Mujeres en la guerra: ayer y hoy

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Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen.
Julio Anguita

Las guerras, TODAS, no traen nada más que miseria, hambre, muerte, destrucción… Pero también usureros, nuevos ricos, especulaciones, ¡hasta trabajo! Evidentemente, lo «bueno», si es que podemos llamarlo así, es para l@s que están del lado del que las generan, no del lado del que l@s combaten. Aquell@s que van a la guerra lo pierden todo. Yo sigo sin comprender cómo, en este siglo «tan avanzado», estemos hablando aun de esta execrable lacra: el PODER.

¿Y las mujeres en la guerra? Algunas, de manera activa toman las armas y luchan; otras, en la retaguardia prefieren ayudar de otro modo; muchas sufren violaciones, vejaciones y muerte; el exilio, por descontado, es una forma de muerte pública. Pero siempre, SIEMPRE, las mujeres son, han sido y siguen siendo utilizadas en la guerra. Pienso en particular en las kurdas, milicianas que son consideradas únicamente herramientas para que el enemigo islamista tema morir en manos de ellas, ya que de este modo no irá a su paraíso.

Ucranianas y rusas se ven ahora inmersas en una guerra de poder – pues eso es lo que es – sin piedad alguna. No queramos justificar ni un bando ni otro, por favor: si los líderes que desatan esta lacra tuvieran que ir al frente, hubiera dejado de existir hace ya mucho tiempo. Porque son cobardes. Tengo un ejemplo claro que puede mostrar cómo se utiliza a las personas en las guerras. Y a las mujeres, aún más. Un ejemplo no muy lejano y sin embargo olvidado.

Nuestras mujeres

Durante la Segunda República, la mujer pudo acceder al espacio público que hasta el momento le estuvo prohibido. Sufragio, divorcio, acceso a estudios superiores…todo ello favoreció y alimentó el nacimiento del feminismo.

Cuando la Guerra de España estalla numerosas mujeres, indiferentemente de su clase social, serán protagonistas del conflicto. En un primer momento, muchas integraron las milicias populares, creadas en la urgencia por partidos políticos y sindicatos para defender el gobierno legítimo de la República.

Pero a partir del invierno de 1936, un decreto impuso la conversión de las milicias en un ejército oficial en el cual las mujeres no tenían cabida. La propaganda política intentará convencer a la mujer de que su lugar se encontraba en la retaguardia. Para ello, hubo una fuerte comunicación que cambió la imagen de la miliciana heroica a la prostituta portadora de enfermedades.

Quiero dejar claro que con este artículo no se está romantizando la guerra. Al contrario: se trata de denunciar las muertes inútiles, las vidas perdidas, las luchas de poder que siempre pagan l@s mism@s: el pueblo.

Al principio, combatientes esenciales

Batallón Avanti JSU, 04/11/1936, Fuente: Ahora

Al principio de la contienda española, las milicianas fueron mitificadas por los sindicatos o partidos políticos, haciendo de ellas un símbolo de la lucha contra el fascismo. Mujeres como Lina Odena, Casilda Méndez, Aída Lafuente, Rosario Sánchez Mora, Concha Lozano o Maruja Tomicosont fueron y son consideradas como verdaderos mitos en la España republicana.

Las milicias populares permitieron una liberación para muchas mujeres españolas que, sin esperarlo, se encontraron en el frente, al lado de los hombres, como iguales, en defensa de un objetivo común: salvar la República. Claro que muchas de estas mujeres se encontraron en esta situación para acompañar a un marido o a un hijo, pero también para apoyar a sus familias o para vengar la muerte de algún familiar. Sin embargo, las mujeres, de manera legal, sólo pudieron estar hasta mayo de 1937, cuando Juan Negrín llegó al poder y se formalizó un ejército republicano.

Después, mujeres dañinas

Lina Odena fue un símbolo de la lucha antifascista

Este cambio producido con el gobierno de Negrín cambió completamente la percepción que se tenía de la mujer durante la contienda. De este modo, la lucha, considerada como una acción masculina, desplazó a la mujer hacia la retaguardia para que se convirtiera en el ángel protector de los soldados o en trabajadoras reemplazantes de sus maridos.

Comenzaron así los carteles de propaganda para convencer a la mujer de que su lugar no se encontraba en el frente. Aunque la visión más grotesca fue, sin duda alguna, la de la mujer portadora de enfermedades o la de las prostitutas. De este modo, se pasó de una mujer valiente, luchadora, activa, a una mujer que podía mermar las filas republicanas transmitiendo enfermedades venéreas.

En el «Mensaje eugenésico dirigido a las mujeres» del médico anarquista Félix Martí, se aconsejaba a las mujeres abandonar el frente para que los hombres pudieran guardar sus fuerzas para el combate. En la película de Vicente Aranda, Libertarias, esta situación se describe muy bien, ya que las mujeres protagonistas pasan de ser bien recibidas en las milicias a ser consideradas casi como el enemigo.

Todo sigue igual…

La Historia es una sucesión de conflictos y reinados. La Historia androcéntrica, claro está. Es cíclica. Los grandes jefes no aprenden del pasado, e incluso lo utilizan para justificar la barbarie de la muerte sin sentido de poblaciones víctimas del ansia de poder. Las mujeres republicanas españolas lo dieron todo, TODO, por un ideal. Esa es la diferencia: entre ideales y realidades.

En todo el mundo siguen luchando, de diferentes modos, millones de mujeres por un ideal, sobre todo por su libertad. Es cierto que la figura de la miliciana en el frente fue algo revolucionario que sorprendió al mundo entero durante la Guerra de España. Pero no podemos olvidar que en la retaguardia también lucharon y luchan -a través de las redes, con pluma, con máquina de escribir, con sus propias manos-. En Ucrania se están alistando mujeres en las milicias. En Rusia muchas están siendo detenidas por manifestarse contra esta barbarie. Nos hemos olvidado de las mujeres afganas, que bajo el yugo talibán -reconocido por países que se dicen democráticos- han dejado de ser ciudadanas para convertirse en menores de edad; de las palestinas que tuvieron que dejar sus casas de la Franja de Gaza y que se encuentran en «refugios» inhóspitos…

Un largo y amargo etcétera que me produce desesperanza, rabia, asco… Sentimientos que me hacen recordar la célebre frase lapidaria latina: «Homo homini lupus est» = El hombre es un lobo para el hombre. Ha quedado claro. Pero ELLAS -o nosotras- no somos hombres. ELLAS -nosotras- no tiramos bombas ni matamos a civiles. ELLAS -nosotras- luchamos, somos utilizadas… o masacradas y después olvidadas por la Historia.

NO A LA GUERRA, da igual cuando leas este lema.

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