Con las leyes trans, aquí y en todo el mundo, se le está pidiendo, no, se le está exigiendo al feminismo que renuncie a su origen y esencia.
No se trata de un debate, como hay muchos, sobre cómo afrontamos determinados retos o enfocamos posiciones teóricas.
No, se nos está pidiendo que renunciemos al feminismo, y es muy sencillo de explicar pero al parecer muy difícil de ver.
El feminismo es la lucha de las mujeres por la igualdad, por liberarnos de la opresión que sufrimos por ser mujeres. ¿Y qué es esa opresión? El género. El género son los roles y patrones de comportamiento que nos asigna la sociedad por ser mujeres. Roles que en lo estético y superficial han ido variando a lo largo de la historia y varían también según culturas, pero que mantienen lo esencial: las mujeres somos hombres mal hechos, débiles, necesitadas de protección, menos inteligentes, dulces, amables, cuidadoras, sin ambición, humanas de segunda que necesitamos de un hombre que nos mantenga y nos guíe en la vida, indicadores de estatus como un coche o una casa, esclavas para el servicio sexual o reproductivo.
No, el feminismo no tiene la misma posición que la derecha, repetir una mentira no la convierte en verdad pero hace mucho daño, como bien saben los pijo-progres que impulsan esta ley. Coincidimos en la existencia de la realidad material (dos sexos), como también en que la tierra no es plana y en que existe la fuerza de la gravedad. Y hasta ahí. La derecha cree que el sexo biológico condiciona nuestra vida y comportamiento y el feminismo todo lo contrario. De hecho, también hay una coincidencia entre la derecha y lo trans: se sienten mujeres u hombres o saben que lo son porque perpetúan los roles de género.
Nadie les está pidiendo a los sindicatos que nombren a Elon Musk secretario general (tiempo al tiempo, amigues), pero ya hay concejales y cargos de igualdad que son hombres que dicen sentirse mujeres.
Como tan brillante y acertadamente ha dicho Jen Izaakson, “El hecho de que la sociedad crea al hombre que dice que es una mujer en lugar de a la mujer que dice que no lo es, es la prueba de que la sociedad sabe exactamente quién es el hombre y quién la mujer”.
Lo que todavía no sabéis es a quiénes se lo estáis pidiendo. Las feministas llevamos 300 años luchando a la vez que construimos un cuerpo teórico y filosófico basado en la ciencia (biología, sociología, psicología, historia, economía, etc.). Las feministas representamos a la mitad de la humanidad y no vamos a pedir permiso para defender nuestros derechos y realidades, ni pediremos perdón por hacerlo.