A Juan Carlos Monedero: las rapadas seríamos nosotras

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No será éste el primero ni el mejor artículo que se escriba sobre el infame tweet de Juan Carlos Monedero, del pasado 20 de diciembre, en el que aseguraba que: “Los ataques a @IreneMontero son coletazos del país que cortó el pelo a las mujeres de los mineros en huelga, que dejó en la cárcel en la amnistía del 77 a las mujeres, que quiso tumbar al gobierno por el matrimonio homosexual. Que fusiló a Lorca por rojo y maricón. #TodasConIrene.”

¿A qué ataques se refería Monedero? A las críticas que la Ministra de Igualdad está recibiendo por parte del movimiento feminista por impulsar leyes que reconocen el género como identidad, es decir que en vez de abolir el género como instrumento de dominación lo instituyen como identidad a disposición del sujeto para reproducir los estereotipos sexistas y crear su personalidad con base a ellos. Si las feministas mostramos nuestro rotundo y radical desacuerdo con las políticas de Montero es  porque están resultando perfectamente inútiles en el mejor de los casos y extraordinariamente regresivas en la mayoría de los mismos.

¿Qué se está haciendo desde el Ministerio de Igualdad para abolir la prostitución? Nada, salvo criticar con un inaudible murmullo la trata. ¿Qué se está haciendo desde el Ministerio de  Igualdad para perseguir penalmente a quienes recurren a la compra de una mujer para gestar un niño que se le expropia para disfrute como mercancía para terceros? Nada, porque ni siquiera se ha derogado la instrucción que permite inscribir en el registro a los niños nacidos por explotación reproductiva en el extranjero. ¿Qué se está haciendo contra la pornografía? Nada. ¿Qué se está haciendo contra la violencia sexual? una ley deficiente que banaliza la noción de consentimiento y trata el “sí es sí” como un eslogan, sin tener en cuenta los desequilibrios de poder, sin analizarlos en absoluto. Y así, preguntándonos qué se está haciendo sobre asuntos necesarios y concretos podríamos rellenar decenas de hojas con la misma respuesta: nada. O cosmética. O ni eso. Fundamentalmente, lo que se está haciendo es el ridículo y un perfecto ejercicio de ineptitud política.

Lo que, desde el Ministerio de Igualdad sí se está haciendo, y de forma muy efectiva, es proceder al borrado de las mujeres con las leyes de autodeterminación de sexo que, además,  reconocen el género como identidad válida y vindicable. En esto sí invierten todos sus esfuerzos: en convertir la opresión en identidad, la masculinidad y la feminidad en un fetiche, se invierten esfuerzos en convertir el género contra el que las feministas se levantan por ser signo de nuestra dominación como mujeres en esencia. Por todo ello, como ya se ha explicado en numerosos artículos (los míos al respecto se pueden buscar en este mismo medio) este Ministerio no hace sino reforzar el sexismo y el patriarcado.

Sin embargo, Monedero y otras personas del entorno de Podemos se empeñan en situar las críticas a Montero y a su Ministerio como las propias de la extrema derecha. Pero saben que no. Pueden repetirlo hasta la saciedad, y lo harán, pero saben que están fundamentadas y que no vienen de la extrema derecha. Saben perfectamente que la Ministra Irene Montero y Podemos tienen a una parte muy substancial (por no decir todo) el movimiento feminista enfrente. Saben que quienes interpelamos las leyes sexistas y misóginas somos como mínimo, socialdemócratas y en un porcentaje nada desdeñable, marxistas. Saben que muchas de nosotras compartimos, además, convicciones republicanas, progresistas, materialistas, laicas (cuando no anticlericales). Saben que, por mucho que nos asocien a la extrema derecha, ante una izquierda herida de muerte por el populismo de Podemos, que ha engullido a Izquierda Unida e imposibilitado las políticas de igualdad que hasta ahora se aseguraban en las legislaturas socialistas, nosotras estamos muy a la izquierda de Podemos. Por mucho que al señor Monedero le satisfaga pensar que a la izquierda de Podemos no hay nada, como le recuerda Falcón en este mismo diario, la realidad es que a la izquierda de Podemos empieza a haber lo elementalmente progresista.

