Campañas escolares

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En los colegios, cuando los estudiantes quieren ser elegidos delegados de sus clases o representantes en el Consejo Escolar, suelen organizar ficticias campañas políticas, en las que prometen medidas imposibles para conseguir el voto de la mayoría de sus compañeros. Suelen asegurar que los recreos serán más largos, que entrarán sobre las diez de la mañana o que impedirán que haya exámenes los lunes.

Para conseguir además que sus propuestas sean más creíbles, tienden a usar expresiones sacadas de las tazas que se venden en ALE-HOP, de las que están impresas en las camisetas de Primark o de las que adornan las agendas de Mr. Wonderful. Cada aula, como suele definirlas la doctora en educación Gema Sáez, representa una sociedad en miniatura, en la que ya se diferencian los mismos grupos socioeconómicos que conforman el mundo real. Y, como en Chicas malas o en cualquier otra película de instituto estadounidense, los populares y los privilegiados siempre supieron qué tenían que hacer para conseguir la victoria; son los que más utilizan las frases absurdas o las propuestas descabelladas; y quienes siempre arrasan.

Los asesores de nuestros políticos, como se los ha bautizado a todos, sin distinción alguna para evitar análisis complejos, parecen haberse inspirado en las campañas escolares para redactar los eslóganes y diseñar los carteles publicitarios que saturan las calles semanas antes de las elecciones, y con las que se contribuye a la infantilización de una sociedad que no juzga por el contenido, sino por la forma, para la que resulta más llamativa un titular atrayente que un programa político en condiciones, y que precisamente es la que exige que las redes se inunden de memes y de vídeos de menos de quince segundos de duración para poder comentarlos durante un café, sin importar que los líderes de los partidos políticos se hayan convertido en participantes de un perpetuo reality show.

Clara Martín pudo haber visitado algún colegio segoviano mientras la colaboración de Shakira con Bizarrap paralizaba a medio país, asqueaba a la otra mitad y era vitoreado en todos los pasillos de la ESO, porque con el eslogan que ha escogido segura-mente consiga los votos de todos aquellos que defendían a la cantante frente a Piqué. Rita Maestre ha invocado a la famosa cantaora jerezana para hacer más llamativa su campaña en Madrid; y Begoña Villacís, después de disfrazarse de jugadora de béisbol en su visita a Cuatro Vientos para integrarse entre sus vecinos, ha debido considerar que asociar uno de los nombres con los que coloquialmente se conoce a la ciudad a cuya presidencia aspira con una apócope de su propio apellido no era en absoluto una idea pretenciosa con la que terminar de enterrar para siempre a su partido.

En las Canarias, Emma Colao, que ha sido la primera persona en España en saber explicar por fin qué es una mujer, admiraría en su momento el cartel electoral que el exlíder del agonizante partido de la Villa presentó como candidato a la Generalitat en 2006, porque ha decidido desnudarse, en cuerpo y alma, en el que ha presentado Reunir Canarias. Saben, desde luego, quienes forman su equipo de asesores, si lo hubiera, que cualquier candidato desnudo reúne más votos que uno que aparezca con traje y corbata, o vestido y tacones, porque la verdadera disidencia va desnuda.

También en los colegios es frecuente que, en campaña o no, alguna serie o película esté irremediablemente de moda entre los estudiantes, que no hablan de otra cosa hasta que llega una nueva que sustituye a la anterior. Entre los madrileños debe estarlo la saga de los X-Men, porque el aspirante a presidente por el PSOE aclara que su nombre no es Lobezno, sino Lobato, para que nadie crea que un mutante puede alcanzar la presidencia; Irene Montero se ha convertido, inteligencia artificial mediante, en Wonder Woman; y, en Santa Cruz de Tenerife, Unidas Podemos, con un hombre a la cabeza, ha posado como la banda de ladrones que robó del Banco de España toda la reserva de oro del país, en un acertado intento de ganarse la confianza de quienes consideran corruptos a todos los políticos.

