Lenininismo

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Cuando alguien cree estar por encima de la ideología dominante en una determinada situación (por ejemplo, cuando afirma no ser ni de izquierdas ni de derechas, o cuando se define ni machista ni feminista), entendemos que esa persona no es del todo consciente del mundo que le rodea, o que su perspectiva tiende a situarse, aunque se crea librepensador, del lado dominante.

¿Es posible hacer un ejercicio semejante de librepensamiento en lo que se refiere a las relaciones internacionales? Por supuesto me refiero al conflicto de Ucrania.

La izquierda española ha optado en su mayoría concluir en sus análisis que a los trabajadores no les interesa situarse del lado de ninguno de los bandos beligerantes. Tan imperialistas son unos como otros, nos dicen. En lo que se refiere a los partidos y plataformas sin representación parlamentaria, no lo valoraré aquí, aunque no lo comparto.

En lo que se refiere a la izquierda con representación parlamentaria, la posición equidistante no sólo me parece desacertada, sino que, además, creo que es de una tremenda hipocresía.

Tanto los representantes de Podemos, como IU o PCE, coinciden en que el ataque tiene su origen en Rusia. En sus comunicados se acogen a una posición pacífica y de observancia de las convenciones internacionales. Refieren un ataque del imperialismo de Putin y la vulneración de los acuerdos de paz.

Hay que señalar que, en ese posicionamiento, coinciden absolutamente con el resto del espectro político del Congreso. Con todo el espectro, desde el centro a la extrema derecha. Parece haber, en este análisis, un acuerdo unánime de las fuerzas con representación parlamentaria, como puede verse comparando las imágenes a la izquierda y debajo de estas palabras.

Sería de justicia preguntarles por qué no se llamó al respeto de los acuerdos internacionales cuando se ha violado el de Minsk por parte de los Estados Unidos. ¿Por qué ahora la indignación por las guerras y no cuando, en los últimos 8 años, Kiev ha atacado a la población civil? ¿Por qué la Unión Europea ha alentado y promocionado el Maidán de la ultraderecha, o ha mirado hacia otro lado mientras proliferaba el fascismo y quemaba, literalmente, a comunistas?

Estas preguntas no las van a contestar. Les explico por qué. Porque pondría en entredicho su aparente imparcialidad pacifista. Si este pacifismo sobrevenido de los diputados de la ultra derecha es a todas luces una impostura, el del Gobierno progresista no se queda atrás.

Cuando se habla de imperialismo (en especial cuando quienes lo hacen son miembros de un Partido que en sus documentos se considera leninista) debería acudirse como referencia insoslayable al texto Imperialismo, fase superior del capitalismo. Texto que no sólo no es de incuestionable actualidad, pese a su centenaria existencia, sino que describe la situación que estamos viviendo, la inevitable llegada de la guerra cuando los intereses económicos, reducidos a monopolios, ya no encuentran nuevos recursos que puedan expoliar, y en consecuencia enfrentan a sus respectivos imperios a la disputa de los que ya manejan otros poderes.

Porque, en efecto, es una cuestión de intereses económicos. El imperio norteamericano se sabe en decadencia y recurre a su cualidad aún predominante, la fuerza bélica, por sostener su posición comercial y económica en el mundo. Y ha elegido para ello la disputa a Rusia de los recursos energéticos, en un territorio, Europa, donde EE. UU. tiene la considerable ventaja de manejar a su antojo la actitud servil de la Unión Europea, quien es de tal modo sumisa que aplaude que otros agiten el avispero en su propio territorio.

Y en este caso, España, el gobierno progresista español, ha sido parte necesaria del sostenimiento y recuperación, en plena pandemia mundial, de la Unión Europea. ¿Quién si no firmó y valoró como «históricos» los acuerdos que nos dejan al albur de la Comisión Europea y su modelo económico? ¿Quiénes aceptan como mal menor que las empresas del IBEX sean receptoras de miles de millones de los fondos europeos?

¿Quiénes han admitido que había que salir de la pandemia sin obstaculizar la libertad comercial con limitaciones estatales estrictas? Libertad comercial, todo sea dicho, que no se aplica en lo referente a las vacunas, pues nunca tuvimos oportunidad de probar las dudosísimas y cuestionadísimas vacunas de los imperios de Rusia o China (ni mencionar la vacuna cubana, a esa hasta la bloqueamos). Excepto los que tuvieron bula para viajar y ponerse otras vacunas en Emiratos Árabes, claro.

¿Quiénes nos dicen que es muy difícil, con 35 diputados, revertir el oligopolio de las energéticas y, al mismo tiempo, justifican una guerra que elevará los precios del gas porque nos venderán el que nos dicte EE. UU.?

En su apuesta por el posibilismo electoralista, Unidas Podemos ha inventado un leninismo nuevo, reversible al antojo del usuario, que acude a los fetiches de la democracia capitalista. Ni con la dictadura del proletariado (se persignan) ni con la CEOE, sino con el Diálogo. Ni con un imperio (el ruso), ni con el otro (ese al que rendimos pleitesía), sino con la Paz. Una especie de análisis del momento de ni sí ni no, sino todo lo contrario, el lenininismo.

Por supuesto que nadie desea una guerra, por supuesto que da pavor pensar en una escalada de agresiones y que mueran más inocentes. Pero situarse en un indefinido papel amparado por el pacifismo, que podrían compartir el neoliberal con ínfulas ecologistas o el actor de Hollywood, sugiere una visión idealizada de la realidad política que tiene ojos para el conflicto en el que los medios pongan el foco, pero no para los que se producen a diario en diversas partes del mundo, también con muertes de inocentes.

Sí, el gobierno de Putin tiene intereses geopolíticos. ¿Qué país no los tiene? ¿Nosotros los españoles no vemos que estamos encadenados a los intereses de la OTAN y que esta nos arrastra a una guerra que alivie su crisis?

A los que peinamos canas nos sonarán anteriores debates similares, en los que se comparaba, como de igual a igual, el poder militar de la Alianza Atlántica con el de otros personajes de mala prensa en Occidente, recuerden Sadam o Gadafi. Recuerden las consecuencias de hacer análisis basados en la moralidad de los personajes en lugar de en la realidad económica. ¡Recuerden ayer mismo, Siria!

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