Viaje a las entrañas de Argentina

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Entre el 2 y el 5 de mayo de 2022 he tenido la oportunidad de participar en la visita del economista Warren Mosler a Buenos Aires organizada por Pymes para el Desarrollo Nacional y el Grupo Bolívar.

De esta manera, el interés por la teoría monetaria moderna ha permitido que los análisis de Mosler se orientaran hacia el caso específico de Argentina. Ha sido una experiencia fascinante que nos ha llevado hasta las mismísimas entrañas económicas del país.

Los organizadores le pidieron a Mosler que su propuesta se centrara en dos cosas: la posibilidad de conseguir el pleno empleo sin inflación (estado económico al que he bautizado como punto Lerner) y el último acuerdo de Argentina con el Fondo Monetario Internacional.

Mosler presentó su propuesta en varios actos públicos, ante los responsables del Banco Central, ante los dirigentes de la entidad financiera pública Banco Nación, en la Universidad de Moreno, en una visita a los astilleros Río Santiago y en el programa de radio Teoría Monetaria Moderna Presenta. Su conclusión es que el problema de Argentina es en primer término de carácter fiscal, ya que actualmente Argentina destina un 8% de su PIB al pago de intereses derivados de los títulos de deuda pública y Mosler estima que pronto esa cifra ascenderá al 20%. Por otra parte, la cifra de paro oficial no es muy alta (7%), pero el desempleo juvenil es de más del 30%. Además, la tasa de paro real es mucho mayor que la oficial y la pobreza alcanza un 37,3% con un índice de pobreza marginal del 8,2%. A esto se le suma el enorme problema de la inflación, que actualmente es del 55,1% anual, pero que se espera que supere el 60% a final de año.

Las medidas concretas que propuso fueron tres: la adopción de tipos de cambio flotantes, una política de tipos de interés del 0% permanente y la implantación de planes de trabajo garantizado basados en las reservas de estabilización de empleo.

La adopción de tipos de cambio flotantes es la medida que posibilitaría llevar a cabo las otras dos, ya que solo los tipos de cambio flotantes permiten las políticas de pleno empleo permanente y los tipos de interés del 0% decididos por el banco central. Actualmente, Argentina tiene un tipo de cambio fijo del peso con respecto al dólar. La razón de que esto sea así es que entre los dirigentes y la población en general existe la creencia de que el principal problema de Argentina es la restricción externa. Por tanto, se cree que el peso argentino carece de todo valor y que es necesario mantener grandes reservas de divisas para poder importar y crecer. Esto pone a la economía argentina a merced de los especuladores financieros, ya que Argentina tiene que defender el tipo de cambio comprando pesos argentinos mediante sus reservas de dólares. La consecuencia es que periódicamente Argentina sufre crisis de deuda y el riesgo de quedarse sin reservas, lo cual hace aumentar los tipos de interés, la inflación y el nivel de desempleo. La propuesta de Mosler es adoptar tipos de cambio flotantes para no tener que defender un tipo de cambio fijo mediante reservas de divisas y que la economía argentina funcione exclusivamente mediante la moneda nacional. Pone como ejemplo las crisis de deuda de México en 1994 y de Rusia en 1998. Ambos países adoptaron políticas de tipos de cambio flotantes ante crisis de deuda explosivas derivadas de los tipos de cambio fijos. La consecuencia fue que, después de introducir los tipos de cambio flotantes, se produjo un fuerte ajuste en el que el peso mexicano y el rublo perdieron un 66% y un 75% de su valor de cambio con respecto al dólar respectivamente. A continuación, el valor de las monedas se estabilizó y después se fue recuperando progresivamente. Según Mosler, en Argentina pasaría algo similar porque la economía argentina es parecida a la de Rusia y México. Actualmente, el tipo de cambio oficial del peso argentino es de 116,25 pesos por dólar y el tipo de cambio en el mercado negro (el llamado dólar blue) es de 202 pesos por dólar. Por consiguiente, la devaluación derivada de los tipos de cambio flotantes haría que el valor del peso oficial pasara a ser aproximadamente el del dólar blue. Después de este ajuste el valor del peso se estabilizaría y a continuación se recuperaría progresivamente, tal y como ocurrió con el peso mexicano y el rublo.

