Consejos básicos de supervivencia

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¿Lleva usted diez minutos soportando las sandeces de ese facha vocinglero que está haciendo partícipes a todos los clientes del bar donde se encuentra de sus memeces racistas, clasistas, pseudohistóricas, etc? ¿No avanza en la cola del supermercado porque ese mequetrefe xenófobo ha decidido que la persona de otra raza que va detrás de él y por ende todos los usuarios del establecimiento deben quedar atascados en un tapón en el pasillo de la caja para comprobar y certificar su estulticia? ¿No le deja concentrarse en su lectura en el vagón de metro ese majadero que por haber nacido en determinado lugar cree que los servicios públicos le pertenecen a él y por tanto puede meterse con otras personas, siempre más débiles, y repartir en función de ideología o apariencia pases para el transporte? En ese caso, hoy el Villano de Madrid va a darle unos consejos útiles.

Sepa que no tiene usted por qué soportar propaganda fascista a voz en grito en ningún lugar público. No hay ningún motivo para que usted escuche a especímenes como los descritos en el párrafo anterior meterse en voz alta con su familiar discapacitado, su amigo que recibe ayudas del paro, su compañero de trabajo de otra raza o su pareja que ejerce una profesión que algún imbécil cree que por sexo no le corresponde. Existe un modo muy sencillo de librarse de ellos al menos durante el tiempo que vaya a permanecer en el lugar donde se los tope. Es tan sencillo como plantarles cara y responderles.

Sí, lo ha leído bien. Usted puede hacer un gran favor a toda persona presente en el bar, vagón de metro, supermercado, o similar donde se desarrollen acontecimientos del tipo de los que he narrado. Además, al hacer a los memos fascistoides agachar la cabeza cada vez que vomiten su basura, está usted poniendo las bases para que exhibir dichas actitudes o manías en puestos de poder sea vergonzante y, de este modo, está haciendo una gran contribución para contener el auge de los indeseables que han traído de vuelta el fascismo a Europa. No es una elucubración. Observe usted cómo durante todo el tiempo en el que el acto de proferir esos exabruptos recibía su merecida respuesta, los fascistas han estado calladitos en todo el continente. Ahora a Abascal, Meloni y a toda la fauna similar les han permitido creerse que sus postulados son una opinión respetable y se han crecido. Es hora de devolverlos a su agujero. El Villano de Madrid, con su experiencia en una comunidad donde se han permitido y fomentado profusamente los marcos de pensamiento de derechas, les va a dar una pequeña guía de supervivencia antifascista a pie de calle.

Antes que nada, unas consideraciones básicas:

  1. Por desgracia, mientras no sea desmantelado el orden capitalista, no siempre será posible o aconsejable poner en práctica los consejos que voy a darles. Si ejerce usted un trabajo donde trata con público, su deber es atender a todo el mundo, incluso a mamarrachos como los que hemos descrito. Va en su sueldo. Sin embargo, no debe desesperar. Insisto en que poniendo mi proposición en práctica en escenarios donde sí es factible está colocando la primera piedra para edificar una convivencia agradable en cualquier lugar. En los casos en los que usted sí pueda responder a un fascista, si logra que agache la cabeza, será cuestión de poco tiempo que se guarde mucho de volver a montar un espectáculo en ningún sitio. El fascista es cobarde por naturaleza y en cuanto haya visto que exhibir su estupidez tiene consecuencias dejará de hacerlo.
  2. Sea educado y correcto, aunque firme, en su réplica. Contra el fascismo, el clasismo o la simple imbecilidad, uno siempre tiene la razón, no es cuestión de perderla por un grito mal dado o una palabra mal escogida, cuando toda la lógica y la ética humana están de su parte. Aun cuando dependiendo de lo que haya dicho su mala bestia particular puede ser muy difícil contenerse si uno siente insultado a su entorno cercano en el cual hay personas con discapacidad, parados, mujeres que sufren por razón de su sexo, etc, si logra responder sin levantar el tono ni soltar palabras soeces, pero con la contundencia que requiere la situación, será muy difícil que su tonto l´haba facha encuentre la fuerza para decir nada.
  3. Confíe en el resto de ocupantes del lugar donde ocurra el suceso, salvo que alguna razón muy evidente, como determinada decoración o la actitud del personal aconseje lo contrario. Pero en tal caso imagino que ni siquiera habrá entrado en el establecimiento. Si da con personas mínimamente decentes, seguro que se ponen de su lado, puede que incluso le aplaudan o apoyen. Si se diera el caso, que puede ocurrir, de que los dueños de determinado local amparen a quien dice esas memeces en voz alta, entonces, usted ya sabe que nunca más debe volver ni hacer negocio con esa gentuza. Márchese si es preciso, pero haciéndoles saber que son ellos los que pierden clientes.
  4. Tampoco tema parecer un censor o estar coartando la libertad de nadie. En primer lugar, la mala bestia a la que va a poner en su sitio no respetaría sus derechos si estuviera en su mano. En segundo lugar, y más importante, la libertad de expresión va en los dos sentidos. Si el payaso nazi tiene derecho a exponer su opinión discriminatoria, usted tiene también potestad para ejercer derecho de réplica. Cuando uno toma una decisión en libertad debe asumir las consecuencias que acarree su elección o las contestaciones que reciba. Eso incluye a los borricos de extrema derecha. Volveremos sobre este punto, ya verán.

