Dejad de renegar: sí, fueron las burguesas (II). El Lyceum Club Femenino de Madrid (1926-1936)

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Que sus nombres no se borren…

María de Maeztu, Isabel Oyarzábal, Victoria Kent, Amalia Galárraga, Zenobia Camprubí, Helen Phillips, Natividad González, Magda Donato, Carmen Juan, Josefina Blanco, Mabel Rick, Aurora Lanzarote, Encarnación Aragoneses (Elena Fortún), Trudy Graa, Carmen Gallardo, María Martos, Pura Maortúa, Carmen Díaz de Mendoza (Condesa de San Luis), María y Mercedes Rodrigo, Aurora Riaño, la doctora Aleixandre, Rosario Lacy, Nieves Barrio, Ascensión Madariaga, las hermanas Quiroga

Son varias de las fundadoras del Lyceum Club Femenino de Madrid. Desgraciadamente, solo contamos con la lista de socias fundadoras que guardaba celosamente la gran Zenobia Camprubí y la relación de Concha Fagoaga, todas recogidas en un sublime artículo del investigador Juan Aguilera Sastre.

La búsqueda de socias de este club de «fumadoras de cigarrillos egipcios» – como las llamaron sus detractores – se convierte, de este modo, en una tela de araña que hay que ir desenredando poco a poco: memorias, nombres mencionados en actos en la prensa de la época, etc., hasta demandas en redes sociales. Todo vale para encontrarlas. Porque se lo merecen. Porque lo que no se nombra, no existe.

No voy a contarles lo que ya saben: que este grupo de mujeres burguesas – ¿por qué no decirlo? – fundó en Madrid, en 1926, el primer club femenino español, a imagen y semejanza del londinense, y que fue un evento importante para la época. Lo que me interesa explicarles es que estaban comprometidas con la mejora de la condición social de TODAS las mujeres e hicieron grandes cosas, a pesar de los ataques que sufrieron.

Socias del Lyceum Club. Podemos apreciar, entre otras, a Ernestina de Champourcin, de pie en el centro. Fuente: Nuevo Mundo, 14 de febrero de 1930.

Contra viento y marea

El Lyceum se organizó por secciones, de este modo la presidenta de cada sección se encargaba de programar una multitud de actividades por año. Independientemente de las secciones – Literatura, Ciencias, Artes Plásticas e Industriales, Social, Música e Internacional – se quería transmitir, en general, un conocimiento compartido y conseguir avances no solo para las mujeres, sino para la sociedad en general. De este modo, doctoras, sociólogas, psicólogas, abogadas, maestras, pedagogas, escritoras, pintoras, escultoras, filósofas, científicas… consiguieron, durante diez años de actividades, grandes logros que han pasado desapercibidos por la historia oficial.

Tenemos el ejemplo de la lucha que mantuvieron contra el vergonzoso artículo 438 del Código penal de 1870, el llamado «uxoricidio por honor», que decía lo siguiente:

El marido que sorprendiendo en adulterio a su mujer matase en el acto a ésta o al adúltero o les causara algunas de las lesiones graves, será castigado con destierro. Si les causara daños de segunda clase, quedará libre de pena.

Estas mujeres no se amedrentaron ante el dictador Miguel Primo de Rivera y el 22 de febrero de 1927, una comisión del Lyceum se presentó ante el Presidente del Comité de Códigos para presentar, de manera oficial, la supresión de dicho artículo. Victoria Kent, presidenta del club en aquellos momentos, lo calificaba de «precepto bárbaro» y efectivamente lo era.

En este mismo escrito se formularon otras demandas, como la igualdad entre hombres y mujeres frente a la ley, sobre todo en lo que concernía a actos civiles. No olvidemos que las mujeres no podían ser tutoras o ejecutoras testamentarias, por ejemplo. En palabras de Kent:

Una de ellas [demandas] es que se reconozca, sin limitaciones de ningún género, la facultad de la mujer, sea soltera o casada, para una infinidad de actos civiles, para los cuales tiene  indudablemente, una capacidad intelectual y moral tan perfecta como la del hombre: para ser testigo en los testamentos, para formar parte del consejo de familia, para ser tutor, protutor, curador, albacea… (El Heraldo de Madrid, 23-02-1927)

Además, realizaron actividades de todo tipo. Se ha hablado en varios estudios de las conferencias que organizaban en el seno del Lyceum, pero poco se ha dicho sobre las acciones sociales, que las hubo. De hecho, se sigue pensando que estas burguesas asistían a su clubecito a tomar té, a escuchar conferencias y a sentirse así muy modernas y europeas. Totalmente incierto: estas mujeres ya sufrieron una campaña de descrédito en aquellos tiempos por estas mismas razones, además de por su origen social y su laicismo. Pero lo que nos han mostrado es que se podía ser moderna – nada que ver con la frivolidad -, y realizar acciones en pro de la sociedad y de las mujeres.

