Acuérpame otra vez

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Hoy quería compartir mi desazón y desconcierto por el uso que se está haciendo de esta expresión desde el nofeminismo neoliberal y, por qué no decirlo, de la manía que le he cogido.

Sí, evidentemente soy una señora mayor (ojo a lo de señora, no me vayáis a missgendear) a la que contemplan ya 48 primaveras. Pero como sé más por vieja que por otra cosa, también sé que los términos que utiliza el capital a través de sus tontas útiles no son fruto del azar ni de la moda. 

Acuerpar según la RAE significa apoyar. Hasta ahí todo bien, tenemos a nuestra disposición una lengua muy rica en sinónimos. Pero acuerpar se está utilizando junto con otra expresión que es “poner el cuerpo”: la ministra Montero ha puesto el cuerpo por todes nosotres, por ejemplo. Y ahora os explico el por qué de mis dudas. 

Las feministas, la ciencia, la biología y la razón tienen claro que somos nuestro cuerpo y no somos más allá de él. Que todo lo abstracto e inmaterial de nosotros no existe sin nuestra mente, es decir, neuronas, conexiones sinápticas, sistema nervioso en general. Y son las religiones: católica, islámica, budista, el monstruo espagueti volador y la queer las que creen en la existencia de almas inmateriales más allá de la corporeidad. 

Por lo tanto, si yo digo que pongo el cuerpo para defender el feminismo, podéis entender que lo defiendo con todo mi ser. Pero si lo dicen cuerpas neoliberales que creen en almas rosas, azules y bicolores separadas de la realidad material, la cosa cambia. Entonces es cuando entiendo que forma parte de una estrategia para deshumanizar nuestros cuerpos y dejarlos indefensos al pie del capital. Porque su agenda nos lleva directos al engendro del transhumanismo, que ahora que lo pienso podían haber llamado transcuerpismo. Porque llevamos años viendo cómo están llevando a jóvenes y no tan jóvenes sanos a mutilar y destrozar sus cuerpos en nombre de sus sentimientos. Operaciones y cócteles de hormonas que valen un dineral y que han generado lo único que les importa, un negocio fabuloso a costa de castrar y mutilar personas sanas. Si el cuerpo es algo ajeno a mi ser verdadero, ¿qué importa lo que le haga? Es parecido a arreglar el coche si se estropea y pintarlo y cambiarle las llantas si no nos gustan. Todo esto es relativamente nuevo, pero separarnos de nuestro cuerpo como algo casi ajeno también favorece la explotación sexual y reproductiva de las mujeres, algo tan viejo como el patriarcado y que lo relega a una transacción económica cualquiera. 

Por todo ello me niego a utilizar esas expresiones y además me causan una profunda repugnancia. Porque las utilizan con toda la mala intención de deshumanizarnos, especialmente a las mujeres. Y el feminismo es la idea radical de que las mujeres somos personas.

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