Las cosas del comer

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Últimamente me llama mucho la atención que dirigentes de partidos políticos y sindicatos que supuestamente son de izquierdas posen muy acaramelados con la patronal. Y es que no solo la atención lo que me llama también me llaman son los demonios cuando veo estas postales.

En la mesa uno no se sienta con cualquiera si es para cosas del comer. Porque el comer es sagrado, y cuando uno deja meter la mano en la olla (cuando la olla no es suya si no de los trabajadores) le está quitando el plato a otro que no tiene de dónde rascar.

Uno no se sienta a comer con quien le quita el pan, ni con quien le racanea con la salsa y sobre todo con quien busca la mayor tajada, por que acaba por pillar solo las migajas. Uno come en su casa o con sus amigos, pero nunca se come con el enemigo.

Las gambas nunca llegan al piso de abajo al igual que los acuerdos que se firman. Ahora por lo visto debo de coincidir con los “Garmendis” del mundo.

La derecha está formada por auténticos zoquetes bien asesorados, eso sí. Al igual que la izquierda pero estos con peores asesores. ¿Quién quiere que la patronal meta la mano en su plato? El diálogo social parece ser que es seguir mamando y aguantar el chaparrón.

¡Así yo no dialogo! La calle está huérfana de obreros, las avenidas piden pie de guerra. Pero el gobierno pide todo lo contrario, pide que nos hagamos los tontos y que nos quiten el pan.

¡Qué vivan los contenedores a salvo! ¡Abajo la revolución proletaria! Hagámonos un traje con banderas que nos tape hasta la nariz. Así por lo menos no oleremos la mierda cuando nos llega el cuello. Que nos digan lo que tenemos que pensar ya no es una ocupación únicamente de la propaganda derechista, ahora es un mantra que nos llega desde el lado contrario. ¿Cuánto tiempo más vamos a aguantar con esta pseudoizquierda? ¿Cuánto se nos tienen que llenar las tragaderas para decir “hasta aquí”?

Los salones están llenos de traidores, en las mesas solo se sientan bolsillos llenos y estómagos agradecidos. Hay que volcar las mesas y hacer una hoguera con sus podridas maderas para que el pueblo no pase frío.

Pero eso no pasará porque quien lleva la voz cantante promueve un manifiesto antimarxista. Promueve el borreguismo, el culto al perro de cortijo, al servilismo.

Organización, organización y organización. Pero lejos de estos muñecos de paja que nos llevan por la vía que más conviene a los patrones.

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