Pasolini en Sevilla

Gritos, abucheos, enfrentamiento y gente que sale indignada del patio de butacas. Voces que claman: “Fuera, fuera…” Más aún: “¡Fuera, maricones!”. No era el Teatro de los Campos Elíseos en el París de la Belle Époque, donde cada año el estreno de los Ballets Rusos de Diáguilev provocaba auténtico furor. Es Sevilla, 2023. El pasado 8 de junio se estrenaba en el Teatro de la Maestranza Tosca, la famosa obra de Puccini, esta vez dirigida por Rafael Villalobos. El director quiso realizar un homenaje a Pier Paolo Pasolini con cuerpos desnudos y un beso entre dos hombres, que parece ser que causó la indignación de algunos espectadores que pretendieron interrumpir la representación.

Resulta realmente sorprendente que a día de hoy unos cuantos desnudos y un beso provoquen un altercado así. El repliegue nacionalista es tan fuerte que nos devuelve debates superados por la cultura europea hace ya más de un siglo. El azar ha colocado en el centro de esta polémica precisamente a Pasolini, el poeta, el cineasta, el intelectual de la posguerra europea que jamás paró de provocar para poner en cuestión la sociedad de su época, cargando de sentido crítico el debate intelectual y político. Si el recuerdo del poeta italiano puede conectar con el presente, es precisamente aquí, en Sevilla, tan tradicional, tan católica, espacio en el que se gesta la impugnación para avanzar hacia el horizonte utópico, ciudad de la esperanza, tolerante por la fuerza de los hechos.

Hipsters, punkis, capillitas, transexuales, eran muchos de los que a diario convivían con los vecinos de toda la vida en el sevillano barrio de la Feria, mi barrio antes de la pandemia. Tras la misma proliferaron los pisos turísticos, y esa colorida mezcla hecha realidad a modo de feliz sintonía comenzó a desdibujarse. Pero era y es algo posible (¡incluso inevitable!) en Sevilla, pese a quienes se lanzan al abucheo y pretenden callar al otro ante cada cambio de guion.

Una Sevilla que engancha con la memoria del autor de Las cenizas de Gramsci. Pasolini homosexual, como se ha dicho en la prensa que ha narrado lo acontecido hace un mes en el Maestranza. Pasolini comunista. Un comunista raro, sin partido. Comunista en todo caso. Pasolini católico, culturalmente católico, esencialmente católico aunque su relación con la Iglesia fuera similar a la mantenida con el partido comunista. En la tradición católica encontraba a un pueblo italiano que se resistía a perder la esperanza, que se negaba a abandonar la utopía. Un pueblo amenazado por la uniformidad del mercado y los medios de comunicación modernos, por una cultura global que pasa por encima de la tradición dejando al ser humano despojado de su propia historia. Esto era lo que denunciaban comunistas y católicos durante la posguerra italiana, ¡eso era Pasolini! Siempre se empeñó en denunciar que la multiplicación de los medios de comunicación mantendría a los ciudadanos mejor comunicados, al tiempo que más aislados. Una espiral que se ha ido intensificando en las últimas décadas, la generalización del uso de las redes sociales, en efecto, está determinando a una sociedad que se hace cada vez más individualista (Byung-Chul Han). Ciudadanos comunicados de manera constante e inmediata, y sin embargo cada vez más lejos de sus semejantes. Esto produce una sociedad cada vez menos empática, en la que se hace difícil la convivencia. Comprender al otro empieza a ser considerado una muestra de debilidad, una pérdida de autenticidad.

En este sentido, el debate político se vuelve cada vez más emocional. Los abucheos del estreno de Tosca son una muestra de ello. Que en plena campaña electoral para las generales del próximo 23 de julio no se hable de la situación económica y social, es otra realidad muy reveladora. La política debe estar cargada de razón, y sin embargo hoy las emociones pasan por encima de cualquier otra cosa. Esta deriva es terrible y reveladora.

2 COMENTARIOS

  1. Me da la impresión de que no estuvo usted en esa función de «Tosca», así como que tampoco conoce la producción de dicha ópera. De conocerla y de haber estado allí se habría dado cuenta de que los abucheos (salvo personas aisladas) no tuvieron nada que ver con la homofobia (como ha vendido interesantemente todo el entorno del director de escena), sino con la tergiversación y emborronamiento absoluto del argumento y de los eprsonajes de la ópera. Ls gritos comenzaron antes del beso famoso, con expresiones como «¡Esto no es Tosca!» o «¡Queremos Tosca!»

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.