Francia: el laboratorio de la lucha de clases

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Francia vive una situación de crisis social y política sin precedentes. La reforma de las pensiones impulsada por el gobierno de Emmanuel Macron ha desatado una oleada de protestas que dura ya más de tres meses y que ha puesto en jaque al poder establecido. Los trabajadores franceses, conscientes de que esta reforma supone un ataque a sus derechos y a su futuro, han salido masivamente a las calles para defender el sistema público de pensiones y exigir la retirada del proyecto de ley.

Pero la reforma de las pensiones no es más que la gota que ha colmado el vaso de un descontento social acumulado durante años. Los recortes, la precariedad, el desempleo, la desigualdad, la represión y el desprecio de las élites han generado un clima de indignación y rebeldía en amplios sectores de la población. El movimiento de los chalecos amarillos, que estalló a finales de 2018, fue una expresión de ese malestar y una muestra de la capacidad de movilización y resistencia de las clases populares.

La respuesta del gobierno ha sido la de endurecer su política neoliberal y autoritaria, ignorando las demandas sociales y recurriendo a la violencia policial para intentar sofocar las protestas. Lejos de apaciguar el conflicto, esta actitud ha provocado una escalada de tensión y una radicalización de las manifestaciones, que han derivado en algunos casos en enfrentamientos con las fuerzas del orden y en actos de sabotaje contra símbolos del poder.

El gobierno acusa a los manifestantes violentos de ser infiltrados de la extrema izquierda o de países vecinos, y trata de criminalizar y aislar a los sectores más combativos del movimiento. Pero lo cierto es que la violencia social tiene su origen en la violencia estructural del sistema capitalista, que explota, oprime y excluye a millones de personas. La violencia popular es una respuesta legítima y necesaria ante la violencia institucional.

Los marxista-leninistas del Estado español debemos apoyar y alentar la lucha de los trabajadores franceses contra el gobierno de Macron y contra el capitalismo. Se trata de una lucha que trasciende las fronteras nacionales y que forma parte de la lucha mundial por la emancipación humana. Francia es hoy el laboratorio de la lucha de clases en Europa, y lo que allí se juega es el futuro de todos los pueblos.

Por eso, es necesario denunciar la manipulación mediática y la represión policial que sufren los manifestantes, y solidarizarnos con su causa. Es necesario también impulsar la unidad y la organización de los trabajadores en torno a un programa revolucionario que cuestione el orden establecido y plantee una alternativa socialista. Es necesario, en definitiva, seguir el ejemplo de los franceses.

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