Iniciativas sociales con té incluido

Varias iniciativas surgieron tomando el té, seguramente. Pero no por ello hay que quitarles el mérito que se merecen. La Casa del Niño fue uno de sus grandes logros, así como la Fundación del Comité del Libro para el Ciego.

El periodista H. R. De la Peña junto a la Junta de La Casa del Niño de la Sección Social del Lyceum Club (Nuevo Mundo, 15/03/1929)

La Casa del Niño

La Casa del Niño fue posible gracias a suscripciones de personas afines al Lyceum, a industriales que querían contribuir a la labor y, evidentemente, al voluntariado de las «malas mujeres» del Lyceum. En 1929 ya tenían un edificio en el que acogían a 25 niños de madres y padres obreros: los dejaban por la mañana y los recogían por la noche tras una larga jornada de trabajo.

El servicio era gratuito, y los acogidos desayunaban, comían y merendaban en el centro. Solamente había dos personas remuneradas. El resto de trabajadoras eran las propias socias del Lyceum que constituyeron una Junta de la Casa del Niño: como presidenta estaba Consuelo Bastos; Gloria de Luna era la secretaria; Elvira Ancedo ejercía las labores de tesorera; Luz Cela las de vicetesorera; y la vocal era María Güell de Oriol (Nuevo Mundo, 1929). En febrero de 1931, La Casa del Niño era ya toda una institución reconocida en Madrid. Se encontraba en el barrio madrileño de Cuatro Caminos, y ya acogía a más de sesenta niños.

La inquietud por la infancia fue una constante preocupación para nuestras lyceómanas. Así lo vemos en las conferencias ofrecidas en el seno del Lyceum. El presidente del Tribunal Tutelar para Niños, Francisco García Molinas, presentó una comunicación en mayo de 1927 sobre «El Tribunal para niños. Lo que pudiera ser la cooperación de todos»; o la intervención de Rafaela Jiménez Quesada, directora de la Casa-Escuela de los Arcos y durante la Guerra de España, miembro de la Junta de Protección de Menores, que ofreció, en marzo de 1936, una conferencia sobre «Infancia abandonada y delincuente».

Comité del Libro para el Ciego

La otra gran actividad de gran utilidad para la sociedad fue la creación de una biblioteca para personas ciegas, la Fundación del Comité del Libro para el Ciego. Se trataba de crear una biblioteca en el sistema braille para las personas ciegas. La fundadora de esta actividad fue Mercedes Rodrigo que, tras ver este tipo de proyecto en un viaje a París y formando parte del Instituto de Orientación Profesional, llevó la idea al Lyceum. Encargada de ello se encontraba María Hurdisán, secretaria del Lyceum Club en febrero de 1931 y también del Comité del Libro para el Ciego. En la biblioteca del Lyceum, algunas socias se encargaban de dictar a un escribiente ciego, Pascual Quirós.

Socias del Lyceum Club dictando obras al escribiente ciego Pascual Quirós, dentro de la labor del Libro para el Ciego que realizaron

En la entrevista que realizó Juan del Sarto para Crónica (06/07/1931), Hurdisán explicaba las obras que se habían realizado por el momento, junto a los nombres de las socias que habían logrado realizarlas:

La señora de Fernández Alemany, y a petición de los ciegos, ha escrito un Diccionario Inglés; la señorita Blanca Moran, la Vida de Pizarro; la señora de SalasRoger de Lauria y Don Alvaro de Luna; la señorita Escrivá de Romaní, que viene a leer con una constancia grande, Un aspecto en la elaboración del Quijote; las señoritas de Sánchez RománGuzmán el Bueno y los Apuntes de Bartrinala condesa de Alpuente, un Tratado de Medicina; la señora Samper de Díaz, la Vida de Quintana; (…) La señora viuda de don Enrique de Mesa está escribiendo un tomo de poesías del que fue su marido, un verdadero regalo, pues a los ciegos les encanta la poesía. María Ponce de León, Leyendas y cuentos de Bécquer; la señora de Zubiaurre, un libro de Salaverría; Carmen Monné de BarojaEl Gran CapitánPilar RiañoEl Cid Fray Bartolomé de las Casas; la doctora Vidal, un Tratado de Higiene y la Vida de Blasco Núñez de Balboa, y la señorita Smit, alemana, un Diccionario Alemán.

