Si a lo largo del tiempo, en cada época se pusieran en una balanza el peso de las acciones y las palabras, en éste, nuestro tiempo el peso de las palabras mantendrían el cazo de las acciones en lo más alto de la balanza.
Todo son palabras, las palabras son muy importantes, ¿pero palabras para qué? ¿Son palabras en busca de la verdad? ¿O son palabras para acabar con los mil y un monstruos que nos acechan a plena luz? ¿Son palabras de paz entre hermanos? ¿Son palabras de libertad? ¿De lucha contra la opresión? ¿O de aliento para el asfixiado? ¿De plantar cara ante el que te explota? ¿Qué palabras son esas que pesan tanto? ¿Qué palabras son esas que nos clavan al suelo y no nos dejan volar?
Estamos inundados de palabras y teorías, hay teorías sobre las teorías, hay teorías nuevas de cómo usar las viejas teorías. Hay teorías sobre los teóricos y teorías contra las teorías. Mucho ruido y pocas nueces. Estamos sobrecargados de palabras que dicen que es lo que se debería. Pero esto no asegura que se cumpla lo que allí pone, porque a fin de cuentas y aunque se diga que las palabras son un arma, hoy en día son un arma pero de doble filo.
Me voy a ir a un clásico, para yo entenderme en lo que quiero decir en referencia a la práctica y la teoría de nuestro tiempo. En la constitución española dice en el art.47 que todos los españoles tienen derecho a una vivienda digna y adecuada. Art.35 con el derecho a un trabajo digno… Si nos liamos con los artículos de la constitución no acabamos ni vamos al quid de la cuestión. A lo que iba, la constitución por ejemplo tiene un peso, es un documento pesado que teóricamente está por encima, es la norma que prevalece por y para todos. Esto en la práctica es sumamente ligero, tanto que no hay ni por qué cumplirlo, es más se permite desde los poderes públicos y judiciales que se incumpla. Es más, se incumple gracias a estos, ya que promueven su incumplimiento a favor de la minoría que controla esa balanza.
Sigo con el tema de las teorías y las acciones. Deberían de poner unos buzones en los centros comerciales que es el hábitat natural de nuestros contemporáneos. Así como en esta fecha ponen los de los reyes magos, para que cada uno pusiera ahí sus teorías libres. Pero lo que jamas se debería es llevar a cabo acción alguna. Las acciones no son de carácter público, las acciones son solo para quien las pueda pagar. Porque como todo en nuestro tiempo, las acciones tiene un precio, ¿y qué pueden pagar un puñado de cobardes que solo tienen lo que se les permite tener?
Marx, que no es desconocido por estos lares dijo, en su Tesis sobre Feuerbach que “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Y me remito a esto, no solo a los filósofos, el mundo está en constante transformación, pero esa transformación la están llevando a cabo otros. ¿Qué queremos contarle a las generaciones futuras? ¿Qué le decimos? ¿Que dejamos que transformarán el mundo en su contra delante de nuestras narices? ¿Que dejamos que el capitalismo maquinara su deprimente porvenir? ¿Qué permitimos que el fascismo ocupara un lugar privilegiado en las decisiones vitales de su tiempo? ¿Que los abandonamos por mor de nuestra comodidad?
El valor ya no se le supone a nadie, porque no se espera, porque solo se espera una teoría. Y de la teoría a la práctica igual que del dicho al hecho hay un trecho que nadie está dispuesto a cruzar. Porque la práctica es incomoda, en la práctica se suda, en la práctica uno se ensucia y nuestras blancas mangas ya no serán bien vista en los salones respetables a los que ya de por sí no nos dejan entrar. Debemos de crear nuestros propios salones, y nuestro propio futuro. Nuestro objetivo es construir algo mejor, no codiciar su basura. Nuestro cometido por y para el futuro es organizar hechos. Mi intención no es demonizar las teorías en esta mi teoría, si no acompañar de acción a tanta palabrería.
Vuelvo a decir lo de siempre, organicémonos. Organización, cooperación y educación como único camino, está es mi teoría y mi acción.
