Semblanzas ancestrales: Matilde Ras (1881-1969)

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Las «femmes de lettres» de la Edad de Plata española son fascinantes, y supongo que todas las personas que lean mi columna se hayan dado cuenta de la debilidad de la que esto suscribe. Cierto, las modernas de la edad de oro femenina española me apasionan: una comienza investigando sobre la obra, la vida, los espacios de sociabilidad… y poco a poco, sin darse cuenta, se va apropiando de aquella época como si la hubiera vivido. Y sobre todo, las mujeres investigadas se convierten en «familia» que nos acompañan para siempre en nuestra trayectoria vital y profesional.

Las jóvenes de aquel movimiento de modernas, las vanguardistas nacidas a principios de siglo que decidieron «quitarse el sombrero» lo tuvieron, quizás, más fácil que sus antecesoras: María Teresa León, Concha Méndez, Ernestina de Champourcin, Carlota O’Neill, Carmen de Zulueta, Victorina Durán… aportaron una intensa vida intelectual, social y política al país, adaptándose perfectamente al ritmo de la historia. Pero aquellas nacidas a finales del siglo XIX lo tuvieron más complicado, y por eso soy admirativa de su lucha constante.

Elena Fortún, Matilde Ras, Halma Angélico, Zenobia Camprubí, Carmen Baroja… todas ellas nacieron en el seno de familias tradicionales con pocas alternativas para las mujeres si no era el matrimonio -con algunas excepciones. Sus vidas pueden resumirse en un solo verbo: luchar. Pues tuvieron que luchar contra su familia, contra la sociedad y contra ellas mismas -esta lucha la más complicada-.

Elena Fortún y Matilde Ras

Si a ello añadimos una sexualidad no conforme con lo establecido, entonces la lucha se multiplica. Hace muy poco la editorial Renacimiento ha vuelto a sorprenderme -y eso que no me suelo sorprender con facilidad- con la publicación de un inédito escrito por Elena Fortún y Matilde Ras, que lleva por título El pensionado de Santa Casilda. Por historias de la vida, alejada de España, todavía no he podido conseguirlo para leerlo, pero puedo asegurarles que estoy deseando por varios motivos: porque las dos autoras vivieron las mismas inquietudes, los mismos espacios y la misma sexualidad no conforme a lo establecido por una sociedad aun no dispuesta a aceptar el amor entre dos mujeres.

Matilde Ras: la gran desconocida

Matilde Ras fue lo que María Teresa León explicaba sobre ella misma en su autobiografía Memoria de la melancolía, una femme de lettres, una mujer completa, cultivada, admirada y respetada en su época. Su familia le dio una educación cosmopolita e igualitaria, ayudando así a la formación de una personalidad fuerte y luchadora.

Tras pasar un periodo en Cuba, y tras la muerte de su padre, la familia volvió a España viviendo en diferentes provincias hasta trasladarse en Madrid. Es en esta ciudad donde Matilde comenzó a interesarse por la grafología y en 1917 publicó su primer libro sobre el tema.

Recibió después una beca para poder estudiar en el prestigioso centro de Grafología de París (1923). Además de sus estudios sobre Grafología (que siguen vigentes aún hoy en día), Matilde escribió narrativa, cuentos, teatro, haciendo que la expresión femme de lettres tomara pleno sentido. Fue asidua del Lyceum Club Femenino, aunque no consta como socia en los archivos de Zenobia Camprubí.

Escribió en la prensa, analizando la escritura de personas célebres, pero también escribiendo artículos sobre literatura y cultura. Particularmente le atraían mucho los autores franceses. Precisamente, dejó un inédito sobre Voltaire (Estudio psico biográfico de Voltaire). Era una feminista moderada, como podemos ver en sus escritos, ya que buscaba un cambio en los códigos sociales a partir de una educación igualitaria, como la que ella tuvo. 

Tras la guerra, estuvo un tiempo exiliada en Portugal, participando en Radio España Independiente, conocida como La Pirenaica, una radio fundada por Dolores Ibárruri contra la dictadura franquista. Pero su regreso a España no fue el esperado. No pudo continuar con la labor que había iniciado en los años veinte y treinta. En el prólogo de El camino es nuestro de María Jesús Fraga y Nuria Capdevila-Argüelles, se nos da una imagen conjunta de Ras y de Fortún como LA mujer moderna por excelencia de los años vanguardistas en España:

[…] las dos compartieron una honda preocupación por la muerte y por el mas allá, les interesaron las nuevas ciencias o las pseudociencias vinculadas a la vanguardia y al arte nuevo, como la homeopatía, la teosofía, el espiritismo o la grafología, precursora de la psicología moderna y por ello considerada de suma importancia a principios del siglo XX.

El culto a una vida sana, a cultivarse constantemente, a enfrentarse a las convenciones sociales hacen de Matilde Ras una referente de las modernas españolas. Ella misma, experta en el Quijote, se consideraba una persona melancólica como el personaje cervantino. Matilde, así como Elena fueron, sin saberlo, mujeres referentes que deberían formar parte de los estudios de las ciencias sociales y de la literatura. Fueron las primeras que nos abrieron el camino, incluso me atrevería a decir que ellas fueron más modernas que nosotras en muchísimos aspectos.

Desde siempre nos han vendido una historia plagada de testosterona, valgan estas semblanzas en adelante para mostrar todo lo contrario.

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