… y suma y sigue…

Hay muchísimos ejemplos que demuestran que, aún con té, se podía luchar. En 1930, por ejemplo, participaron en la iniciativa de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas con el apoyo de la Asociación Universitaria de Mujeres y del Consejo Supremo Feminista junto al Comité Femenino de Mejoras Sociales de Barcelona, y firmaron una petición dirigida al presidente del Consejo de Ministros, Dámaso Berenguer, reclamando el derecho al voto femenino. De hecho, y según Hurtado, la discusión entre Victoria Kent y Clara Campoamor comenzó en el Lyceum.

También publicaron, en marzo de 1931, una petición de clemencia por los acusados de Jaca, publicada en el periódico El Sol. ¡Se atrevieron a colaborar incluso en política! s Ya conocemos a sus eminentes socias fundadoras Victoria Kent o la gran Clara Campoamor. Pero ademas de aportar socialmente, apoyaron iniciativas como la organización, por parte de la Agrupación Socialista, de un concierto, en mayo de ese mismo año, y cuyos beneficios sirvieron para las y los obreros que se encontraban desempleados.

Ya ven ustedes: no hace falta ser pobre para tener conciencia de clase. No hace falta vivir en la miseria para comprender y tener empatía y luchar para erradicarla. No es una cuestión de clases, sino de acción, de concienciación. Estas mujeres fueron acusadas de ser las «esposas de» entre otras cosas; acusadas de tener entre sus filas a aristócratas y a masonas al mismo tiempo; acusadas de llevar una vida poco acorde a lo que se pedía a la mujer de aquella época. Y, a pesar de todos los ataques, siguieron su labor y realizaron grandes cosas que hoy han pasado completamente desapercibidas. Porque seguimos considerándolas como las burguesas que se reunían para tener la conciencia tranquila.

Muchas de ellas estuvieron trabajando durante la Guerra de España por la República, defendiendo la soberanía de un régimen votado por el pueblo. Muchas de ellas, de origen aristócrata, hicieron más por los avances sociales que los representantes del pueblo o que los grandes dirigentes de izquierdas. Ya está bien de renegar de ellas.

Porque fueron, somos.

  • AGUILERA SASTRE, Juan, « Las fundadoras del Lyceum Club Femenino Español », BROCAR, 35, 2011, p. 65-90.
  • FAGOAGA, Concha, « El Lyceum Club de Madrid, élite latente », en BUSSY-GENEVOIS, Danièle (dr.), Les espagnoles dans l’histoire. Une sociabilité démocratique (XIXe-XXe siècles),Saint-Denis, Presses Universitaires de Vincennes, 2002, pp. 145-167.
  • GONZALEZ NARANJO, Rocío, «Ilustres tontas y locas: el Lyceum Club de Madrid, todo un ejemplo de solidaridad femenina», Martín Clavijo M., González de Sande M., Cerrato D. y Moreno Lago Eva María (Ed.), Locas. Escritoras y personajes femeninos cuestionando las normas, Sevilla, Arcibel Editores, 2015, pp. 721-734.
  • GONZALEZ NARANJO, Rocío, « Création et association : le Lyceum Club », Gay-Sylvestre, D. (dr.), Il, Elle : Entre Je(u), Limoges, PULIM, 2015, pp. 243-259.
  • HURTADO, Amparo, « El Lyceum Club Femenino (Madrid, 1926-1939) », Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, II época, dic-1999, nº 36, pp. 23-40.
  • MANGINI, Shirley, « El Lyceum Club de Madrid. Un refugio feminista en una capital hostil », Asparkia, 17, 2006, pp. 125-140.

3 COMENTARIOS

  1. Cuando los hombres se reúnen para cambiar el mundo, no lo hacian en los salones o en los cafés, fumando y bebiendo?

  2. Muy interesante , una investigación sobre el Lyceum de La Habana acaba de publicarse en segunda edición ampliada : El Lyceum y Lawn Tennis Club: su huella en la cultura cubana , de Whigman Montoya Deler

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