El presente artículo forma parte del especial que lanza El Común en conmemoración del 90 aniversario de la proclamación de la II República Española, proyecto referente de la izquierda transformadora de este país, que sigue aspirando a un régimen de democracia plena casi un siglo después de aquella experiencia.
Lidia Falcón, Presidenta del Partido Feminista de España.
Si en alguna época de la historia de España las mujeres abrigaron la esperanza de alcanzar la igualdad legal y social con los hombres fue en la II República.
La II República no se reinstaura en España por casualidad. Durante los sesenta años que separan la I de la II, los hombres y las mujeres republicanas trabajaron activa, y a veces heroicamente, por difundir el ideario republicano entre todas las clases sociales. Es muy informativa la primera parte de las Memorias de María Zambrano, donde explica como desde la generación de su abuelo todas las familias masonas, republicanas, socialistas, dedicaron sus esfuerzos a crear ateneos republicanos, a dar charlas, clases, publicar revistas y folletos para explicar en los pueblos y ciudades lo que significaba el dominio de la aristocracia y la oligarquía de la Monarquía, y lo que debían esperar de una República que se ponía al servicio de las clases trabajadoras.
No fue indiferente para las mujeres españolas el Movimiento Sufragista que tiene su máximo exponente en el Reino Unido y en Estados Unidos. A mediados del siglo XIX el sufragismo se extendía por algunos países de Europa y por EEU. En 1848 se aprueba el Manifiesto de Séneca Falls, que da origen a la que se llamó lucha sufragista en ese país. El Movimiento, al principio moderado y conciliador, fue repudiado por los hombres que detentaban el poder, apoyados por una cultura patriarcal que rechazaba la participación de la mujer en la sociedad.
El sufragismo
John Stuart Mill, filósofo, político y escritor, inspirado por su compañera, la conocida sufragista Harriet Taylor, apoyó en el Reino Unido con todo entusiasmo la concesión del voto a la mujer así como la igualdad de derechos. En España debemos rendir homenaje a quienes como José Francos Rodríguez, Benito Pérez Galdós, Adolfo Posada, escritores y políticos, emplearon su tiempo, su pluma y su fortuna en plantear constantemente las reformas necesarias para aprobar el voto para la mujer e incluirla como ciudadana en la proclamación y el mantenimiento de la República.
A pesar de la resistencia que los avances culturales y sociales encontraron en España por parte de la Iglesia católica, de los partidos de derecha y de los políticos e intelectuales reaccionarios, el 14 de abril de 1931 se proclamó la II República, después de que las elecciones municipales que se celebraron ese día dieran el triunfo en las ciudades a los partidos republicanos, y el rey no obtuviera el apoyo ni del Ejército ni de sus más allegados, como el conde de Romanones, que le aconsejó que abandonara el trono.
La República llegó al poder por la campaña persistente de los republicanos, el entusiasmo popular ante la posibilidad de desembarazarse de una monarquía que había sido siempre el sostén de las oligarquías que impedían todo progreso, un movimiento obrero fuerte y numeroso que se nucleaba alrededor de la CNT y de la UGT, y ante la imposibilidad de llevar a cabo las mejoras sociales necesarias y la retrasada democratización del país mientras se mantuviera el Rey en el poder.
Con la instauración de la República se inició una nueva etapa para la mujer, consecuencia natural del género de ideas que habían dado vida al mismo régimen político. La primera conquista fue la del sufragio. El gobierno provisional, en un decreto de 8 de mayo de 1931, concedió el derecho al voto a todos los hombres mayores de veintitrés años y declaró que las mujeres y los curas podían ser elegidos para Diputados. Esto tuvo como consecuencia que en las elecciones celebradas en junio de aquel mismo año para las Cortes Constituyentes fueran elegidas, únicamente con votos masculinos, tres mujeres: Clara Campoamor, por el Partido Radical, por la provincia de Madrid; Margarita Nelken, por el Partido socialista, por la de Badajoz, y Victoria Kent, de Izquierda Republicana, por la de Jaén.
