Ni soberanía ni dignidad

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Ha dejado de tener gracia que la actualidad política española sea un permanente plano secuencia de Berlanga. Aparte de vergonzoso, es preocupante el nivel de vasallaje a los intereses del entorno económico de la OTAN. El servilismo y la ausencia del menor nivel crítico auguran que la siguiente legislatura va a ser aún más entregada y rastrera. Una genuflexión que predispone a los nuevos y más exigentes recortes que la Unión Europea nos depara bajo la observancia de la «estabilidad presupuestaria», así como el trasvase de recursos públicos para la guerra estructural.

La franquicia del Partido Demócrata de los EEUU en España, nuestro Gobierno de Progreso, cumplirá perfectamente su papel. Dirá una cosa y hará otra, tal como Sánchez ayer aseguró estar compungido por los miles de niños palestinos asesinados, a la vez que daba la mano a Netanyahu en su primera visita oficial. Y Sumar, junto con los enfurruñados de Podemos, ejercitarán también su papel anticipado aquí, en el lado cómodo de la historia.

Ayer, en nuestra sitcom berlanguiana, tocaba una de esas escenas recurrentes en la historia reciente española, que consiste en celebrar la pérdida de una parte de nuestra soberanía y su traspaso a manos de intereses atlánticos. Déjà vu de momentos como el OTAN de entrada no, Fraga en bañador, la llegada del euro y otros. Por favor, lean:

Sí, han leído bien. El PSOE madrileño vanagloriándose de que BlackRock nos honre con sus inversiones. Y no sólo eso, sino usándolo como arma arrojadiza contra su supuesto adversario político, el PP. Les dejo unos segundos para asimilarlo y luego les pregunto:

Con una «izquierda» así, ¿para qué hay una derecha?

Mención aparte para las muletillas del PSOE, todos ellos sin distinciones (Sumar, Podemos, Más lo que sea, etc). ¿A santo de qué el felicitarse por los ministerios ofrecidos? Recuerdan a la criada de Peman, que se ponía orgullosa cuando su señora salía a la calle luciendo las joyas.

Indignación aparte, merece un análisis profundo el «razonamiento» de los socialistas madrileños. Su lógica ya no es que desprecie a la dialéctica, sino que se hunde en las más bajas falacias. Un grupo de inversores, cuya razón de ser es la ganancia más cómoda y rápida posible (de hecho, los inversores de fondos pueden ser anónimos para ni siquiera ver involucrados sus nombres en las operaciones), se gastará un dineral en comprar activos inmobiliarios en Madrid, lógicamente con la finalidad de especular con ello, y esto es celebrado por quienes dicen defender a las clases populares.

Incluso, más allá de ser celebrado, se ofrece como razón para molestar a la derecha, quien hoy celebra su huelga cayetana porque «se rompe España». No se rompe -dicen los del PSOE en Madrid-, al contrario, estamos estupendos, porque hasta un fondo de inversión, con un poder económico superior al de muchos Estados, nos quiere comprar.

¿Qué nos falta por ver? No descarto que la nueva Ministra de Vivienda, que posee tres viviendas y estrenó su nombamiento declarando que defendería a los pequeños propietarios, se vista de Lolita Sevilla y cante: ¡Viva el tronío de ese gran fondo con poderío!

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