Hienas y nazis que no votan

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Les voy a dar un dato. Pero no lo haré con el tono que emplea Yolanda Díaz para las entrevistas, como de tecnócrata entrañable; lo haré con el tono que usa contra los esbirros de Vox, como de tecnócrata muy disgustada.

Porque el ambiente está tenso. Tanto que ya hay quien considera «una hiena y un hijo de puta» al que anuncia su abstención el 23J, o incluso un nazi. Así nos las gastamos ya en la fiesta de la democracia.

Les doy el dato: sus elecciones son una farsa. Lo son porque la supuesta libertad de elegir y el supuesto ensanchamiento democrático no son verdaderos. 

El espectro de opciones con representación parlamentaria está basado en una falsa polaridad, un teatrillo de polos opuestos que en realidad no lo son. Ninguno de los partidos con opciones de obtener escaño se opone al capitalismo. Las opciones son un abanico cortado a la izquierda. Salvo honrosas excepciones (como el PCTE, a quien votaré), aunque son las honradas manos desnudas de los militantes frente a los partidos con acceso a los colosales aparatos mediáticos, incluidos los que dicen financiarse con donaciones anónimas.

Las alternativas que defienden a la clase obrera compiten en clara desventaja. Por tanto, la inmensa mayoría de la sociedad no está representada. La ideología de los intereses de los trabajadores se considera radical, anti sistema o inapropiada.

No sólo es una farsa en los detalles concretos: por ejemplo, adelantarlas por motivos puramente partidistas, movilizando al país en pleno verano y disparando el voto por correo. O cuestionando la bandera tricolor republicana en el mitin de un partido auto percibido de izquierdas, pero permitiendo el Cara al sol en TV. O con una decadente Izquierda Unida -quizás antes Izquierda pero probablemente nunca Unida- impidiendo la deportiva competencia en las urnas del Partido Feminista de España.

Tengo más datos para ustedes. También es un teatro en lo general. Nos dicen que el voto útil es para el PSOE o su miembro biónico, Sumar, porque frenarán a la derecha. ¡Pero al final todos, «izquierda» y derecha, son lo mismo!

Desglosemos el dato: mordaza intocable; vivienda bajo el absoluto respeto a la sacrosanta propiedad privada de los tenedores (ya sean grandes o pequeños, que por igual desahucian); en derechos laborales, agendados hasta 2030 a lo que digan los señores de la Unión Europea, que los fondos de la recuperación -de las empresas- hay que pagarlos. Y con el IBEX35 una renovación del pacto de no agresión, que ahora todo se resuelve con diálogo, las clases sociales son pasado.

Les doy otro dato. ¿Saben en qué son absolutamente unánimes todas las opciones con representación parlamentaria? En aplaudir a nostágicos de Bandera y enviar armas al «frente oriental». Gobierno (de Progreso o PP-Vox) un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo de la OTAN.

«Pero, oiga, usted ha participado en otras elecciones y acaba de decir que votará», pueden decirme. Lo haré porque considero que en una guerra hay que usar todas las armas, más cuando esa guerra es cruelmente desigual. Pero por ello no lo valido ni lo justifico, igual que tengo créditos con bancos para poder vivir y eso no quita que denuncie la iniquidad de la bancocracia. Y comprendo perfectamente a los que se abstienen.

A los estrategas de la socialdemocracia se les olvida frecuentemente mencionar que la derecha vota en masa porque ellos sí son conscientes del voto que defiende perfectamente sus intereses.

Otro dato les doy, hoy tengo datos para todos.

Desde mediados del siglo XIX, la izquierda no utópica ni falsaria de todo el mundo sigue el método de la dialéctica materialista, según las tesis de mi tocayo Carlos Marx. Entre esas tesis está que los filósofos se han limitado a interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.

Marxistas y continuadores de ese método, años después consideraron y consideran que la dialéctica materialista es revolucionaria. En la cuestión de la teoría y la práctica -nos dice Lukács en Qué es el marxismo ortodoxo-, la teoría se hace fuerza material al aferrarse a las masas; pero sólo si el paso a conciencia significa el paso decisivo de voluntades humanas hacia su objetivo, sólo si está dada una situación histórica en la cual el conocimiento resulta para una clase su autoafirmación en la lucha.

Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria, resumió Lenin en un aforismo.

Un ejemplo actual: los aplausos a los sanitarios en la pandemia. ¿Por qué apenas dos años después se sigue expoliando la Sanidad Pública pese a haber vivido ese proceso catártico? Porque no hubo un respaldo teórico que dejase fijada en la mente de la clase obrera su necesidad de luchar por una atención sanitaria universal, ni herramientas para reconocer a sus enemigos de clase. Quienes pudieron hacerlo tomaron la vía contraria, seguir directrices de la Unión Europea, con excusas de resiliencia, digitalización o ecosostenibilidad.

¿Cree alguien que se transformará algo de esta sociedad cada vez más inclinada a la derecha a través de unas elecciones si la teoría sobre la que se sustenta es una farsa que censura a la izquierda? 

Les doy un espoiler: no se transformará nada, ni el más pequeñito paradigma, y la derecha campará a sus anchas sin adversario natural. Tal como le conviene al capitalismo cuando necesita la guerra para dar una salida a sus crisis. Los trabajadores necesitamos urgentemente organizarnos al margen de todo esto.

Y un último dato: si en su batiburrillo auto percibido como izquierda van a mezclarse con regulacionistas, hagan el favor de no usar hijo de puta como algo despreciable, no vayamos a pensar que quienes consideran la prostitución un trabajo lo piensen sólo si ese trabajo lo hacen otras, no ellas ni sus hijas.

4 COMENTARIOS

  1. Lamentablemente estamos en una situación en la que no tenemos que pensar que somos comunistas, o socialistas o anarquistas, sino sólo antifascistas y luchar para frenar a la extrema derecha. Ya lo dijo Federica Montseny en su momento y deberíamos haber aprendido ya de esa terrible experiencia.

    • Cuando militaba en el PCE usaban la fábula de los galgos y los podencos para justificar la desastrosa estrategia de unión (sumisión) a Podemos.
      Dentro de la lógica anti dialéctica de la nueva política, las cuestiones ideológicas son vistas como etiquetas que determinan «ser comunista o socialista etc». Y cuando hay crisis (las crisis cíclicas capitalistas) se recomienda «ser útil» y no atender a esas «etiquetas».
      Sin embargo, la lógica dialéctica y las enseñanzas de Marx y Lenin, esto es el socialismo científico, demuestran que la teoría debe estar unida a la práctica o nunca serán revolucionarias.
      Precisamente por mandar la más mínima teoría a hacer gárgaras con tal de captar votos, la «izquierda» posmoderna ha permitido que la ultra derecha avance sin ninguna oposición (hasta el punto de mandar armas a nostálgicos de Bandera) y no solo eso sino que además ha eliminado la movilización y la lucha (hasta el punto de mandar tanquetas a manifestantes).
      Por tanto, sí estamos en una situación de señalar a los falsarios y vendeobreros, más que nunca.

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