Encuentro

Existe hoy, en efecto, la tendencia hacia una reivindicación siempre más amplia de los derechos individuales (estoy tentado a decir individualistas), que esconde una concepción de persona humana desligada de todo contexto social y antropológico, así como una “mónada” (monás), cada vez más insensible. Si el derecho de cada uno no está armónicamente ordenado al bien más grande, termina por concebirse sin limitaciones y, consecuentemente, se transforma en fuente de conflictos y de violencias.

Francisco, Fratelli Tutti.

La publicación de Vie de Jésus, de Ernest Renan, provocó auténtico furor en los años sesenta del siglo XIX. Asediado desde hacía tiempo por los revolucionarios italianos, el papa Pío IX acabó desmoralizado y encerrado en el Vaticano, también a causa de esta publicación en la que Renan, un seminarista romántico pasado al racionalismo, contaba la vida de Jesús de Nazaret a ojos de la burguesía intelectual de la Tercera República francesa.

Decía Renan que Jesús fue una suerte de anarquista, por su rechazo a las autoridades y a todo lo que tuviera que ver con el poder temporal. La tradición persa que, en tiempos de Jesús, marcaba intelectualmente al mundo mediterráneo, hablaba de la historia como una sucesión de ciclos, cada uno de ellos determinado por un profeta, hasta llegar a la nueva edad en la que todos quedarían unidos por una sola lengua, una sola ley y un solo gobierno. Virgilio, por su parte, en las Geórgicas, decía:

Ya llega la edad última anunciada en los oráculos de la Sibila. Con el niño que va a nacer concluirá por fin la época de hierro, y por todo el mundo hará surgir una edad dorada… Mira cómo se agitan el mundo sobre su pesado eje, la tierra y el espacioso mar con el profundo cielo. Mira cómo todo se regocija con el nuevo siglo que ha de llegar.

Así es como se festejaba la llegada de Octavio Augusto, el primer emperador romano. Y es que, en el siglo I, existía en todo el Mediterráneo la conciencia, la esperanza, de una llegada mesiánica con la que enterrar lo viejo para construir algo nuevo. Este momento histórico se convertiría en el germen intelectual del pensamiento revolucionario.

Lucas es el pensador más social de los cuatro evangelistas. Detengámonos en la parábola del viajero que es asaltado en el camino de Jerusalén a Jericó. Parábola ampliamente comentada por el papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti. Pasan de largo mercaderes, sacerdotes y otros viajeros pertenecientes a las élites de la época, sin prestar ninguna ayuda a quien yace malherido tras el asalto sufrido. Y finalmente es un samaritano, un hombre corriente, estigmatizado además por su sospechosa procedencia, quien procura ayuda y auxilio a quien lo necesita. En este relato de Lucas está la fraternidad, la solidaridad entre los más humildes, que conforman la mayoría social. Pero además aquí Lucas proporciona el caldo de cultivo en el que esta idea de fraternidad traspasará las fronteras de Judea e irá más allá, a la tantas veces maldecida Samaria, y aún más allá, con Pablo, a todo el mundo conocido.

Por todo ello, puede considerarse a Lucas un pensador presocialista. No en vano, en su segundo evangelio (Hechos de los apóstoles), cuenta cómo era la organización social de los primeros cristianos tras el sacrificio del maestro. En aquella comunidad no había pobres ni ricos. Es más, no había pobres porque no había ricos, ya que todas las riquezas se repartían según necesidad, embrión del pensamiento utópico (Tomás Moro, siglo XVI).

Esta tradición intelectual perduraría en la Iglesia y obligaría al papa León XIII, en 1891, a hablar de los conflictos de la sociedad industrial en su célebre encíclica Rerum Novarum. En la misma, León XIII confiaba en resolver los conflictos entre el capital y el trabajo en términos de fraternidad, con los evangelios en la mano. Pese a la extraordinaria moderación de este texto, muchos consideraron que el papa se había hecho socialista. Buena parte de las élites veía cómo el individualismo liberal no conectaba con la tradición católica.

En 1963, el papa Juan XXIII lanzaba la encíclica Pacem in Terris, en la que animaba a resolver los grandes conflictos internacionales de la época a través de la solidaridad. Muy preocupado por la debilidad de los lazos fraternos, por la pérdida del sentido histórico, que encierra a cada individuo en sí mismo al margen de la sociedad, Juan XXIII quería conectar con su propia época para revitalizar el horizonte de emancipación. Así se entiende el diálogo entre cristianos y socialistas, tan propio de los años sesenta del pasado siglo. Este es el contexto en el que fue posible la sincera amistad entre aquel papa y el poeta comunista Pier Paolo Pasolini.

Fratelli Tutti, la encíclica que publicó Francisco en plena pandemia (2020), recoge esta tradición, de la que brota un texto extraordinariamente moderno, en el que se aspira a soluciones globales para los problemas propios de un mundo global. Un texto en el que se denuncia el individualismo propio de la globalización neoliberal, que nos deshumaniza, y también la reacción nacionalista propia de los populismos autoritarios. Se propone una convergencia política a nivel internacional que nos permita reencontrarnos con nuestra propia condición humana, subrayando que la fraternidad solo es posible mediante la igualdad, y que esto solo puede ejercerse en libertad.

Este universalismo sigue conectando, inevitablemente, con el horizonte utópico que es patrimonio intelectual del socialismo, entendiendo el ideario socialista en su más amplio sentido. Por eso nada hay más natural que una ministra comunista reunida con el santo padre. Porque de lo que se trata es de recuperar la ilusión por una comunidad que hoy es global, que es el género humano. Recuperar el horizonte de emancipación que sigue vivo en nosotros, porque está en nuestra tradición, y esto tiene mucho que ver con ese encuentro entre Francisco y Yolanda Díaz. También tiene mucho que ver con políticas de transformación que van mejorando el día a día de la gente corriente, de la mayoría social. La reforma laboral pactada por la ministra con sindicatos y patronal es el ejemplo más reciente de todo esto. En la misma se recoge el compromiso de todos los agentes económicos, lo que la legitima a largo plazo. Se recupera la ultraactividad en los convenios colectivos, consolidando los derechos laborales ya adquiridos. Se reducen y se vigilan muy especialmente los contratos temporales, protegiendo a los trabajadores más vulnerables. Y se intenta poner orden en la jungla salvaje de las subcontratas, fortaleciendo la vigencia de los convenios sectoriales frente a los de empresa. Es obvio que a esto se le pueden poner muchos peros, y que podemos perdernos en la falta de pureza ideológica y programática de la reforma. También es obvio que la misma camina por la senda de la emancipación social, protegiendo a la mayoría social (particularmente a los más vulnerables) de los asaltadores de caminos.

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