Y, como en toda competición, algunos, estudiantes o adultos, pierden los pocos escrúpulos que alguna vez tuvieran para poder conseguir la victoria. Vox ha instalado en el metro del sur Madrid más de veinte carteles en los que critica las ayudas que recibe la población extranjera, en detrimento de la española; el PP en Castilla la Mancha conduce una furgoneta para aclararle al PSOE que Txapote será su votante estrella; y Ayuso asegura que ETA continúa más viva que nunca gracias al dinero de todos los españoles.

No es extraño que, cuando llegan al poder, algunos alumnos alardeen de ello cada vez que tienen ocasión, sin importarles que genere apatía entre sus compañeros o que pueda suponerles despedirse del cargo en las próximas convocatorias. Mónica García pertenecería al grupo de las engreídas, porque, cada vez que puede, le recuerda a medio mundo, a pesar de supuestamente luchar contra el elitismo desde las filas de Más Madrid, que es médico, como si fuera el único requisito indispensable para ser una buena presidenta. Irene Montero, que se aferra a su cargo con uñas y dientes, aunque tenga en contra a todo el Movimiento Feminista, tampoco conoce con exactitud qué aptitudes podría destacar en un buen político, porque alaba la sordera y la homosexualidad de Pilar Lima, candidata por Unides Podem-Esquerra Unida al Ayuntamiento de Valencia, como las más valiosas de la aspirante a alcaldesa.

Ha sido también Pilar Lima quien ha denunciado recientemente ante la Fiscalía a El Hormiguero por las supuestas burlas sobre su orientación sexual y su discapacidad, que podrían constituir un delito de odio y discriminación. En clase, quienes suelen reírse de sus compañeros también son los primeros en protestar cuando algún otro se dirige a ellos de alguna manera que consideran inapropiada, aunque únicamente estén señalando la paja en el ojo ajeno. Roberto Sotomayor llama cayetanos a una gran parte de los madrileños para los que también tendría que gobernar si fuera elegido alcalde de la ciudad; e Ione Belarra viste camisetas en el Congreso diseñadas expresamente para la ocasión, sin importarles a ninguno de los dos que puedan convertirse en los matones de la clase. Pablo Iglesias, que tanto denunció el acoso que él y su pareja sufrieron a la puerta de un chalet comprado gracias a la herencia de Irene Montero y a los ahorros de ambos, no cuestiona, en cambio, la enorme pancarta con la que se señala desde el barrio de Salamanca al hermano de Isabel Díaz Ayuso, a pesar de que, justa o injustamente, haya sido exonerado y su caso haya sido archivado por la Fiscalía Europea. Podemos, recientemente convertidos en superhéroes, se ha erigido como representante de la verdadera lucha contra la casta y un sistema que tanto criticaron, pero del que, aunque no lo recuerden, forman parte desde hace mucho.

Después del recuento de votos, nunca suele suponer sorpresa alguna quién resulta escogido para ser el delegado de la clase o quien representará a sus compañeros, junto a padres y otros profesores, en el Consejo Escolar. No suele alcanzar el poder quien juega limpio, presenta propuestas coherentes o sensatas o apela a la madurez de sus compañeros, sino alguna versión adolescente de Isabel Díaz Ayuso, que conoce perfectamente las reglas del juego, aunque no sean las más íntegras, y las emplea a su favor. No necesita aportar datos concretos, verídicos o fiables en debates a los que no acude, ni evitar hacer declaraciones perversas o malintencionadas, porque sabe que, precisamente, son esas declaraciones, esos vídeos grabados para TikTok o esos eslóganes sin significado alguno los que consiguen que siempre gane todas las elecciones a las que se presenta sin necesidad alguna de demostrar su valía, porque sabe que, tal y como está el patio del colegio, no habrá nadie que se lo exija.

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