Rocío Carrasco o la capitalización de la violencia contra la mujer

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Telecinco ha estrenado Rocío: contar la verdad para seguir viva, un especial en el que su protagonista relata los malos tratos que sufrió a manos de Antonio David Flores, con el que estuvo casada cuatro años.

El testimonio de la hija de Rocío Jurado y Pedro Carrasco es desgarrador. En los episodios, dosificados semanalmente para que resulten más rentables, narra que su marido le dedicaba lindezas que acabaron progresivamente con su autoestima; que le prometió, el día que firmaron el divorcio, que se lo iba a quitar todo; e indica cuáles fueron los insultos que le propinaba cada vez que acudía a su domicilio para recoger a los hijos que tienen en común, y con los que ella no mantiene contacto alguno desde que, según el relato de Rociíto, su padre les haya enseñado a odiarla.

Durante las más de cuatro horas en las que la cadena logró alargar el programa, para así alcanzar el 33,2% de cuota de pantalla, Jorge Javier Vázquez fue alternando el documental con un debate en el que tertulianos, acompañados de una psicóloga especialista y de la periodista Ana Pardo, comentaban hipócritamente la crónica de Rocío.

Rocío Carrasco no solamente ha sido víctima de Antonio David Flores, sino que también lo ha sido del machismo imperante en todos los ámbitos. Ha visto cómo el jurídico le daba la espalda, con la desestimación provisional del caso por falta de indicios, a pesar de la existencia de informes psicológicos y médicos; ha experimentado el rechazo social, mediante los insultos que ha recibido por parte de personas anónimas mientras, por ejemplo, caminaba por la calle; y ha sufrido los ataques del poder mediático. Durante más de veinte años, programas del corazón no han dudado en calificarla de pésima madre, de mujer caprichosa o frívola e incluso de mala persona. Anoche, esas mismas personas entonaban un vacío mea culpa, porque, en aquellos años en los que actuaron como eterno tribunal televisivo, jamás dedicaron un segundo a valorar su silencio o a empatizar con una víctima a la que constantemente cuestionaban y atacaban.

La premisa del documental podría haber constituido una férrea denuncia de la violencia contra la mujer, pero Rocío Carrasco ha sido una mera excusa que Mediaset ha empleado para capitalizarla. La cadena ya ha instrumentalizado las rupturas sentimentales de las personas que acuden a sus reality shows, pero hasta ahora nunca se había atrevido con una realidad que muchos todavía cuestionan. Pero, siempre, anunciado desde la comprensión y el apoyo a Rocío Carrasco.

En un intento de apoyarla, la propia ministra de Igualdad publicó en Twitter sendos mensajes en los que condenaba a todos los maltratadores, pero estos tuits constituyen la metáfora perfecta de la hipocresía de la cadena y de las políticas de su Ministerio. Todos se posicionan públicamente del lado de la víctima, pero sus intenciones son meramente económicas; y sus actuaciones, como Ministerio de Igualdad, inexistentes. Parece que hoy en día es suficiente con emitir un juicio en una red social o con disfrazar de apoyo incondicional la persecución del beneficio económico. Rocío Monasterio, además, también aprovechó la coyuntura para criticar el SAP, un síndrome considerado como falso por el propio psiquiatra que lo acuñó en 1985, y que no ha servido más que para responsabilizar legalmente a muchas madres durante sus divorcios por malos tratos.

Desde el primer minuto todos los allí reunidos no dudaron en condenar a Antonio David, al que algunos se refirieron como monstruo, e incluso el número de teléfono que atiende estos casos aparecía constantemente en los rótulos del debate. Pero Mediaset, y probablemente la narradora de su historia, han aprovechado la situación para mercantilizar un problema tan grave como la violencia contra más de la mitad de la raza humana. Fuimos 3,8 millones de espectadores quienes vimos la primera parte. Todas aquellas marcas que anunciaron sus productos en el horario de máxima audiencia se estarán frotando las manos, porque, además, Telecinco va a explotar a su nueva gallina de los huevos de oro en los programas venideros.

El feminismo vende y el capitalismo lo sabe. En varias ocasiones, Jorge Javier Vázquez interrumpía el debate para anunciar el sorteo de un premio de doce mil euros a quien llamase a un teléfono fijo, como si un minuto antes no hubiera estado hablando de un tema tan serio, grave y relacionado con el dolor de una mujer. Sálvame, Telecinco y Mediaset han mercantilizado el relato de quien ha sido capaz de concederles millones de espectadores, sin valorar siquiera la existencia de todas las maltratadas anónimas, que no merecen un hueco en pantalla si sus sufrimientos no se traducen en rentables datos de audiencia. Si las luchas por los derechos sociales se instrumentalizan de este modo, acabarán por vaciarse de contenido y habrán de convertirse en meras campañas de marketing para promocionar películas de Marvel, hacer batukadas en la calle o subir ciertas fotos a Instagram. Será entonces cuando puedan anunciar su victoria.

La cadena, en una supuesta repentina decisión, ha prescindido de la presencia de Antonio David en todos sus programas pocas horas después de emitir los dos primeros episodios. El documental de Rocío Carrasco ha estado grabándose durante casi un año. Aparentemente, la actitud de Mediaset es la misma que la de quienes venden camisetas con eslóganes pseudofeministas cosidos a mano por mujeres explotadas laboralmente, y habrá quienes estén demasiado ciegos para verlo.

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