El voto
La discusión que se entabló en el Parlamento sobre la concesión del voto femenino enfrentó a Victoria Kent con Clara Campoamor sobre la oportunidad de su aprobación. Victoria Kent, siguiendo las consignas de su partido y del Partido Socialista, se opuso alegando que las mujeres no tenían suficiente preparación y estaban sumamente influenciadas por la Iglesia, lo que significaría la victoria de la derecha en las siguientes elecciones, mientras Clara Campoamor defendió siempre el voto femenino como uno de los derechos fundamentales de la mujer como ciudadana.
Las primeras elecciones en las que participaron las mujeres fueron las del 19 de noviembre de 1933 en las que ganaron los partidos de derechas, e inevitablemente se les echó la culpa a aquellas mientras se obviaba que la política de la CNT, que pidió la abstención, privó de un millón de votos, los que tenían sus afiliados, a los partidos de izquierdas.
Clara Campoamor comentó a este respecto: “El voto femenino se convirtió en el chivo hebreo cargado con todos los pecados de los hombres, y ellos respiraban tranquilos y satisfechos de sí mismos cuando encontraron esa inocente víctima, criatura a cuenta de la cual salvar sus culpas. El voto femenino fue, a partir de 1933, la lejía de la mejor marca para lavar torpezas políticas varoniles.”
La igualdad
La igualdad ante la ley, tanto para la mujer soltera como en el seno del matrimonio, es consagrada por la Constitución republicana que también aprueba el divorcio, la enseñanza libre, y la oportunidad para las mujeres de militar en los partidos políticos. Los hombres, liberales, republicanos, masones, socialistas, que desde finales del siglo XIX habían configurado en su ideario y proyecto los avances que pretendían para España, incluyeron en su proyecto los derechos fundamentales para que la mujer pudiera participar en la construcción del nuevo país. Eran los creadores y herederos de la Institución Libre de Enseñanza y sus principios liberadores del atraso, la superstición y la devoción a una Iglesia católica reaccionaria y atrasada, les llevaba a defender apasionadamente el voto femenino, la igualdad ante la ley, la participación de la mujer en el trabajo asalariado y en la política.
Así mismo las Cortes Constituyentes aprueban el artículo 25 de la Constitución que decía: “No podrá ser fundamento de privilegio jurídico: la naturaleza, la filiación, el sexo…” quedando garantizada con ello la igualdad jurídica del hombre y la mujer. Queda también aprobada la Ley de Divorcio y Matrimonio Civil; se suprimen del Código Penal los artículos que permiten al marido el parricidio en virtud de su “honor” con la única pena de seis meses de destierro, –que será íntegramente restituido por Franco en el Código Penal de 1944-; se permite a la mujer ser testigo en los testamentos, tutora de menores e incapacitados y ejercer la patria potestad sobre sus hijos a su viudez; se anula el depósito de mujer casada y la institución del domicilio conyugal. Discriminaciones todas ellas que establecía el Código Civil de 1888, y que serán reinstauradas íntegramente al terminar la Guerra Civil.
Activismo y cultura
El activismo de la mujer republicana constituyó una etapa singular y aparte dentro de la mujer española en general. Ciertas personalidades femeninas destacaron a niveles intelectuales. Como tantas mujeres que desde principios del siglo se distinguieron por su lucha a favor de la igualdad de todos los seres humanos, y de las que tan poco se ha hablado. Clara Campoamor, Margarita Nelken, Victoria Kent, Dolores Ibárruri, en primera fila de la política, dramaturgas como María Teresa León, Carlota O’Neill, periodistas como Regina de Lamo, Josefina Carabias, Matilde Landa, Rosario del Olmo, Elena Fortún, Enriqueta O’Neill, artistas como Maruja Mallo, a las que desde otros muchos oficios, como la aviadora valenciana Dolors Vives, participaron apasionadamente en levantar de su atraso secular al país que ahora se les brindaba republicano y feminista. A las políticas y luchadoras como Lina Odena, Aída Lafuente, Encarnación Sierra, Juanita Rico, Caridad Mercader, Teresa Claramunt, Aurea Carmona. A ellas se unen las anarquistas que con su organización “Mujeres Libres” difunden un ideario feminista muy avanzado.