Bien, ahora vamos a explicar cómo se procede a la doma del facha. Imaginemos una situación dada. Por fin ha acabado su semana laboral y le corresponden los días libres. Acude a un bar a tomar unas cañas. Entonces entra una mala bestia que mira con desprecio al camarero, que es de rasgos sudamericanos, y empieza a hablar de que si hay que tener mano dura con los okupas, que los rojos odian a los españoles, etc, perturbando su merecido descanso. Esto es lo que hará usted:

Para atrapar fascistas, como en cualquier otra caza, conviene esperar los momentos en que la presa se pone a tiro. Yo le sugiero esperar un poco a que el zoquete suelte una mentira o dato falso muy evidente: que hay muchas denuncias falsas por parte de mujeres, que a los inmigrantes les dan coches de alta gama, que mucha gente encuentra su casa okupada al volver de vacaciones y que las autoridades no hacen nada al respecto… Algo así. Como las «opiniones» que profesan estos sujetos no se pueden defender con la razón ni con la verdad en la mano, es cuestión de no más de minuto y medio que incurra en una de estas falacias. Entonces usted se levantará y, con corrección pero con firmeza, le explicará que eso que ha dicho es mentira. Si tiene los datos reales a mano se los expondrá y le hará saber que además no tiene usted por qué soportar propaganda fascista ni falsedades en voz alta. Por mi experiencia le digo que el mentecato facha quedará en shock. En serio, se quedará como tieso mirándole boquiabierto. Nunca había esperado este ser que nadie osara replicarle. Es una bestia acorralada en una situación que le supera.

No obstante puede pasar que en cinco segundos, no menos, porque ese es el tiempo que un ser tan cobarde y estúpido necesita para asimilar lo que le ha ocurrido, el mentecato responda. Su respuesta en este caso casi siempre es un «¿que?», «¿perdón?» o interjección de sorpresa similar, usualmente denotando el miedo cerval en el que siempre vive el facha tras la pose de duro que exhibe frente a quien cree más débil. Procédase entonces a repetir la misma idea que le ha expuesto, si puede ser con palabras distintas a las anteriormente utilizadas, pero recuerde, siempre firmes y correctas.

Después de decirles esto, yo, según mi experiencia, he visto que solo tienen dos movimientos más. Quizá el primero sea decirle que no se dirigían a usted, que debe usted respetar las conversaciones ajenas o algo similar. Respóndasele, en tal caso, que su conversación dejó de ser privada en el momento en que se la hizo oír a todos los presentes. Haga una referencia a su mala educación al molestar en voz en grito a todo el local. Asistirá entonces al último movimiento que siempre hace este espécimen.

Dicha maniobra será apelar a un supuesto ataque a su libertad de expresión y a que puede decir lo que quiera, porque este es un país libre. Ya lo hemos tratado más arriba. ¿Recuerda? Entonces usted responderá al mendrugo que su derecho a decir mentiras y propaganda nazi en voz alta implica también la libertad de réplica de quien le oiga. Le hará saber que tiene todo el derecho a decir lo que quiera, pero que si él, en uso de su libertad, decide comportarse de modo estúpido y fascistoide, los demás, en uso de la suya, le llamarán imbécil y fascista y se lo tiene que tragar. Cuando uno toma una decisión libremente, recuerden, asume sus consecuencias.

Si ha llegado hasta aquí, felicidades, ha reducido usted a su primer nazi gritón. Después de esto, ya verá cómo el zote cierra el pico o, a veces, hasta abandona el lugar. Estos son los consejos del Villano de Madrid. Pónganlos en práctica y ya me contarán. Les aseguro que, al menos a mí, me funciona.

Mauro Entrialgo nos muestra aquí un ejemplo clásico de facha ofendidito.

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