Ante esta propuesta, los dirigentes argentinos arguyen que esa devaluación de aproximadamente el 60% haría aumentar el precio de las importaciones y que las clases más desfavorecidas no podrían ni siquiera comprar alimentos para subsistir. No obstante, Mosler sostiene que ese problema se resolvería mediante subsidios en pesos a las persones que los necesiten y una indexación de los salarios que así lo requieran. Además, Mosler también señala que el precio de las exportaciones argentinas se abarataría y que por tanto la devaluación haría aumentar las exportaciones del país. Asimismo, la inflación anual ya es de más o menos el 60%, lo cual obliga a realizar indexaciones salariales periódicas. Por tanto, los tipos de cambio flotantes requerirían una nueva y última indexación antes de entrar en el periodo de estabilidad.

Esto nos conduce a la segunda propuesta, los tipos de interés del 0% permanente y la renuncia a emitir cualquier tipo de deuda pública. Actualmente, los tipos de interés argentinos son del 47%. Este dato refleja una actitud claudicante similar a la que se produce con los tipos de cambio fijos. Los argentinos creen que sin tipos de interés altísimos como los actuales el peso argentino perdería todo su valor y que por tanto los altos tipos de interés son el único incentivo que tienen los mercados de divisas para aceptar el peso. Esto genera un flujo constante de pesos que va a parar directamente a los mercados internacionales de divisas en los que los pesos se cambian por dólares. Esta dinámica inunda los mercados de divisas con pesos y hace que el peso se devalúe constantemente. He ahí, según Mosler, el principal origen de las presiones inflacionarias en Argentina.

Actualmente, Argentina destina un 8% de su PIB al pago de intereses, pero según las estimaciones de Mosler esta cifra será pronto del 20% debido sobre todo al pago de intereses de títulos de deuda indexada a la inflación, verdaderas bombas de relojería monetarias que ya representan el 20% de la deuda pública total y alcanzan los 70 mil millones de dólares. Mosler propone eliminar la emisión de títulos de deuda pública, ya que Argentina es un país que goza de soberanía monetaria y por consiguiente no necesita ni recaudar impuestos ni emitir deuda para financiar su gasto público. Asimismo, insta a los responsables políticos argentinos a dejar de hablar únicamente del déficit fiscal primario (que no recoge el pago de intereses derivado de la deuda) y les sugiere que cuando traten el déficit fiscal lo hagan teniendo en cuenta la enorme e innecesaria cantidad de pesos que van a parar permanentemente a los mercados de divisas para ser cambiados por dólares. Ante las infundadas expresiones de temor sobre el valor del peso, Mosler señaló que el valor del peso se corresponde con el PIB argentino y con todos los productos que se pueden comprar con pesos. Sostener que el peso perdería todo su valor si los tipos de interés fueran del 0% es tan absurdo como decir que la carne, la soja, el grano, el gas, el petróleo, el turismo y todos los productos producidos por la economía argentina perderían todo su valor. Eso simplemente no va a pasar, sobre todo en un momento en el que las exportaciones argentinas están alcanzando niveles récord. Siempre que se tengan que pagar impuestos en pesos argentinos el valor del peso nunca será cero. Solo en un caso inimaginable en el que en Argentina no hubiera que pagar impuestos el valor del peso sería nulo.

Gracias a los tipos de cambio flotantes, los mercados dejarían de determinar los tipos de interés, que pasarían a ser decretados por el Banco Central. Por tanto, una vez adoptados los tipos de cambio flotantes, el nivel de los tipos de interés en Argentina debería ser del 0% y el Estado argentino debería renunciar a la emisión de títulos de deuda.

Todo lo anterior nos lleva a la última propuesta de Mosler, los planes de trabajo garantizado basados en las reservas de estabilización de empleo. Esta propuesta solo es mantenible en el tiempo con tipos de cambio flotantes que eviten tener que adoptar medidas de austeridad fiscal para defender tipos de cambio fijos. Además, el trabajo garantizado eliminaría cualquier presión inflacionaria que haya podido subsistir a los tipos de cambio flotantes y a la eliminación de los tipos de interés positivos, ya que el trabajo garantizado actúa como ancla salarial tanto en periodos de crisis como en periodos de bonanza.