El avance en la educación y la cultura para las mujeres fue espectacular en los cinco años y seis meses que duró en paz el régimen republicano. En un país en que el ochenta por ciento de las mujeres eran analfabetas, en los primeros diez meses después de proclamada la República se construyeron seis mil escuelas, seiscientas cada mes. Las Misiones Pedagógicas recorrieron toda España enseñando a leer a los campesinos y campesinas en los pueblos más remotos. Organizaron lecturas colectivas, exposiciones de pintura y conciertos de música, y se publicaron cientos de periódicos y revistas de todas las tendencias culturales y políticas.
Y cuando el clima de enfrentamiento hacía temer claramente el desencadenante de la Guerra Civil se crean los Comités de Mujeres Antifascistas que organizan a los campesinos y a los vecinos de las ciudades en la resistencia popular que se daría más tarde frente a la ofensiva fascista. Juana Doña, Manolita del Arco, Soledad Real, Tomasa Cuevas, son algunas de las luchadoras que organizaron y mantuvieron la lucha durante toda la Guerra Civil y después en oposición clandestina a la Dictadura.
El divorcio
La polémica del divorcio había consumido el primer tercio del siglo XX. Fue motivo constante de discusión entre la Iglesia y los políticos de derecha y los liberales y republicanos. La Iglesia emprendió una campaña feroz contra los que propagaban ideas emancipadoras, acusándolos de que sólo perseguían la degradación de la sociedad y el infortunio para las mujeres, que se verían deshonradas y privadas de su dignidad.
La Constitución aprobaba explícitamente la legalización del divorcio. Después de la redacción del informe sobre el proyecto de ley, por la Comisión de Justicia, pasó el debate a las Cortes que duró del 3 al 26 de febrero de 1932, en uno de los más enconados que se produjo en ellas. La Iglesia y la reacción se aferraron a la tradición y esgrimieron todos sus argumentos para que el liberalismo no triunfara y el anticlericalismo no pudiera hacer mella entre el pueblo español. Obispos y prelados se rasgaron las vestiduras ante la perspectiva de que lo que había unido Dios lo desuniera el hombre. Clara Campoamor tuvo una destacada participación en toda la polémica suscitada por dicho tema. El 2 de marzo de 1932 se promulgó la ley de divorcio y el 28 de junio la ley de matrimonio civil que no admitía el canónico como legal. Ambas fueron firmadas por el Presidente de la República, don Niceto Alcalá Zamora, conservador y católico, y Álvaro Albornoz como Ministro de Justicia.
El aborto
Federica Montseny es la primera Ministra de un gobierno de España, en la cartera de Sanidad, y es la que crea los “liberatorios de prostitución”, al haberla abolido la República, y legaliza el aborto en el año 1936.
La Exposición de Motivos del Decreto sobre Reforma Eugenésica del Aborto decía: “La reforma eugenésica, que representa una de las mejores conquistas revolucionarias en Sanidad, empieza su plan de acción mediante la incorporación a la legislación sanitaria de un hecho hasta hoy efectuado lejos de todo control científico, en la sombra y por personas incompetentes y que, desde este momento, adquiere categoría biológica social, como es el aborto. La finalidad primordial que se persigue es la de facilitar al pueblo trabajador una manera segura y exenta de peligro de regular la natalidad, cuando existen causas poderosas, sentimentales, eugenésicas o terapéuticas que exigen la interrupción artificial del embarazo.” Esa reglamentación era de las más avanzadas de Europa, teniendo en cuenta que el primer país que aprueba el aborto es la Unión Soviética en 1918, al que sigue Suiza y después España.
Todas estas conquistas y avances fueron eliminados, a la vez que la mayoría de los hombres y mujeres que los habían conseguido, cuando el fascismo ganó la Guerra Civil. Recuperar la República es comenzar a recuperar nuestra más hermosa tradición de lucha progresista, eliminar los privilegios de las oligarquías, establecer el reparto de la riqueza, el antimilitarismo y la igualdad del hombre y la mujer. Y a ello deben aprestarse todas las mujeres y los hombres que crean en la igualdad y en el feminismo.
El artículo de Lidia Falcón,La Republica de las Mujeres, es un gran artículo aleccionador de por dónde debe ir la lucha actual de Las Mujeres: Hacia una Republica Feminista. Gracias Lidia por tu escritura.