Vox o el miedo a la vida (sobre la censura de la cultura)

0

Las consecuencias de los gobiernos en coalición del Partido Popular y Vox en numerosos Ayuntamientos de España no se han hecho esperar. Se cuentan por decenas las cancelaciones de obras de teatro y sesiones de cine programadas por las anteriores corporaciones antes de las elecciones del pasado mayo. En Getafe, Vox exigió sin éxito la prohibición de la representación de La villana de Getafe, obra escrita por Lope de Vega, que se realizó, precisamente en Getafe el pasado 25 de junio. Buscaban su censura por su contenido sexual. En Valdemorillo, se ha prohibido la representación teatral de Orlando, basada en la novela de Virginia Wolf.  En el municipio Burgalés de Briviesca, se ha cancelado la obra “El mar: la visión de unos niños que no lo han visto nunca”, inspirada en un maestro republicano cuya vida trunca el golpe de Estado fascista de 1936. En Santa Cruz de Bezana (Cantabria), PP y Vox han censurado la película de animación infantil Lightyear porque en ella aparece un beso lésbico. Estos son sólo algunos ejemplos de los denunciados, y me temo que muy pocos respecto a los que están por venir. Estos hechos son extraordinariamente graves. Suponen un ataque evidente a la libertad de expresión y creación. Pone en el punto de mira a los trabajadores del sector artístico, cultural y audiovisual de nuestro país, como si fueran el enemigo. Ciertamente lo son, seguramente sin pretenderlo, para aquellos cuya pretensión es que muera la inteligencia.

Si algo no me caracteriza en absoluto es la defensa del actual Gobierno de coalición. Pienso que el PSOE ha perdido, porque las ha regalado al peor postor, como si fueran un trasto inútil, sus convicciones feministas y su capacidad transformadora en esa materia, haciendo un enorme daño a la igualdad entre los sexos y la emancipación de las mujeres. Pienso que, en general, ese gobierno que la prensa conservadora quiere hacer pasar por izquierda radical, ni es izquierda ni es radical. En él no hay un ápice de izquierda materialista, ni republicana, ni comunista. Pienso que las llamadas a la alerta antifascistas hechas por un tipo que considera la izquierda una categoría caduca e inútil es una mala broma y una humillación para quienes sí fueron y son antifascistas.

Pero todo ello no hace falso el hecho cierto, palpable y evidente que un gobierno de coalición entre las dos facciones de una misma derecha que nunca dejó la nostalgia por tiempos peores, de la peor y más larga dictadura fascista, provocará que no haya suficiente tiempo para lamentar no haberlos frenado a tiempo. Una mayoría absoluta del Partido Popular puso en jaque derechos fundamentales hace apenas unos años y no existe la menor duda de que sucederá de nuevo si concentran ese mismo poder. Verla como un mal menor (incluso cuando por detalles lo sea) frente a un hipotético gobierno de coalición con Vox es un consuelo derrotista inaceptable, como también lo es resignarse a una izquierda barullera, desnortada e impotente como la mejor posible.

No es casual que la derecha ponga en el punto de mira a la cultura. Es su enemigo natural. No lo es porque la cultura sea patrimonio de la izquierda (aunque suele cuidarlo mejor), ni porque entre sus trabajadores haya una posición política cerrada y monolítica, ni porque esas obras que se censuran por supuestamente dogmáticas y adoctrinadoras en realidad lo sean. Ni siquiera lo es porque, generalmente, actores, actrices, escritores y otros trabajadores del arte y la cultura sean de los primeros en movilizarse frente a las pretensiones regresivas de la derecha. Tal vez, sin duda, todo eso influya. Pero la cultura no es peligrosa porque en todos sus “productos” se recite el Manifiesto comunista ni porque sus trabajadores lleven la hoz y el martillo entre los dientes. Lo es porque la cultura, simplemente, evita rigideces y mundos estrechos. El hecho mismo de imaginar y crear exige un cuestionamiento inconsciente de la realidad, incluso cuando ni siquiera haya una intencionalidad política en ello. Por otra parte, que la haya es digno. Considerar que una cultura políticamente comprometida es panfletaria por necesidad denota poco contacto con ella. Mucha dificultad para jugar con el mundo sutil al que invita.

Nunca se me ha ocurrido pensar que presenciar un beso heterosexual, con pantalla o escenario de por medio o sin ellos, provocará que a mí me apetezca. Estoy muy segura de que lo mismo les sucede a las personas heterosexuales que presencien un beso entre dos hombres o entre dos mujeres. Observar la variedad del mundo (tanto la bella, sensible y sublime como la mala, la chusca y la poco interesante o simplemente la que, sin ser ni buena ni mala, no nos identifica) sólo duele a quien permanece en una cueva y al asomarse a su apertura tiene que volver su cuerpo y encogerse para que el destello de la claridad no dañe sus ojos. Más que una posición política denota miedo a la vida y al mundo. Una actitud tribal y arcaica que recomendaba la huida y el encierro ante un rayo, la lluvia o la aparición de otro humano que venga de tres poblados más allá. Todo porque las cabezas pequeñas no podían asumir mundos complejos. Evolucionar supone poder hacerlo y disfrutarlo. Puede que tengan más de liebres deslumbradas, de personas encogidas por vivir en la oscuridad y de rodillas, que de peligro cierto, pero nunca conviene jugar con fuego. Ni de infravalorar las ínfulas de según quiénes, porque tiempo hemos tenido a lo largo de nuestra historia, y no sólo la reciente, para escarmentar de ello. No en vano, Emilio Lledó advirtió del peligro que implican los imbéciles con poder. Conviene evitar esa situación, no sólo votando, sino proveyéndonos de una izquierda que lo sea; que vuelva a serlo.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.