The walking Podemos y the fear Sumar

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Como es evidente por el título, me encantan desde siempre las historias de zombis. Soy una apasionada de las películas, libros y series sobre ellos, desde George A. Romero hasta Manel Loureiro pasando por todo lo que podáis imaginar. Y una de las cuestiones que siempre ha rondado esas historias es lo que sienten los zombis: si tienen algún recuerdo de quiénes han sido, si queda algún proceso inteligente en sus cerebros o si saben que están muertos. 

Esas tres mismas preguntas son perfectamente aplicables a lo que queda de Podemos y a gran parte de quienes están conformando Sumar. 

Dudo mucho que recuerden quiénes han sido, cuando la ilusión y las ideas de la gente que llenaba los círculos eran el motor de todo. Cuando los codazos por los sillones eran menos que las ganas de construir juntos y todavía se escuchaba. Eso quedó atrás hace mucho, los y las trepas fueron forzando estrategias y estableciendo alianzas que centrifugaron a quienes tenían interés de verdad en hacer algo bueno. Y junto con los ataques externos llegaron las miserias internas, como la de Errejón y otros tantos, y entonces el podemita medio se blindó. Pero se blindó tanto que desde entonces son sordos a toda crítica y se han transformado en poco menos que una secta que se limita a repetir mantras, adorar a los líderes y odiar al resto. De ahí que me pregunte si queda algún resto de inteligencia. La hay, por supuesto, pero se utiliza para medrar; el que se mueve no sale en la foto y el poder y los cargos públicos siguen teniendo una atracción irresistible. La consigna es aferrarse al puesto a cualquier precio, no hay líneas rojas, los que las tenemos hace tiempo que dejamos de intentar cambiar las cosas desde dentro y nos fuimos.

De ese numantismo, de ese “o conmigo o contra mí”, los máximos exponentes han sido sus dirigentes, desde Iglesias y Monedero a Echenique, Montero y Belarra. Y desde ellos ha permeado a todos los que quedaban. Creyeron por lo visto que un gobierno de coalición era tragar con todo, y tragaron. Tragaron con la ley laboral, con la ley mordaza, con apoyar a la OTAN, USA y un gobierno nazi, con vender el Sáhara, y todo por conseguir llevar adelante las que consideraban las estrellas de su programa y así encumbrar a la reina Montero. Esas joyas de la corona eran dos leyes: una la del sí es sí, una de las mayores chapuzas legislativas de la historia de este país. Ya son 1.127 las condenas rebajadas a violadores, y 115 los que han sido excarcelados antes de tiempo, y subiendo. Y frente a semejante desastre ni la más mínima autocrítica, solo echar balones fuera, repartir culpas entre otros y hacerse las víctimas hasta el vómito ajeno. La otra joya es la ley trans, de esta la mayoría de la gente todavía no es consciente de sus consecuencias, pero lo serán como lo están siendo en Escandinavia y Reino Unido. Y no se harán responsables, por supuesto que no, ni ellos ni el 90% de los partidos del arco parlamentario que la han apoyado.

Las últimas elecciones municipales y autonómicas les han dado un adelanto de lo contenta que está la gente de su gestión, borrándolos de parlamentos y ayuntamientos y reduciendo al mínimo su presencia en otros. No han ganado ni en Chueca, donde ha barrido el PP. Pero la reacción ha sido la misma, cero autocrítica combinada con rabia y odio, no sabemos votar y somos unos fachapobres ignorantes. Y esto me lleva a la conclusión de que no saben que están muertos. No lo saben porque se han encerrado en su fanatismo y en sus dogmas, y los repiten sin cesar como el que reza mientras el barco se hunde, esperando el milagro. 

Los que son menos cerrados o tienen más hambre de sillón saben que Sumar es el barco salvavidas. Lo que no saben es que está igualmente condenado a hundirse, o siguiendo el símil zombi, les han mordido ya y solo queda esperar a que el virus haga efecto. Porque son los mismos, los mismos que en su día no consiguieron colocarse en Podemos, son los Errejoners, los Compromís, los que todavía eran desde el principio más neoliberales que ellos. Por eso todo este espectáculo está siendo tan gore, tan descarnado, ya no se trata de puñaladas, ya tenemos tripas y litros de sangre cubriéndolo todo. Y las huestes, como en el circo romano, jaleando la violencia y disfrutando del espectáculo. Por supuesto que no hay discusión de ideas ni de programa, ¿cómo la va a haber, si piensan lo mismo, si son los mismos?

Se nos achaca a quienes renegamos de todos ellos que por nuestra culpa gobernará la derecha, por no votar con una pinza en la nariz. No señores, no hay pinza ni mentol que camufle el olor a descomposición de miles de cadáveres vivientes. Al país lo están destrozando ellos, y a nosotros nos queda atrincherarnos, resistir y empezar a construir algo nuevo. 

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