Más desnudas que nunca

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Virginia, una amiga a la que conocí por Lisboa, suele comentar a menudo, porque ella es muy de repetir anécdotas y de volver a contar las mismas historias, que su madre, a la que no tengo el placer de conocer todavía, le comentó un día que le sorprendía mucho este feminismo de ahora, en el que las mujeres andan más desnudas que nunca. 

Cynthia y Mónica, amigas a las que conocí cerquita de Madrid, debaten también, en los interminables audios de WhatsApp que se envían mañana, tarde y noche, sobre este sospechoso empoderamiento femenino que anda desnudando mujeres. Me han comentado que les resulta llamativo que, aparentemente, la mejor manera de las mujeres para demostrar que tienen éxito sea hacerlo sin ropa. Seguramente les resultaría más llamativo aún saber que por esas palabras, tanto ellas como la madre de mi amiga Virgina, serían consideradas hoy por muchos como conservadoras, retrógradas o puritanas. 

El feminismo lleva siglos existiendo, pero para gran parte de la humanidad fue Beyoncé quien lo inauguró allá por 2013, cuando en su quinto álbum decidió utilizar parte del discurso de Chimamanda Ngozi Adichie. Sería entonces cuando, en un desesperado intento por defender la igualdad política y socioeconómica de ambos sexos, nadie querría quedarse fuera de un movimiento recién descubierto. En las canciones que forman el disco, Beyoncé canta sobre el sexo oral o arrodillarse frente a su marido en el asiento de atrás de su limusina como máxima representación de la libertad sexual de la mujer. Años más tarde, en una entrevista, la propia Chimamanda se desmarcó del feminismo de la cantante estadounidense que le pidió parte de su discurso para que apareciera en su quinto álbum. 

Casi diez años han pasado desde la publicación de aquel disco homónimo y, aunque tal vez la propia Beyoncé haya decidido sexualizarse un poco menos, cada vez son más las actrices o cantantes que aparecen con menos ropa para reivindicar su, como ahora se lo llama, empoderamiento. 

A algunas estudiantes de 2º o 3º de la ESO les entusiasmó Billie Eilish cuando publicó su primer disco, con el que ganó varios Grammy antes de cumplir los veinte, porque les resultó una cantante con inquietudes bastante cercanas a las de su generación, más preocupada por ansiedades o cuestiones psicológicas que por amores eternos o la decadencia de Occidente. En la era de las uñas largas, una adolescente que viste sudaderas anchas para que nadie pueda saber qué tipo de cuerpo tiene está más cerca de aquellas estudiantes de 2º o 3º de la ESO que algunas canciones en las que se explica cómo aprender a mantener relaciones sexuales. Billie Eilish grabó incluso una pista para su segundo disco en la que cuestiona a quienes juzgan cuerpos ajenos, pero, en mayo del año pasado, se convirtió en portada para Vogue con una imagen bastante opuesta a la que siempre había defendido. Declaró después que, como no le había funcionado haber intentado controlar lo que pudiésemos pensar de ella o de su cuerpo, decidió posar en lencería para que todos supiéramos que había madurado

No ha sido la portada de Billie la primera en la que una mujer aparece fotografiada de manera sugerente. El cuerpo de la mujer ha sido sexualizado siempre. Las portadas de revistas como Playboy, Penthouse o Interviú fueron famosas, mucho antes que la de Billie, por mostrar a exuberantes mujeres, desde Pamela Anderson a Belén Esteban, desnudas o en posturas sensuales para deleite del público masculino que consumía aquellas fotografías. Ninguna de esas mujeres se vio obligada a posar bajo amenaza de muerte, sino que, gracias a la gran victoria del neoliberalismo, todas posaron, como Billie, Pamela o Belén, por decisión propia. 

Hace poco, en un programa de LaSexta, la Mala Rodríguez, que se abrió un perfil en OnlyFans en 2021, afirmó contundentemente que las mujeres son ahora sus propias proxenetas. Ahora que son conscientes de que poseen un capital sexual, continuó, están dispuestas a hacer negocio y a obtener beneficio económico de ello, porque ellas mismas deciden hacerlo sin intermediario alguno. Si pueden ganar dinero gracias a sus cuerpos, mejor que sean ellas mismas las que los exploten. Si en los años setenta Pamela Anderson salía en la portada de la revista dirigida por Hugh Hefner, en la actualidad son las propias mujeres quienes se fotografían para exponer sus cuerpos y su intimidad en plataformas como OnlyFans. Puede que la Mala no fuera consciente de lo acertado que estuvo el principio de su discurso, porque, tal vez sin darse cuenta, mencionó la variable, imprescindible, que permite que una persona pueda tomar una u otras decisiones durante su vida: el dinero. 

En su doctorado, Rocío Palomeque describe, en un exhaustivo trabajo de investigación, la relación entre el aumento de jóvenes universitarias en Reino Unido que ofrecen sus servicios como sugar babies y las políticas neoliberales existentes desde Thatcher. Como decía Celia Amorós, el feminismo no cuestiona a las mujeres que, como Pamela Anderson o Belén Esteban, posan desnudas o que establecen contratos sexuales como las sugar babies, sino las razones por las que las toman, y, en cualquier caso, las cuestiones por las que algunas mujeres posan desnudas y otras venden su cuerpo para poder asistir a la universidad son económicas.

