Circo, lenguas y pan poco

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Ninguna causa nacionalista merece el beneplácito del socialismo. No faltará quien para desmentir esta primera afirmación me traiga a Lenin con sus palabras reinterpretadas. Eso no hace menos cierto que el nacionalismo, por definición, pertenece al espacio conservador. Aún más, el sectarismo y el supremacismo son, sin duda, sus señas de identidad. Ser nacionalista es ser racista. La afirmación “España (o Uganda, tanto da) nos roba” es una estrategia burguesa para que el foco no se ponga en el capitalismo ni en quienes ostentan los medios de producción, explotando a sus asalariados, sino en un ente abstracto, que siendo nada, a conveniencia se demoniza. Esto sólo sirve para crear un “ellos” y un “nosotros” que sustituye al “ellos” y “nosotros” que no es abstracto ni mitológico, sino perfectamente tangible, como lo es la diferencia entre explotados y explotadores.

Si la legislatura anterior fue la de las identidades de género, me temo que la futura será la de las identidades nacionales. Unas y otras sirven para lo mismo: para instalar a la ciudadanía en una distopía identitaria, alejada y extrañada de su realidad material. Dicho de otra forma: mientras encontramos simpático o antipático que personas que comparten la misma lengua jueguen a hablarse en una que no entienda el 90% restante, de lo que no se hablará será de la sanidad, la educación, las pensiones, los salarios, la necesidad de reindustrializar el Estado, la igualdad entre los sexos o los problemas de acceso a la vivienda. Tampoco de que, desprovistos tejido industrial, científico y tecnológico, no podamos ser sino el chiringuito de Europa, para incordio del día a día de los residentes en las ciudades más visitadas. Entre esteladas, ikurriñas y, por supuesto, españolazos con pollo o sin él, siempre dispuestos a lucir su propio supremacismo, será difícil ocuparse del desempleo endémico de las personas jóvenes y de las mayores de 55. Tampoco del lamentable estado de las residencias, del abandono escolar temprano, de la epidemia de adición infantil a la tecnología, pornografía incluida, o de que la mitad de los niños y niñas escolarizados en España presenten dificultades de aprendizaje.

Es del todo cierto que obtiene la legitimidad de presidir España quien cuenta con una mayoría de apoyos en el Congreso, con independencia de que haya sido o no el partido más votado. También lo es que en ausencia de partidos que reúnan más de 176 diputados y diputadas lo normal es que se tejan acuerdos con otros grupos. Todo acuerdo y negociación exige la cesión de parte de los propios objetivos e intereses, por eso lograrlos y que sean estables es tan difícil. Tan legítimo como pactar con diferentes es que tanto la ciudadanía como el resto de partidos puedan juzgar, celebrar o lamentar dichos pactos, tanto más si se sellaran con cesiones de difícil encaje constitucional o, peor, en evidente choque con los (supuestos) principios y valores del partido que pretende lograr la investidura de su candidato. Estar en contra de la deriva antisocialista del PSOE y de sus actuales dirigentes no es ser fascista.

En este sentido, sería bueno que, si finalmente Sánchez entona un discurso de investidura, explicara qué tiene de socialista y en qué beneficia al proletariado (¿conocerá esta palabra?) que un Gobierno se pliegue a los intereses burgueses de una minoría ultraneoliberal que ha hecho de una región de España su chiringuito particular, olvidando los intereses y necesidades de la ciudadanía que la habita. Del mismo modo, sería oportuno saber a qué atiende la purga a antiguos dirigentes socialistas, cuyo pecado es estar de acuerdo con las palabras de Sánchez y del resto del actual PSOE en julio de 2023. Tampoco estaría mal recordar que el socialismo es necesariamente antinacionalista y que es de plena normalidad democrática que declarar unilateralmente la independencia de un territorio, desproveyéndolo de seguridad jurídica y sin que exista una situación de colonialismo sobre él tenga consecuencias legales para quienes han proclamado un referéndum fake sin garantías jurídicas ni democráticas, tomando por cierto un resultado inverificable y, en cualquier caso, nulo. Desconocía que la amnistía fuese un instrumento para ganarse socios parlamentarios y para reinterpretar los hechos a conveniencia de quien ansía un sillón por encima de la coherencia y de su propio partido.

También convendría que Sánchez explicase, en tanto socialista, por qué los recursos no se entregan en función de las necesidades de cada región, y no en función de la mayor o menor capacidad de chantaje de sus gobiernos. Urge una mejor política fiscal y redistributiva entre rentas y territorios. Se come de empleos dignos y de calidad, no de telas. Se gobierna conforme a principios socialistas con políticas que creen y redistribuyan la riqueza, no dando alas a identitarismos nacionalistas antiobreros. La foto de la señora Díaz y del señor Puigdemont sonrientes es la foto de una burguesía que sabe protegerse a sí misma; que sabe despejado el camino de su propia riqueza y de sus propios intereses particulares, quedando muy lejos cualquier agenda socialista, materialista, racional y universalista. Se oirá aranés y bable en el congreso, qué bien. La ocurrencia nos sacará de la cabeza por dos minutos la obsesión de cómo pagar la próxima factura. Circo, lenguas y pan poco.

