Porque fueron, seremos.

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El presente artículo forma parte del especial que lanza El Común en conmemoración del 90 aniversario de la proclamación de la II República Española, proyecto referente de la izquierda transformadora de este país, que sigue aspirando a un régimen de democracia plena casi un siglo después de aquella experiencia.

Con la proclamación de la II República y la aprobación de una nueva Constitución, España dio un importante paso contra la desigualdad entre clases sociales y entre ambos sexos. Entonces las mujeres avanzamos en la conquista de derechos gracias en gran parte a la inclusión de las primeras diputadas, en un tiempo en el que a la mujeres no se le permitía ni siquiera votar. Ellas fueron Victoria Kent (Izquierda Republicana), Margarita Nelken (Partido Socialista) y Clara Campoamor (Partido Radical).

A esta última debemos agradecer en especial por su vehemente y victoriosa lucha por el voto femenino; por su incansable defensa de otros derechos que se negaban a la mujer como la educación o el divorcio; y por su aportación en la redacción del artículo 25 «No podrán ser fundamento de privilegio jurídico: la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas, ni las creencias religiosas. El Estado no reconoce distinciones o títulos nobiliarios» Clara Campoamor no se definía como feminista, se consideraba humanista; pero a veces para ser feminista basta con considerar a la mujer 100% humana, con todos los derechos que ello implica.

El principio de una sociedad construida en base a la igualdad y las libertades alcanzadas se vieron interrumpidas durante décadas por la dictadura católica de Franco, machista y asesina. Y sigue sin existir a día de hoy, en pleno siglo XXI, después de décadas de que el Estado Español tomara forma de Monarquía Constitucional sin que eso llegara nunca a someterse a referéndum de la ciudadanía.

Nuestra enferma democracia se fundó con un rey impuesto por el dictador. Con una Constitución, la de 1978, redactada a la sombra de las espadas. Sin tener en cuenta las reivindicaciones feministas, despreciadas con el «ahora no toca». Y con toda una serie de preceptos claramente antidemocráticos, como la contradicción constitucional entre el artículo 1.2 “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”, y el artículo 56, apartado 3, que dice “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”.

Esto es una terrible vulneración del principio de igualdad que proclama nuestra Constitución. Corregirla ya urgía antes de que el rey emérito entrara en la lista de evasores con cuentas en paraísos fiscales. ¿A qué estamos esperando?

Si para conseguir la igualdad real es necesario iniciar un proceso constituyente, adelante. No les costó tanto trabajo modificar la Carta Magna cuando el Pacto del Euro exigía dar más prioridad a la deuda pública que a nuestros derechos fundamentales. Todo lo que han construido sin las mujeres debe ser reconstruido.

No podemos olvidar las torturas, violaciones y asesinatos que sufrieron muchas de las defensoras de la igualdad y la libertad que anunciaba la república. Esta democracia pactada con el enemigo las humilla cada día que mantiene impunes tanto a los torturadores y asesinos que siguen vivos, como la memoria de los que ya no lo están.

Tuvimos que esperar casi medio siglo para ver la exhumación de Franco. Algunas quisimos leer en este hecho el mensaje de que con este Gobierno ciertas deudas a la Historia se iban a pagar. Pero nos equivocamos. Casi dos años después de aquello los restos del sádico Queipo de Llano, que basó su poderío militar en la violencia contra las mujeres, permanece enterrado con todos los honores en la Basílica de la Macarena, en Sevilla. ¿No es extraño para el que se hace llamar «el Gobierno más feminista de la Historia»? Mientras, las víctimas del terrorismo de Estado en la dictadura, nuestras abuelas, continúan ignoradas en las cunetas.

Las feministas exigimos vidas dignas de ser vividas y para ello necesitamos una sociedad que se base en la igualdad, no en los valores de mercado. Somos conscientes de que un objetivo tan básico, la igualdad, es imposible bajo el yugo de la Monarquía y de la Iglesia y no pararemos de luchar hasta liberarnos.

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