Antonio Rosel Orós, el Abuelo de la clase obrera zaragozana

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El docente e historiador, Cristian Ferrer, trae a “Historias para un centenario” la vida de Antonio Rosel, uno de los principales protagonistas de la reconstrucción del PCE en Zaragoza durante la posguerra que pagó con duros años de cárcel su compromiso con la libertad.

Antonio Rosel, uno de los protagonistas de la reconstrucción del PCE en Zaragoza durante la posguerra, nació en Zaragoza un 17 de julio de 1905. Criado en el seno de una familia anarquista, a los 13 años recibió el carnet del sindicato metalúrgico de la CNT. Conforme llegaron noticias de la construcción del socialismo en la URSS, impresionado por las ideas comunistas, decidió cambiar su afiliación a la UGT durante la década de los años 20. La evolución lógica fue lo que hizo que Antonio entrara a militar en el PCE en 1930, partido en el que continuaría hasta el día de su muerte el 11 de enero de 1988.

El nacimiento y la difícil juventud de Antonio Rosel

La sublevación fascista le pilló en Zaragoza, ciudad que cayó rápidamente en manos de la reacción y que provocó que tuviera que esconderse de las hordas fascistas. Así permaneció hasta que antiguos compañeros cenetistas le ayudaron a escapar, permitiéndole integrarse en el ejército republicano y comenzando sus labores de cuadro intermedio del PCE en la región participando en la Batalla del Ebro. Tras la derrota republicana, Rosel fue recluido en el campo de concentración de Argelés-sur-mer junto a otros 100.000 refugiados españoles. A este campo fueron a parar parte de los 550.000 exiliados que salieron de España tras la caída de Barcelona. Los refugiados vivieron en unas condiciones infrahumanas en aquello que Robert Capa catalogó como “un infierno sobre la arena”, sin agua potable y con barracones construidos por los propios presos que difícilmente podían aislar del frío y la lluvia incesante. No fueron pocos los que murieron por el hambre y el frío cuando no directamente por la difusión de enfermedades como la sarna y la disentería.

Tras su salida en 1941 del campo de concentración se negó a exiliarse a la URSS, algo que su condición de cuadro intermedio podría haberle facilitado, realizando una firme apuesta por su retorno a la lucha en España. Esta vuelta provocó que, a los dos años, fuera detenido y condenado a cuatro años de cárcel en el penal de Alcalá de Henares. A su salida en 1947, la firme voluntad de Antonio Rosel seguía siendo clara: reconstruir el Partido Comunista en Aragón y poner fin a la dictadura a través de una revolución socialista. Ni la derrota en la guerra, ni el campo de concentración, ni mucho menos las cárceles franquistas quebraron la moral de un temperamental zaragozano, obrero del metal, que rápidamente creó los mimbres necesarios para formar una célula en Zaragoza.

Tras su salida de la cárcel, se asentó en el humilde barrio de San José en Zaragoza, el barrio donde nació y vivió antes de la guerra, con su mujer Victoria Martínez y su hijo Antonio, ambos dirigentes del PCE en Aragón durante la década de 1950. Es precisamente su hijo Antonio quien recuerda con cariño esa humilde morada de la actual calle Dos de Mayo, realizando mucho hincapié en la importancia que tenía para él haber nacido en esa calle, la cual en periodo republicano tomaba por nombre Calle 1º de Mayo cambiándose tras el triunfo del franquismo en la Guerra Civil.1

Entre talleres y bicicletas: la vuelta a la acción del PCE en Zaragoza

Una vez asentado en Zaragoza, Antonio Rosel buscó ampliar la influencia del PCE y para ello empezó a intervenir con los jóvenes compañeros que tenía en los Talleres Florencio Gómez, en el zaragozano barrio de las Delicias, muchos de los cuales dieron el paso a la militancia comunista. La célula del taller rápidamente pasó a estar formada por 7 militantes entre los cuales destacaron Rafael Casas, Manuel Gil y Luis Zalaya, tres de los principales dirigentes del movimiento obrero zaragozano durante la dictadura. Este grupo tuvo especial importancia en las movilizaciones de la conocida como “paga de la bufanda” en febrero de 1952, la cual fue una paga decretada por el franquismo que las empresas se negaban a conceder, lo que provocó importantes movilizaciones.2