Tal y como Mosler repitió incansablemente en sus exposiciones, el nivel de precios de una economía, y por ende su nivel de inflación, solo se puede explicar atendiendo al precio que el Estado está dispuesto a pagar por los bienes y servicios que necesita para abastecerse. Esto atañe muy especialmente al precio del trabajo reflejado en los salarios, ya que el origen de todos los bienes y servicios es el trabajo humano socialmente incorporado. Según Mosler, el nivel salarial no es la causa de la inflación en Argentina. Por tanto, el Estado no se encontraría con dificultades a la hora de establecer un programa similar (aunque más amplio) al llamado Plan Jefes y Jefas que hasta hace unos años hacía las veces de plan de trabajo garantizado en Argentina. Según este modelo, todo aquel que quiera y pueda trabajar, pero no encuentre trabajo ni en el sector privado ni en el sector público permanente debería recibir un trabajo de transición hasta que se pueda incorporar al trabajo en el sector privado o en el sector público permanente. El objeto del trabajo garantizado no es la producción en sí sino demostrar las capacidades de trabajo de los beneficiarios, ya que por lo general al sector privado solo le gusta contratar a personas que ya están trabajando. Por consiguiente, el trabajo garantizado debería implementarse después de que el gobierno haya decidido cuál es el tamaño deseable del sector público para garantizar unos servicios públicos de buena calidad.

El salario del trabajo garantizado pasaría a ser el salario mínimo de la economía y haría las veces de estabilizador automático de los precios tanto en periodos económicos expansivos como recesivos, a la vez que eliminaría la pobreza y el desempleo.

Antes de adentrarse en el acuerdo con el FMI, Mosler también señaló que en Argentina existe un problema con la regulación de los mercados. Según Mosler, esto se debe a una alta concentración en sectores productivos estratégicos que desemboca en prácticas oligopólicas. Su propuesta es regular esos mercados oligopólicos para limitar sus excesivos márgenes de beneficio y evitar prácticas especulativas, sobre todo en lo que se refiere a los sectores bancario y primario.

Por último, se adentró en el proceloso campo del acuerdo con el FMI. Dicho acuerdo incluye un préstamo por valor de 45 mil millones de dólares y numerosas condicionalidades muy dañinas para Argentina como la emisión de títulos de deuda a largo plazo y medidas de austeridad fiscal. Mosler propone sustituir ese acuerdo por otro que sea más beneficioso tanto para Argentina como para el propio FMI. Su propuesta es devolver el préstamo mediante un impuesto del 3% a las exportaciones brutas argentinas. Dichas exportaciones ascienden a un valor total aproximado de 100 mil millones de dólares anuales. Dedicar un 3% de esa cifra a la devolución del préstamo sería beneficioso para el FMI porque le aseguraría recibir dólares a partir de la única fuente de entrada de dólares en el país, las exportaciones. Eso significa que no tendría que producirse ningún cambio de moneda para realizar los pagos. Además, el FMI ya no tendría que preocuparse por imponer ningún tipo de condicionalidad sobre las políticas argentinas. Por su parte, el gobierno argentino podría ejercer su soberanía política sin ninguna cortapisa por parte del FMI en forma de condicionalidades. Además, ese impuesto del 3% podría descontárselo a los exportadores del pago de otros impuestos si así lo considerara apropiado, de manera que no tendría que producirse obligatoriamente un aumento de la carga fiscal.

Considero que el gobierno argentino debería escuchar el mensaje de Mosler e implementar las medidas que propone. Los logros de una Argentina con pleno empleo, estabilidad de precios y con mercados bien regulados serían inimaginables. Si esa situación se sostuviera durante un periodo prolongado, estoy convencido de que Argentina podría volver a ser la gran potencia económica mundial que fue en su día y recuperaría el lugar de relevancia que le corresponde en la escena internacional.

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