En la sociedad posmoderna, que elimina la existencia de los sexos y bautiza como fascistas a quienes defienden la realidad material, el lenguaje ha sido corrompido por obra y gracia de quienes se benefician de ello para perpetuar la opresión de los oprimidos. Una de las grandes victorias del neoliberalismo ha sido utilizar todas sus estrategias políticas para convencer al ciudadano de que sus decisiones no están influenciadas por factores como la publicidad o la situación socioeconómica, y ha conseguido que prácticamente toda la humanidad se sienta más feliz por escoger libremente aquello que la encadena y oprime. Y, en el caso de las mujeres, todas ellas son libres ahora de ser sus propias proxenetas. 

Ana de Miguel expone en el Neoliberalismo sexual que el patriarcado necesita seguir explotando los cuerpos femeninos, y no puede arriesgarse a la pérdida millonaria que le supondría no contar con aquello que le aporta incontables ganancias. Para ello, como la filósofa describe, ha creado el mito de la libre elección. La alienación del individuo, y de las mujeres en este caso, es completa, porque, en lugar de intentar liberarse de aquello que lo esclaviza, abraza la sumisión bajo la falsa creencia de que la ha escogido por decisión propia. Contestó Barbijaputa a las declaraciones de la Mala con una frase de Simone de Beauvoir: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre las propias oprimidas”. 

La explotación de la mujer continúa, y sus principales defensores son aquellos que aseguran preocuparse por la defensa de los derechos de la mujer. Años atrás, la organización Aprosex organizó, con el beneplácito del ayuntamiento de Barcelona, unos cursos para aprender el mal llamado oficio más antiguo del mundo y hombres como Errejón o Albert Rivera mostraron su apoyo a la, también mal llamada, gestación subrogada.

Quienes no permiten que este trasvase lingüístico continúe son las feministas, que no pueden tolerar que sean las propias mujeres las que acepten como liberadoras las opresiones que las llevan esclavizando desde la aparición de la propiedad privada. Todas ellas, como Lidia Falcón o Amelia Valcárcel, han sido duramente criticadas por no querer permitir, puesto que el neoliberalismo permite tanto que hasta permite las violaciones en prostíbulos, que, economía mediante, se impartan clases sobre la prostitución o se legisle sobre el alquiler de vientres. Quienes las califican como SWERFs consideran, por el contrario, que dedicarse a ser violada desconocidos, enfrentarse a todos los cambios y consecuencias de un embarazo o aparecer desnuda por doquier constituyen los pilares fundamentales en la consecución de los derechos por la libertad de la mujer. 

La última cantante que ha decidido desnudarse ha sido Rosalía para la portada de su tercer álbum, en la que aparece únicamente con un casco de moto. La cantante barcelonesa ha inaugurado un concepto con su nuevo disco, el de motomami, para describir a una mujer dueña de sí misma. La trayectoria de la cantante nunca ha estado exenta de polémicas, ya sea por haber sido acusada de apropiación cultural o por haber lanzado billetes sobre los culos de mujeres con Dua Lipa, pero ahora, como ya hiciera Beyoncé hace casi diez años, Rosalía canta sobre masturbar a su pareja, en la canción Hentai, o que Rauw Alejandro la prefiera a ella «por delante de todas esas putas». La misma cantante que denunció la violencia machista en El mal querer considera ahora rivales a todas las mujeres que puedan seducir a su pareja. 

Si el lenguaje se ha venido corrompiendo durante décadas, la liberación sexual que el feminismo ha defendido durante siglos también ha cambiado de significado. La libertad sexual no consiste en que la mujer siga habitando en los mismos estereotipos en los que ha permanecido durante siglos, ya sea en sus canciones o vistiendo lencería para Vogue, sino que, como Laura Freixas dijo recientemente, victorias como la despenalización del adulterio, del aborto o de los anticonceptivos son las que han garantizado, junto al divorcio, que la mujer pueda vivir su sexualidad plena e independientemente, sin necesidad de venderse a sí mismas como si de mercancías se tratasen. Pero, como añadió Laura Freixas, estas victorias no aportan beneficio económico a nadie, y, por tanto, es necesario que no sean consideradas tan importantes. 

Cristina, la madre de Virginia, o Cynthia y Mónica podrán seguir debatiendo sobre la tendencia actual a que las mujeres se desnuden para demostrar que son motomamis dueñas de sus propios cuerpos, pero puede que dejen de hacerlo cuando sepan que la única diferencia entre la famosa foto de Gil y otra de C. Tangana es que, para salir junto al cantante madrileño, son ellas las que han decidido sexualizarse por decisión propia, porque ahora, parece ser, las feministas de verdad van más desnudas que nunca.

1 COMENTARIO

  1. Gran artículo.Feminismo no significa desnudarnos, es demostrar que somos igual de buenas o más que un hombre en medicina, ingeniería ,Derecho,Química etc que podemos ser independientes etc que podemos hacer todo igual que un hombre. A veces algunas mujeres son las que degradan lo que es el feminismo .

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