Es necesario mencionar que, si bien el grupo de Talleres Florencio Gómez fue la célula del PCE que más recorrido tuvo y que sirvió de germen para el posterior comité regional de Aragón del PCE, no fueron los únicos que tenían reconocimiento por parte de la dirección en esos momentos, ni siquiera fueron los primeros. Hay referencias de otros grupos que actúan clandestinamente bajo las siglas “PCE” con conocimiento del Comité Central. De hecho, hay constancia de hasta un total de 7 caídas entre 1943 y 1947, todas antes de la llegada del Abuelo a Zaragoza. De todos ellos, el grupo más importante fue el dirigido por Rafael Tejero, estando encargado sobre todo de tareas de apoyo logístico a la guerrilla.

La diversidad de células inconexas durante la clandestinidad respondía a criterios de seguridad y no era para nada una excepción dadas las difíciles condiciones en las que vivía la militancia. Estas células no podían tener ninguna relación entre ellas hasta que un miembro del Comité Central no se desplazara al interior para mantener reuniones con los responsables de cada organización para así conectarlas y formar comités intermedios de dirección.3

Otro aspecto destacado del movimiento obrero en este periodo es el desarrollo de trabajo dentro de las estructuras sindicales verticalistas. La participación en las elecciones sindicales franquistas y la obtención de puestos de responsabilidad dentro de la administración laboral, una táctica conocida como “entrismo”, fue una seña de identidad de las Comisiones Obreras durante toda la dictadura. Esta posición, criticada por el resto de los sindicatos clandestinos como CNT, UGT o USO, bebe directamente de la experiencia que tuvieron los militantes comunistas durante los años previos a la conformación del sindicato. En ese sentido, las Comisiones de Unidad de Aragón, fundadas por el grupo de Antonio Rosel en Talleres Florencio Gómez, fue un precedente de la lucha dentro de las estructuras verticalistas, obteniendo incluso cargos intermedios de dirección, algo que fomentó la rápida extensión del PCE durante estos años.

La militancia entre barrotes: la caída de 1958

Estos éxitos a nivel político y sindical hicieron que la célula de Talleres Florencio Gómez rápidamente tomara la decisión de diseminarse por las principales fábricas de la ciudad, siendo especialmente importante la célula formada en GIESA donde entre otros trabajaron ilustres dirigentes del movimiento obrero aragonés como Ramón Górriz, Manuel Machín o los hermanos Isidro y Chema Pradal.

Este crecimiento organizativo y político, fruto en buena medida del trabajo de Antonio Rosel al frente de la organización, se dio gracias al intenso trabajo que realizaban en el día a día. Antonio Rosel Martínez, hijo del Abuelo, recuerda las excursiones en bicicleta que les hacía realizar su padre para intentar expandir el partido en Aragón: “Después de trabajar 10 horas había domingos que nos íbamos a Caspe, nos íbamos a Calatayud, con bicicleta, a Huesca, a Barbastro, a Monzón… Pues esa era nuestra tarea.”4

A pesar de ello, la represión franquista no se hizo esperar y atacó duramente a la organización partidaria tras el fracaso de la jornada de reconciliación nacional y la detención de un miembro de la juventud comunista que volvía del congreso de la UJCE en 1957. Tras innumerables torturas en comisaría, Abel Ramiro dio varios nombres que provocaron una caída en cadena de un total de 20 militantes del PCE y 1 de la UJCE de los cuales acabaron en prisión un total de 13:

