El ministro que pudo cambiar las cosas

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A mitad de la última legislatura escribí una columna en la que criticaba la tibieza (siendo benévolo) con la que el Ministerio de Consumo, encabezado por Alberto Garzón, estaba actuando contra los abusos de las empresas al consumidor en general. 

Tengo que reconocer que, pese a que como consumidor o incluso como profesional era conocedor tanto de las prácticas de todas estas empresas contra las ciudadanas y los ciudadanos como de las lagunas legales y burocráticas que hacen que en la mayoría de los casos, todos estos gigantes de las telecomunicaciones, de la banca, de la energía o del transporte (entre otras) siempre salgan impunes, mi crítica se hizo a mitad de la legislatura y estando muy cabreado porque el ministro y su ministerio pasaron olímpicamente de nosotros cuanto denunciamos las condiciones abusivas de los contratos de Uber y de Cabify. 

Así que ahora con más perspectiva por el fin de ciclo, me gustaría hacer una crítica de la gestión de Alberto Garzón, empezando por lo positivo. No va a ser todo malo.

Por ejemplo, creo que es muy positivo lo de obligar a las compañías a disponer de un número gratuito de atención al cliente (aunque luego mayoría se lo pase por el forro).

Otra cosa que también creo que es un logro es lo de obligar a las empresas a que te atiendan en menos de tres minutos. En este caso es algo que tampoco se cumple en la mayoría de las veces pero oye, como concepto está muy bien. Menos tiempo de espera, clientes más contentos y no sólo eso, ya que esta medida tiene como consecuencia que se puedan generar más puestos de trabajo al ser mayor la carga de gestiones.

Luego también estuvo el jaleo que se montó con la crítica a las macrogranjas y la reducción del consumo de carne roja, en la que pudimos ver cómo la derecha mediática e institucional se dedicó a tergiversar y a manipular el mensaje para hacerlo parecer un ataque a las libertades de las ciudadanas y de los ciudadanos y para poner en pie de guerra a los ganaderos contra el gobierno. Lo de siempre.

Y hasta ahí si se puede defender algo de la gestión ministro Garzón. 

A partir de ahí nada ha cambiado. No se ha hecho nada contra los abusos que se provocan a diario contra la gente de a pie en cosas tan cotidianas como la luz, el gas o la cesta de la compra, el internet o la telefonía.

Y no sólo no se ha hecho nada para evitar que estas empresas no realicen contratos fraudulentos, emitan cargos improcedentes o cobren comisiones abusivas sino que además, ni se les castiga por ello, ni se les obliga a cumplir la ley (como pasa incluso con las mismas medidas que ha implementado este ministerio como con los teléfonos gratuitos) y por supuesto, ni se pone a disposición del consumidor una vía efectiva, fácil y ágil para que pueda reclamar. 

Por ejemplo, ¿Cómo se puede entender que las reclamaciones en la Oficina de Atención al Usuario de Telecomunicaciones, el organismo público encargado por ley de actuar contra los abusos de las telecos que además es gratuito hayan bajado más de un 30% cuando según FACUA son el cuarto sector que recibe más quejas? (El cuarto sector que debería de ser el tercero ya que la lista la encabeza la automoción por un hecho puntual como ha sido el cártel de precios).

Pues porque la gente no reclama porque les es muy complicado, Alberto y no has hecho nada para solucionarlo. Bastante problemas tenemos como para liarnos a meter formularios y documentos sin ningún tipo de información ni indicaciones claras. 

Yo sé que es complicado mover maquinaria burocrática tan pesada y que al final, todos estos procedimientos administrativos tienen sus normas, pero por eso mismo es que ese era el trabajo que se tenía que haber hecho desde el ministerio. 

¿Tan complicado es hacer campañas de información y de concienciación sobre nuestros derechos? No sé, supongo que no se puede, o no interesa.

Lo que no es normal es que una familia a la que Vodafone, Naturgy o CaixaBank le cobre 300 o 400 pavos (por poner una cifra) en cargos improcedentes y tras reclamar tenga que esperar mínimo 6 meses (que pueden alargarse otros 6 si la compañía lo recurre) para que le devuelvan el dinero (y eso sí cumplen que no lo hacen siempre).

Un dinero que para estos gigantes es una gota de agua que para cualquier familia les supone pasarlo muy mal todos esos meses. 

De hecho, sabemos que hay miles de quejas en redes sociales por cobros improcedentes contra Uber, Cabify y Bolt que se quedan en nada porque al no ser cantidades muy escandalosas, ante las trabas para reclamar en los organismos de Consumo, la gente no reclama tampoco… 

Dinero robado al consumidor que no se reclama en estas plataformas, dinero que se pierde y acaba en un paraíso fiscal en alguna isla caribeña. Vaya forma de combatir el capital. Dándole de comer. 

Bueno y lo de las casas de apuestas ya daría para escribir otra columna aparte. Es lamentable que la única que ha podido cerrar algunos locales en nuestros barrios haya sido la pandemia.

Alberto, nuestro voto te colocó ahí para solucionar los problemas de la gente, no para vivir alejado de los problemas de la clase trabajadora permitiendo como hace la CNMC, que sigan abusando de los más vulnerables impunemente.

Y hablando de la CNMC, ya no sé qué hace falta para que desde Consumo se le hubiera tirado de las orejas a este organismo que pagamos todos y todas y supuestamente independiente tras ser salpicado por los papeles de Uber o por como denuncia también FACUA, permitir que las grandes superficies se pongan de acuerdo en subir los precios de los alimentos, aprovechando la rebaja fiscal del gobierno en seguir engordando su cuenta de beneficios.

O como nos están intentando hacer a nosotros por orden de Uber, empresa líder en abusos a los consumidores y a los trabajadores, quitarnos del mapa clavándonos una sanción que saben que nos va a hundir en la ruina.

Ni ahí has dicho nada…

Es tan evidente quienes mueven sus hilos que hasta da vergüenza ajena.

Y como estos ejemplos, cientos. Es una pena que tengan que ser las asociaciones de consumidores las que de verdad estén consiguiendo de alguna manera frenar todos estos atropellos. 

Una pena y otra oportunidad perdida. Nos ha tocado sufrir la parte a la que el sistema golpea y aunque las urnas colocaron a uno de los nuestros para acabar con la dictadura de los poderosos y al final, nada ha cambiado, he incluso los poderosos han salido reforzados. 

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