Ha vuelto a ocurrir, después de que el pasado 9 de octubre dos personas pegaran su mano al cuadro de Pablo Picasso “Masacre en Corea”, expuesto en Melbourne (Australia); de que el pasado 14 de octubre otros “supuestos” activistas echaran sopa a “Los girasoles” de Van Gogh en la National Gallery de Londres; simpatizantes del grupo activista por el clima “Letzte Generation” (“Última generación”) lanzaron ayer puré de patatas contra un cuadro de Claude Monet, de la serie “Les meules” (“Los almiares”) expuesto en el Museo Barberini de Potsdam, cerca de Berlín. Recordamos que el pasado 25 de mayo fue atacado el cuadro de la Gioconda de Da Vinci en el museo del Louvre de París con lo que ya son cuatro los ataques al arte por parte del ecologismo woke.
La acción de ayer fue recibida con incomprensión por parte de representantes de la política regional. “Esto es barbarie cultural y no una declaración política. Estáis perjudicando vuestra causa”, escribió en Twitter el alcalde de Potsdam, el socialdemócrata Mike Schubert. La ministra de Medio Ambiente del estado federado de Brandeburgo, la verde Ursula Nonnemacher, afirmó en Twitter que “la lucha contra la crisis climática no se ve fortalecido con ataques a cuadros famosos” y agregó que al contrario, lo que hace falta es un “amplio consenso social”. La ministra regional de Cultura, la socialdemócrata Manja Schüle, señaló en la misma red social que con su acción las activistas “hacen un flaco favor” a la “gigantesca tarea de la protección del clima” y “destruyen deliberadamente tesoros culturales”.
El arte es el legado de nuestra historia social y por lo tanto las obras no forman parte de la lucha política actual, es más, son el reflejo de esa lucha y nadie puede ponerlas en peligro en nombre de ninguna causa porque le estará privando a las generaciones futuras la posibilidad de la reflexión necesaria como para seguir luchando en favor de causas justas.