1 COMENTARIO

  1. Creo, Ana, que hay varios aspectos de tu reflexión que incurren justamente en azuzar un debate que ya debiera estar más que superado si atendemos a principios democráticos en cuanto a algunos de los derechos que nos asisten. incluso siendo como fue creada la Constitución Española pero que es el marco legislativo del que emanan el resto de leyes.

    Las lenguas no son más que un medio de comunicación de una población en lo que tú denominas «región», término, por cierto, cargado de un sesgo ideológico y además cierto manejo -del proceso histórico- deficiente o asentado en el uso de textos que beben directamente de los discursos franquistas y de la construcción de una identidad nacional bastante naïf.

    Ana, quienes en el estado español hablan o tienen como lengua materna otra distinta al castellano, en la actualidad, es una población del, al menos, 40% de la totalidad, bastante más que ese exiguo 10% que tú reservas (he hecho las cuentas y he reducido la cifra total de habitantes con lenguas co-oficiales, a un 75% porque es cierto que hay una población considerable que ya no las usa). Tú aseveras que el 90% de la población con nacionalidad española habla y maneja, en exclusiva, el castellano aun habiendo en su “región” (en la legalidad actual es “comunidad autónoma” tema que daría para una buena reflexión) otra lengua oficial o “co-oficial”, pese a ello, por decisión propia escogen el castellano conozcan o no la otra, sean o no originarias/-os de esa comunidad, no me voy a extender en qué radica esta elección, pero obviamente no es una elección libre, por descontado. Añado que en el cómputo no he incluido los y las hablantes de otros idiomas como el árabe bien presente en Ceuta y Melilla ni otras lenguas de poblaciones inmigrantes, tampoco otras con entidad propia como el asturiano… reducidas a “variantes dialectales”.

    Por otro lado, lo cierto es que a Lenin no hace falta parafrasearlo porque era muy muy claro: estaba en contra de imponer una lengua estatal, porque eso lo asimilaba a la opresión burguesa y cito “un estado democrático debe, ciertamente, reconocer la libertad total de las lenguas maternas y rechazar cualquier privilegio de una de las lenguas” .

    Porque Ana, una cosa es una internacional obrera, la lucha de clases, acabar con el sistema burgués, con el patriarcado y otra bien distinta es un “idiomicidio” institucional que además, seamos claras, no funcionaría por el simple hecho de que desde que las y los primeros homínidos dieron en construir un lenguaje que permitía nombrar las cosas y transmitir conocimientos se han “inventado” o mejor dicho, desarrollado miles de lenguas, millones de lenguajes o jergas, vas tú y toda la gente que cree que es mejor una sola lengua a obrar de garantes del español (que es una lengua inventada no hace tanto y que por cierto, además nadie habla porque en la lengua oral hay espacio para introducir “palabros”, ya sean variantes dialectales, modismos, onomatopeyas, silencios, timbres, tonos que por descontado no existen en la teoría.

    Dicho lo dicho y en cómo enuncias este tema, concluyo que gozas de un nacionalismo bastante acusado, aunque obviamente no eres consciente de tal sentimiento, pero como le pasa a muchísima militancia de izquierdas, eh!. Otras reconocemos que defendemos un “inter-nacionalismo” de clase y claro, feminista.

    Fíjate que nombras a Uganda y yo me pregunto, por qué no proponer el ugandés como lengua franca? O cualquier otra, ¿Por qué esa insistencia con el español?? bueno, ahí está el inglés gozando de sana salud imperialista, para qué hablar español pudiendo usar esta lengua tan bien acogida… oye, un proceso idéntico al usado por la Roma Antigua y también por e Estado Moderno de la monarquía hispana hasta su fin como imperio allá por el 1898. Solo esto ya debiera poner sobre aviso a cualquier buen o buena militante de izquierdas.

    Es pues un argumento falaz decir que como toda la población con nacionalidad española conocemos el español, esta debiera ser la única lengua. Estos argumentos suelen dejarnos perplejas, pues son una contradicción, pese a la realidad material evidente que es que muchísima gente tenemos una legua materna diferente al español que es la que usamos de forma cotidiana, en comunicación con las administraciones sean municipales o autonómicas, de transmisión de conocimientos, de entretenimiento, sea cine sea musical… sea literario, etc, lenguas con conceptos propios salidos de una realidad concreta y diferente a otros puesto que son espacios geo-políticos e históricos diferentes.

    Y no veo yo qué problema o dificultad hay en que estas sean usadas en un parlamento que dice representarnos en toda nuestra variedad… el problema no es usar en el Parlamento una lengua diferente al español, hay medios técnicos más que probados para que no lo sea y fíjate, unos “puestiños” de trabajo más que se “crearán” pero sobre todo, me parece de justicia social que mi lengua pueda ser usada en ese espacio en donde se pergeñan leyes, a veces regulares y otras nefastas, porque Ana, llevar a un parlamento otras lenguas no va a cambiar la realidad capitalista/patriarcal, pero será un granito más que permitirá su caída.

    Por cierto, las lenguas son patrimonio cultural inmaterial que no daña, no es un pañuelo impuesto ni costumbres machistas, en resumen: es cultura de la buena.

    De los otros temas y por no abusar no diré nada, aunque se puede ver por dónde voy.
    Mónica Montero Borrazás
    Arqueóloga

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