Relación de nombres y condena de la sentencia 1129 FA de 1958

NOMBRECONDENA
Antonio Rosel Orós20 años y un día
Antonio Rosel Martínez8 años
Manolo Cazorla8 años
José Tejero8 años
Miguel Galindo6 años
Luis Zalaya6 años
Rafael Tejero4 años
Manuel Gil2 años
Rafael Casas2 años
Ramón Górriz2 años
Luis Delfa2 años
Joaquín Orquín2 años
Jesús Gamboa2 años

La condena a Antonio Rosel Orós, dado su papel de dirigente y sus antecedentes, fue muy superior a la del resto de detenidos. Esto hizo que la dirección del PCE exhortara al Abuelo a que abandonara rápidamente el país y pusiera rumbo a la URSS, habilitándole un transporte seguro y documentación falsificada. La cabezonería de buen aragonés que tenía Rosel le hizo desoír los mandatos de la dirección del partido y cumplir, junto a sus camaradas, condena en el Penal de Burgos. Este desacato le valió un periodo de dura marginación por parte de la dirección del PCE, que no entendía las razones que llevaron a un valioso cuadro político a entrar a la cárcel junto a sus camaradas y a su hijo, algo que provocó un gran descontento entre la militancia aragonesa presa en Burgos.

Preso hasta 1965, tras su salida de la cárcel siguió acudiendo como invitado a las reuniones del comité regional del PCE en Aragón, dirigido por aquel entonces por esa nueva hornada de militantes bregados en las luchas obreras de las décadas de 1960 y 1970. Antonio Rosel acudía sin responsabilidad alguna, pero aportando su visión de veterano comunista y con el respeto de toda la nueva militancia que veía en él al abuelo que, en numerosas ocasiones, la guerra o la represión les había arrebatado. Un abuelo caracterizado por la firmeza, que en ocasiones rayaba la testarudez, pero que supo poner los hechos a la altura de las palabras a la hora de reconstruir el partido comunista en su región. Sin duda, la vida de sacrificio y militancia de Antonio Rosel, con sus luces y sus sombras, es una de las tantas historias que merece ser recordada hoy.

1 Entrevista a Antonio Rosel Martínez de 23 de octubre de 2007. Realizada por la Fundación Sindicalismo y Cultura. Disponible en el Archivo Histórico de CCOO en Aragón.

2 Alberto SABIO: Peligrosos demócratas. Antifranquistas vistos por la policía política. Madrid, Cátedra, 2011, pp. 28-29

3 Al respecto de la importancia de las visitas de los cuadros políticos a la hora de conectar a las células son numerosos los testimonios de protagonistas de la época que luego desarrollaron su trabajo en Aragón. Acerca de las conexiones que se establecen viniendo desde Francia recomiendo la lectura de Floreal TORGUET: Construir la libertad. Zaragoza, Prames, 2012 siendo especialmente interesante ya que se ve la perspectiva del cuadro político que conecta a las células durante su periodo en Francia y también el del militante “desconectado” que espera la visita del miembro de la dirección a su llegada a Zaragoza para poder volver a la vida partidaria. También en Javier DELGADO y Manuel GIL: Recuerdo rojo sobre fondo azul, Zaragoza, Mira, 1995 se explica el desarrollo del grupo de Felipe Tejero y de Antonio Rosel Orós por separado, mostrando el total desconocimiento que tenía la militancia de base de la existencia de otros grupos. También hay apuntes relativos al papel de militantes que se dedicaron a conectar células en Javier DELGADO:. Uno de los nuestros. Memorias de un joven comunista 1969-1979. Zaragoza, Mira. 2003. Sobre la conexión de grupos en el propio Aragón recomiendo la lectura de Miguel GALINDO: Reflexiones de un comunista. Zaragoza, Gobierno de Aragón-Programa Amarga Memoria, 2008 Miguel Galindo era el encargado de la expansión en el mundo rural y se desplazaba con frecuencia para intercambiar información con las células y núcleos rurales del PCE en Aragón.

4 Entrevista a Antonio Rosel Martínez de 23 de octubre de 2007. Realizada por la Fundación Sindicalismo y Cultura. Disponible en el Archivo Histórico de CCOO en Aragón.

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