No obstante, su tweet merece más atención de la prestada y no una simple cita. A nosotras, a mis compañeras y a mí, muy probablemente nos hubieran rapado el pelo si nos hubiera tocado luchar en los años treinta del siglo pasado, porque no hubiésemos agachado la cabeza. Probablemente, seríamos nosotras las que no hubiésemos visto el Sol hasta el 77; a algunas les hubiesen perseguido por compartir la vida con otra mujer, y las fusiladas por rojas hubiésemos sido nosotras.

Mentar a Lorca, frivolizar con él, con los obreros, con las mineras, con las rapadas, con los comunistas, con las republicanas, con las torturadas por el fascismo se lo puede permitir un señorito de pseudoizquierda pero de fondo indudablemente reaccionario, que los agita como símbolo y a su favor cuando su populismo simplón avergonzaría a cualquiera de los citados, a quienes utiliza y manosea de forma imperdonable. Es lo propio de los señoritos que, llegado el momento, cambian sus consignas por la de “no te metas en política.” Poner a la víctima al nivel del verdugo para cubrir la propia incoherencia es una vergüenza; comparar a las feministas con los fascistas, propio de la más desvergonzada miseria moral.

Intento evitar llamar fascismo a cualquier cosa. Me parece que hacerlo sería banalizar el sufrimiento de quienes fueron sus víctimas. Por ello, me repugna ver a quien lo único que tiene en su haber es fundar un partido conservador, populista, antifeminista y destinado a dinamitar la poca conciencia de clase llamando fascistas a la única militancia de izquierda que resiste, que es la  feminista. Supongo que lo que lamenta es que no sea tan fácil de engullir como, por ejemplo, IU.

Podemos no es un partido de izquierda: sus propios fundadores lo advirtieron. Desprecia la conciencia de clase, el sindicalismo y la lucha obrera, lo que considera vestigios del pasado. Lo substituye por un activismo desnortado, atomizado, individualista, más propio del hooliganismo futbolero que de la lucha obrera. Es una suerte de canalización infantil de un descontento, un desquite para los sectores vulnerables, siempre que no muestren conciencia de clase ni militancia crítica; un activismo sin rumbo para los más débiles, a fin de que mientras tanto no no se piense en formas efectivas de plantarse frente al neoliberalismo. Podemos no es sino el nuevo opio del pueblo, convenientemente utilizado para que sus altos cargos sobrevivan algún tiempo entre sillones y moqueta, pero nada más: sin agenda, sin convicciones, sin trayectoria obrera, ni marxista, ni socialista. Es experimento sociológico antes que proyecto sólido. Precisamente por eso ha contribuido a una derechización de la sociedad. Si se mira con perspectiva, no se debe olvidar que, tras el 15M tuvo lugar una mayoría absoluta del PP, una debacle del PSOE, el surgimiento de Ciudadanos y de Vox, una Izquierda Unida tocada de muerte, derechizada y sexista, un parlamento de sumas imposibles, una política lenta, nada ambiciosa, y una desmovilización significativa de la ciudadanía. Esos son los éxitos de los que comparan a las feministas con los torturadores fascistas.

Desaparecerán. Antes o después lo harán. Ni siquiera creo que tarden demasiado. Para entonces, en la izquierda quedará un desierto: el mismo que hay ahora, pero, al menos, sin el lastre populista. Y en él habrá sobrevivido a duras penas el feminismo, que, por su manía de ser ilustrado y crítico no se ha dejado instrumentalizar. Por eso molesta. Por eso el acoso a mis compañeras feministas, por eso los insultos. Por eso nos comparan, igual que Ortega Smith hiciera con las Trece Rosas, con el fascismo, aunque siempre hayamos sido las primeras en combatirlo y en sufrirlo.

Espero que la historia no se repita nunca. Porque sé quiénes seríamos las rapadas. Y quiénes los señoritos que, desde la barrera, observarían el panorama aconsejándose entre ellos el “no te metas en política.” Y, desde allí, mentarían a Lorca en vano mientras asistirían impávidos a una represión de la que, sin duda, saldrían perfectamente indemnes. Los oportunistas y los populistas siempre lo hacen. Sin embargo a nosotras, como a Federico, ni Dios nos salvaría.

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