad de precios y el acceso a los bienes y servicios del socialismo. Esto no es posible dentro del euro. Por eso el euro debe ser abandonado.
Entre risitas y descalificaciones, del Rosal se mofa de lo anterior y dice:
“Según ellos, tal y como está configurado el sistema, si ciertos iluminados capaces de entender la teoría monetaria moderna acceden a los resortes del poder Estatal y ponen en marcha este tipo de mecanismos conseguirán a través del uso del dinero de los bancos centrales […] un mecanismo gracias al cual tendríamos un capitalismo sin desempleo, que ya de por sí es un oxímoron”.
Y tanto que es un oxímoron. Del Rosal se da de bruces con la realidad y ni se da cuenta. El capitalismo no existe sin un ejercito industrial de reserva de parados. Capitalismo y ejercito industrial de reserva de parados son consustanciales. Eso es lo que Marx sostiene. Por consiguiente, al acabar con el desempleo de manera permanente y al convertir al pleno empleo en una variable endógena del ciclo económico, la TMM abre la puerta a la superación del capitalismo. El desempleo es un fenómeno monetario. Los Estados monetariamente soberanos eligen su nivel de desempleo según su nivel de gasto. Los Estados monetariamente soberanos pueden comprar todo aquello que esté a la venta en su propia moneda (no se pueden quedar sin ella) incluida la mano de obra desempleada. Por eso el socialismo fiduciario defiende que un sistema deja de ser capitalista y pasa a poder ser considerado socialista si convierte en variables endógenas del ciclo económico el empleo garantizado, la utilización plena y prudente de los recursos naturales, la garantía a todo ciudadano de comida, alojamiento, vestido, servicios sanitarios y educación, una seguridad social en forma de pensiones y subsidios y una garantía de estándares laborales dignos (esto último mediante el ineludible trabajo de los sindicatos y de los comités de empresa, a los cuales el socialismo fiduciario otorga una enorme importancia, ya que es el ámbito del que provengo).
La referencia que me lleva a sostener lo anterior es Lenin cuando sostiene lo siguiente en su escrito ¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?:
“Un banco único del Estado, el más grande entre los más grandes, con sucursales en cada subdistrito y en cada fábrica, supone ya nueve décimas partes del aparato socialista. Supone una contabilidad nacional, un control nacional de la producción y distribución de los productos; es, por decirlo así, algo parecido al esqueleto de la sociedad socialista. Podemos “adueñarnos” y “poner en marcha” de un solo golpe con un solo decreto, ese “aparato estatal” (que en el capitalismo no es por completo del Estado, pero que en nuestras manos, en el socialismo, será íntegramente del Estado).”
¿Es Lenin también un iluso y un iluminado, señor del Rosal? Porque lo que sostengo es lo mismo que sostiene él. Nueve décimas partes del aparato estatal del socialismo pasan por el Banco Central, es decir, por la entidad en la que reside la soberanía monetaria. Lenin no creía en hechos parapsicológicos según los cuales el dinero surge de la creación de mercancías por arte de birlibirloque, como sostiene el profesor del Rosal. El dinero surge de los bancos centrales. Por tanto, el Estado no necesita el dinero de los impuestos pagados por los ricos ni por los pobres para poder gastar, ya que tiene a su disposición toda la moneda nacional que precise gracias al Banco Central. En la URSS no había millonarios. ¿Acaso cree el iluso profesor que la industrialización, la carrera espacial y armamentística y el estado del bienestar soviético se financiaron con los poquísimos impuestos que pagaban los soviéticos? Creer tal cosa es demencial. Los impuestos, tasas y multas soviéticos eran suficientes como para mantener el valor del rublo, pero no financiaron absolutamente nada. Todo se financió mediante el Banco Central de la Unión Soviética. Otorgar ese papel fundamental a los impuestos pagados por los ricos tal y como hace del Rosal es, una vez más, comprarle el discurso al neoliberalismo y hacer buenas las palabras de Margaret Thatcher cuando decía: “no hay dinero público, sólo hay dinero de los contribuyentes”.
La arrogancia de las proyecciones neoliberales lanzadas en el podcast no conoce límites. Después de defender supuestas posiciones pseudoanticapitalistas financiadas por los impuestos de los ricos, los invitados del podcast dicen que el marco propuesto por la TMM sólo es aplicable a Estados Unidos. ¿Acaso los Estados Unidos son los únicos que tienen un Banco Central, un Tesoro, un sistema tributario y la capacidad de establecer sus tipos de cambio e interés? En todo caso, el marco propuesto por la TMM sólo dejaría a un lado a un puñado de estados subsaharianos cuyos recursos reales no permiten establecer todavía un régimen de soberanía monetaria. Los BRICS (organización a la que España debería unirse) ya se están poniendo manos a la obra para solventar esa situación. El Nuevo Banco de Desarrollo, el llamado banco de los BRICS, es ya una alternativa al FMI y al Banco Mundial. Occidente sabe que sólo la soberanía monetaria de los países en vías de desarrollo es lo que puede conducir a dichos países por la senda de la industrialización. Por eso el FMI y el Banco Mundial intentan que los países en vías de desarrollo no puedan comerciar ni endeudarse en su propia moneda. Las líneas de swap del Banco Central chino y del Nuevo Banco de Desarrollo hacen lo contrario: fortalecen las monedas nacionales y su soberanía. Rusia y China marcan el camino porque así fue como ellas se industrializaron. Grandes economistas de izquierda africanos formados en la escuela de la TMM como Ndongo Samba Sylla en el Banco Central de Ghana y Fadhel Kaboub (subsecretario general para la financiación y desarrollo de la Organización para la Cooperación Educativa de Etiopía) están jugando un papel fundamental en este proceso, que en el futuro irá más.
Euro delendus est.