Hoy es veves

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Clara nos hizo llegar la historia, famosa en un conocido foro de peculiar mal gusto, del adolescente con síndrome de Down que le preguntaba a su madre todos los días si era veves. La mujer, para conseguir que, llegado a cierta edad, su hijo pudiera explorar sexualmente su propio cuerpo mediante su ayuda, lo masturbaba cada jueves. El joven, acostumbrado entonces a un placer cuya procedencia desconocía, comenzó a hacerle la pregunta que tan conocida se hizo. La historia, como toda narración morbosa, se expandió rápidamente gracias al boca a boca y al amplio uso de unas despiadadas redes sociales. Aunque su finalidad, debido al carácter del medio en el que se propagó, era mofarse del joven con síndrome de Down y ridiculizar a la madre, pronto se abrió un debate sobre las relaciones sexuales de las personas con discapacidad.

En España, Antonio Centeno es el responsable de Tus manos, mis manos, que facilita, según su definición, que las personas con diversidad funcional tengan relaciones sexuales, consigo mismas o con otras personas. En su página web se anuncian entre cien y doscientos asistentes, eufemismo con el que se los ha bautizado para evitar polémicas indeseadas, y cuyas tarifas oscilan entre los cuarenta y los cien euros. El responsable de la asociación ha comentado, en alguna ocasión, que, a las personas como él, que sufre tetraplejia desde los trece años, se les niega el sexo sin amor, por lo que deben recurrir a que otras personas satisfagan sus deseos, aunque no señala las posibles causas sociales o económicas por las que acceden a ello.

Algo parecido se cuenta en La consagración de la primavera, una película estrenada en 2022 y cuyo actor principal, Telmo Irureta, ha ganado el Goya al mejor actor revelación en su trigésimo séptima edición. Su personaje en la película, David, un joven con parálisis cerebral, conoce a Laura, que acaba de llegar a Madrid sola y sin apenas dinero. Laura acabará complaciendo a David, pero previo pago, para que Laura pueda salir adelante en la gran ciudad gracias a la caridad del protagonista.

El actor Telmo Irureta, en su discurso de aceptación, defendió el derecho al sexo de las personas con discapacidad, aunque para ejercer dicho derecho sean otras personas, mujeres en su mayoría, las que se vean obligadas a satisfacer unas demandas que únicamente cumplen porque reciben una remuneración económica a cambio. Se le escapa al actor, y no lo culpo, porque hoy en día cualquier deseo individual se eleva a la categoría de derecho, inapelable, por supuesto, y cuya discusión es considerada un rasgo inequívoco de la intolerancia más extrema, que no puede denominarse derecho aquello que supone la sumisión, económica en la mayoría de las situaciones, de cualquier otro individuo. Hasta hace unas cuantas décadas estos deseos se conocían como privilegios.

Después de la entrega de premios, ha reconocido abiertamente que no ha recurrido a asistentes sexuales como los que oferta la organización de Centeno, pero que sí a la prostitución, porque debe haber alguna diferencia abismal para que emplee términos distintos que representan una misma realidad. Sería interesante que el actor explicase si le importa que quienes por cuyos servicios ha pagado, porque implicar otra acción podría resultar escandaloso, no tuviesen deseo alguno de mantener relaciones sexuales con él, porque cuerpos como el suyo no suelen gustar, afirma, o si considera que, por sufrir parálisis cerebral debido a una encefalitis que padeció con tan solo dos años, debe imponerse su voluntad sobre el bienestar de aquellos, ahora conocidos como asistentes, que acuden a visitarlo únicamente porque él dispone de unos medios de los que seguramente carezcan.

El actor guipuzcoano también ha defendido la necesidad de que la prostitución perviva. No resultaría complicado tampoco que Telmo Irureta considerase que quien acude a su llamado lo hace en pleno uso de su libertad, aunque olvide para ello que la libertad desaparece en el instante mismo en el que un servicio se ofrece a cambio de una retribución económica.

Telmo ha recibido el apoyo de políticas como Mar García Puig ante las críticas que han recibido sus palabras, pero, en cambio, el portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, Pablo Echenique, se ha posicionado, en lo personal, en contra de la contratación, o uso, de asistentes sexuales, pero también ha atacado a las feministas que han cuestionado las palabras del actor, que, después de haber sido consciente del debate que ha generado, ha afirmado que es homosexual. Sorprendido de que se haya asumido que la prostitución que ha consumido hubiera sido femenina, el ganador del Goya puede creer que ha zanjado rotundamente la discusión, pero aporta, inconscientemente tal vez, otro enfoque más.

En 2022 se estrenó también otra película que consideraba a la prostitución, masculina en este caso, como un trabajo honrado más. Aunque Buena suerte, Leo Grande parecía centrarse en la sexualidad y el cuerpo desnudo de una mujer de sesenta años, su protagonista le enumeraba al personaje de Emma Thompson todas las ventajas de las que disfrutaba por ofrecer, según sus palabras, su cuerpo a cambio de dinero.

El apoyo que últimamente está recibiendo la prostitución masculina, gracias, quizá, a plataformas como Onlyfans y al discurso de la libre elección, solo consigue perpetuar aún más la prostitución en sí y, particularmente, la explotación de mujeres, porque, a pesar de la creencia general que asume que quien se prostituye lo hace con cuerpos esbeltos, jóvenes y atractivos, la realidad de quienes tienen que vender su cuerpo es, aunque trate de obviarse, una muchísimo más cruda, que solamente beneficia a proxenetas, puteros y traficantes.

Ante las reivindicativas palabras de Telmo Irureta en la gala, la Academia de Cine prorrumpió en vítores y aplausos, profundamente emocionada por el discurso de aquel joven que únicamente quería que sus supuestos derechos, sexuales en este caso, se viesen respetados. Todos los críticos que en la misma noche alabaron los papeles de Susi Sánchez y de Laia Costa en Cinco lobitos o que defendieron cuerpos como el de Laura Galán, protagonista de Cerdita, ni siquiera pensaron que, con sus aplausos, legitimaban que cualquier persona, aunque sea el joven con síndrome de Down de una historia de mal gusto, una mujer de sesenta años o el ganador de un Goya, pueda sentirse absuelta de perpetuar la, mal llamada, profesión más antigua del mundo.

1 COMENTARIO

  1. Soy una seguidora de tus artículos y una vez más te felicito porque has hecho una gran comparativa y similitud. Me ha encantado. Espero con ganas tu siguiente artículo.

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