Política útil, ¿útil para quién?

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El esperpéntico desenlace de la modificación de la reforma laboral nos ha ofrecido un espectáculo con momentos memorables.

Particularmente me ha sorprendido la cantidad de cuentas con miles de seguidores que tienen un familiar o un conocido que pasará de la inestabilidad a la seguridad laboral, cobrará 300 euros más al mes, podrá al fin acceder a una vivienda y realizarse como persona. Usando las mismas palabras que emplean los miembros del Gobierno, dará carpetazo a la precariedad.

Pese a que esto pueda chirriar en la mente de cualquier trabajador (incluso los que ya eran fijos) o cualquier persona que viva en unas circunstancias normales y observe los precios de la compra, de los alquileres, no digamos de las hipotecas, la luz, gasolina y otros, supongamos que es cierto.

Supongamos que el paradigma efectivamente va a cambiar y que las empresas no se verán tentadas a despedir cuando quieran aumentar el beneficio, como siempre a costa de los trabajadores, aún por la misma indemnización que antes, y que la Unión Europea no seguirá viendo a España como a una colonia turística de mano de obra barata sino que se fomentará un modo de producción diferente. Supongamos, en un ejercicio de fe superlativo, todo esto.

Bien. Debemos saber que, según nos dicen, ese proceso es política útil. Son avances, nos dicen, y como es un avance no debe criticarse. Más aún, quien no lo vea es porque carece de capacidad para entender un proceso político de clase, pues en esos debates del Congreso está la lucha de clases.

Pues, ustedes disculpen, más bien parece lo contrario. La interpretación de la sociedad como un conflicto de clases requiere una visión desde la materialidad de los hechos reales, no desde los deseos idealistas por muy bienintencionados que sean.

Si la lucha de clases está en las agrias discusiones de diputados que se arrojan unos a otros tablas de datos, mientras la Patronal sonríe tranquila, los bancos multiplican sus beneficios y las empresas del IBEX bendicen sus reformas, entonces esa lucha de clases ¡la estamos perdiendo!

Observen que hemos pasado de la desidia política anterior a la crisis de 2008 a la política como interés prioritario de la prensa. Actualmente la política tiene su foco mediático en lo que ocurre en los parlamentos, de manera que lo que no está en ese foco sencillamente no existe. Quien ose criticar a los actores del Congreso, se sale de la foto, se gana el ostracismo, adiós a la posibilidad de publicar, tener seguidores o cualquier actividad relacionada con la política.

Y de ese modo, a quien no vea, como el cuento del traje del emperador, que la reforma de la reforma es un avance, por ejemplo, se le preguntará ¿y usted quién es? ¿Usted qué ha conseguido? ¿No ve que es política útil?

Seguro que no soy el único que se pregunta ¿útil para quiénes? Y tampoco el único que piensa: se me ocurren mil formas de hacer cosas para la gente mejores que éstas, sobre todo si se posee el inmenso altavoz de los ministerios.

Por ejemplo, aprovechar el descontento popular sobre las indecentes subidas de precios (en la luz, en la vivienda, etc) para tejer redes de movilización social, para crear movimientos vecinales de apoyo en las peores épocas de la pandemia, para aumentar la conciencia de lo común cuando al sistema se le empezaban a ver todas sus vergüenzas en materia de sanidad, de educación, en servicios públicos.

Por ejemplo, para combatir el inaccesible poder de la ideología dominante, que nos pone anteojeras para sólo ver lo que provenga de Estados Unidos y favorezca a la OTAN, haciendo que podamos ver como positivo el ejemplo de China ante la pandemia, la incuestionable superioridad de la economía planificada frente al caos neoliberal.

Por ejemplo, pedirles a los ciudadanos que se pregunten cómo Cuba, una isla pequeña y bloqueada económicamente, tiene una capacidad de investigación biológica capaz de crear su propia vacuna mientras nosotros nos veíamos obligados a engordar obscenamente las acciones de las grandes farmacéuticas.

Por ejemplo, para impulsar desde el descontento de los cientos de miles de empleos puestos en el aire mediante los ERTES la conciencia de que sólo desde la organización y la lucha se pueden obtener verdaderos avances y verdadera protección laboral, no las migajas que nos permita la CEOE y que le convengan para incentivar el consumo sin mover ni un ápice su tasa de ganancia.

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