¿Es la eutanasia de izquierdas?

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Estos días hemos asistido a la aprobación de una ley, que para bien o para mal, supone un tremendo cambio en la forma de encarar el sufrimiento de muchos enfermos e impedidos. Me refiero, como seguro que han imaginado, a la Ley de Eutanasia aprobada el 17 de diciembre de 2020.

Es indudable que la ley tiene el respaldo de una mayoría de los españoles. Por más que algunos sectores poco numerosos pero muy vocingleros de la derecha hayan pasado los últimos días montando el habitual teatrillo que escenifican cada vez que se produce algún cambio social, las encuestas que se han hecho al respecto son abrumadoras. Como el apoyo que ha tenido la ley en el congreso. Y se ha transmitido la sensación de que solo un fundamentalismo religioso cerril puede oponerse a este avance.

Déjenme decirles algo: conocemos perfectamente que estos berrinches y lloriqueos de la derecha se desvanecen en cuanto los cambios a los que se oponían están consolidados. Una vez logrados el divorcio, el matrimonio igualitario, la constitución, etc la derecha más cerril siempre ha dicho que ellos fueron quienes trajeron estos avances. Llegado ese momento, los palmeros que se oponían a ellos callaban cuando veían que su opción llegaba al poder y no los revertía. Como mucho, si juzgaban que apuntarse ellos el mérito de conseguirlos era demasiado grotesco usaban la fórmula de que esos avances los habían logrado los españoles, la sociedad, etc. Yo les digo que la eutanasia será asumida con entusiasmo por la derecha mucho antes que cualquiera de estos adelantos. Y es que soy de los pocos en la izquierda que no ven esta ley como un avance, sino como un caballo de Troya para defender intereses muy turbios.

Aunque me considero cristiano, mis motivos no tienen nada que ver con la fe religiosa. Yo hasta ahora no he observado ninguna crítica desde la izquierda a esta ley, y motivos hay. Quiero que sepan, antes que nada, que desde los ocho años sé muy bien lo que es tener un familiar enfermo degenerativo y dependiente. No dudo que la inmensa mayoría de ese gran sector de la sociedad española que celebra la ley no son asesinos sanguinarios, sino que de buena fe desean aliviar el sufrimiento de ciertos enfermos. Conozco lo duro que es afrontar una enfermedad sin posibilidad de mejora y que produce incapacidad o sufrimiento durante periodos prolongados. Es tan duro que de hecho puede confundirles.

En primer lugar se nos ha dicho que la eutanasia será voluntaria y bien regulada. Yo objeto que también se nos dice que los contratos precarios se firman en libertad. Igual que la angustia de la necesidad de dinero te puede llevar a aceptar condiciones laborales de verdadero abuso, la angustia ante la enfermedad te puede llevar a firmar lo que sea sin considerarlo. Además ya han aparecido agujeros legales cuando la decisión deben tomarla enfermos mentales e incapaces.

En segundo lugar, asumamos que el enfermo o incapaz tiene un verdadero deseo de morir, fundado en los terribles padecimientos que soporta. Mi respuesta es que cualquier suicida, por cualquier motivo, lo hace seguro de que no puede soportar su dolor por más tiempo. ¿Por qué iba a ser legítimo permitir el suicidio de este enfermo, y no el del parado de larga duración, el del desengañado amoroso, etc? Más aún, esta ley deja la puerta abierta a que en el futuro estos grupos que no producen ni consumen sean también susceptibles de ser incluidos en nuevos supuestos eutanásicos.

En tercer lugar existen algunos estudios, singularmente en Canadá, que han mostrado que los ancianos que quieren acabar con su vida, ponen en altísimo porcentaje como motivos para ello el no querer ser una carga, el no lastrar a sus familiares. Es decir, más que sus propios padecimientos les aflige el verse como una molestia para la vida de otros. Considero que desde una óptica humanística no hay mayor fracaso que este: un grupo de personas que normalmente podrían superar sus problemas y a lo mejor tener una jubilación digna, han asumido la idea de que deben quitarse de en medio porque lastran a otros. por cierto, tenemos ahí una ley de dependencia que nadie termina de aplicar bien.

Por último, entiendo que hay veces que es muy difícil dar un consuelo a quien no lo tiene, pero abundando el humanismo nuestro deber es preocuparnos por proporcionárselo a toda persona viviente, no acabar con él. Deberíamos hacer que esta persona tenga confort hasta el final de sus día. Como con la dependencia, cabe recordar que tenemos unas unidades de cuidados paliativos que están bajo mínimos. Habrá ocasiones en que no sea posible, cierto. En tal caso, deberemos verlo como un fracaso.

Acabaré mi reflexión haciendo referencia a una película distópica de la que alguna vez les he hablado aquí: Soylent Green: Cuando el destino nos alcance (Richard Fleyscher, 1973). En esta inquietante obra de ciencia ficción, recuerden, se nos muestra un mundo totalmente devastado por la superpoblación. Se llega al punto de que el Estado pone en marcha una iniciativa llamada El Hogar, que consiste en unos locales de suicidio, donde los cansados de una existencia tan miserable como la que aparece en el film acuden a morir dulcemente. Durante sus últimos veinte minutos de vida, mientras el producto letal hace efecto, los anestesian y los inducen con videos, música, relatos, etc la creencia de que han tenido la vida que les hubiera gustado. Si han visto la película ya saben lo que pasaba después con los que acudían al Hogar.

Bien, no duden que el estado, si la derecha recupera el poder (o incluso si sigue esta izquierda progre multicolor), o si no algún lobby de los que desean eliminar gasto empezará dentro de poco con campañas del tipo «enfermito, no molestes». De hecho, ya se está extendiendo esa idea, recuerden a los ancianos canadienses. La simple apertura del debate ya hará a muchos enfermos plantearse cosas que de ningún modo habían considerado antes. Por eso les decía más arriba que la derecha se sumará a este «avance» mucho antes que a cualquier otro. Aquí en España se ha asumido que oponerse a la eutanasia es retrógrado y reaccionario, pero infórmense, y verán que en el vecino Portugal, el Partido Comunista ha rechazado esta ley que, decía, «abre las puertas a una industria de la muerte». No pido a ningún entusiasta de la eutanasia que cambie de parecer, pero sí que se lo replantee. Desde la izquierda, es posible.

Por cierto, a pesar de que serán unas navidades realmente especiales, y para mal, les deseo felices fiestas, si es posible después de haber tratado algo tan serio.

«Sol» Roth, el personaje que interpretaba Edward G. Robinson en «Soylent Green, cuando el destino nos alcance» se deja morir en «el Hogar».

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