Maradona no es una persona cualquiera

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El fútbol es una representación. Una representación industrializada que opera de la mano del resto de formas de institucionalización social y burocrática. También es un negocio; una gran multinacional cuyos hilos están en manos de los mayores empresarios mundiales, regida, a su vez, por millones de empresas privadas que invierten en publicidad, acciones y patrocinio. Una macro institución en toda regla absorbida por el capitalismo y la cultura de masas. También es una religión seguida por incontables feligreses que acuden rigurosamente a su templo particular cada domingo. El fútbol es el opio por y para el pueblo. Es una familia dividida en clanes por barriadas, ciudades, comunidades autónomas, países y continentes. El equipo se hereda de padre a hijos, como cualquier construcción sociocultural a la que se precie institucionalizar. — El equipo se lleva en la sangre —, dicen los seguidores más acérrimos. El fútbol es la pasión y la patria. Es la nación de cada hombre. Caldo de un ardoroso fanatismo condimentado con la más amarga y feliz de las sensaciones dependiente del número de goles que marque su equipo. En el fútbol se penetra, se invade, se contacta, se violenta, se mete  y se jalea. Se recibe comunión colectiva y su campo es la fratria. Hay poder y hay una simbólica lucha de clases. Hay una narrativa bélica, romántica, económica y lingüística. Hay Patriarcado en su estadio más salvaje. En él se acumula capital social y económico; se crea hermandad, liturgia y veneración, con sus sacrificios y rituales incluidos. Hay espíritu de tribu. El futbolista multimillonario es animal mitológico y leyenda urbana. Falleció Diego Armando Maradona y, con él, un trocito de cada hombre. Un trocito de su patria, de su sentimiento identitario. Argentina ha comunicado tres días de luto oficial en el país a partir del 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia Machista. ¿Las mujeres que más dan?; ha bastado la muerte de un solo hombre para eclipsar la muerte de millones de mujeres en el mundo. A las feministas se nos pide respeto; que dejemos de usar el nombre de Maradona en vano y que les permitamos santificar la fiesta. Nos dicen que debemos separar obra de autor, porque eso es lo racional; mientras, a ellos, les está permitido dejarse llevar por el furor del momento. Le dedican rezos en forma de rap, como el vicepresidente del Gobierno de España y se le adora desde todas las fuentes institucionales y mediáticas. Los informativos nacionales abrieron con la noticia a la que se le dedicó numerosos minutos y tributos. Maradona era una persona compleja, indómita, particular e, incluso, he llegado a leer, multidimensional. Si a alguna de nosotras se nos hubiera ocurrido hacer tamaña adjetivación al respecto de otro tema, nos hubieran tratado de posmodernas, pueriles, sentimentaloides, dogmáticas y burguesas. Hubieran dicho de nosotras que dividimos a la clase obrera con la cuestión de la mujer. No son formas. No es el día. No es el momento. No es lugar; al muerto hay que dejarlo descansar en paz: acaba de quedar redimido ante la parroquia. San Diego Armando Maradona, El Diego, La mano deDios, el producto más decadente de la industria futbolística; el hombre alienado por la cocaína, por el exceso, por el dinero, el alcohol, por la prostitución y por la explotación de menores. Maradona no es clase obrera, es el producto que han ofrecido como culto a la clase trabajadora para que pueda verse representada. Es la funesta talla identitaria con la que debemos conformarnos. A Maradona se le siente, se la canta, se le vitorea y se le rinde homenaje pese a sus cabezazos y perdigones; pese a las denuncias de acoso sexual y violencia machista. A Maradona se le venera. Y punto. «Es la primera vez que lloro y ha tenido que ser por él, por el gran Maradona», rezaba el tweet de un seguidor. Ya se sabe que los hombres solo lloran por cosas que merecen la pena. El fútbol, para el futbolista, es un trampolín al estrellato marcado por una relación contractual entre empresa e individuo con sus cláusulas de derechos de imagen. Para las mujeres es el contrato sexual que firman los hombres con otros hombres para que sus privilegios sociales sigan intactos. Llegó la Cofradía del Santo Perdón y a las feministas nos tiraron el contrato a la cara porque había copyright fraterno firmado de antemano. Para las mujeres no hay paz, no hay perdón, no hay patria. Nuestra única patria es el feminismo y ayer, Día Internacional contra la Violencia Machista, nos lo dejaron claro. Escribió Andrés Calamaro en una de sus letras:

Es un ángel y se le ven las alas heridas
es la Biblia junto al calefón,
tiene un guante blanco calzado en el pie,
del lado del corazón.
No me importa en qué lío se meta Maradona.
Maradona no es una persona cualquiera.

Hemos sido aplastadas por la Religión maradoniana de golpe. A Diego Armando se le paró el corazón para que millones de hombres agitaran el suyo con benevolencia y emoción. En Argentina se registra, oficialmente, un feminicidio cada 34 horas, cada nueve días se asesina a una niña y se denuncian 50 ataques sexuales cada 24 horas. El país y el mundo se paralizó cuando lo hizo el corazón de Maradona. Solo los hombres pueden parar el mundo sin necesidad de una revolución. Quizá por eso se conformen con guardar el luto. Nos ha quedado claro: «Un hombre puede ser mil veces infame, y con tal que lo sea solo con las mujeres, pasará por caballero», pronunció Concepción Arenal. Hoy, tal afirmación, la firmaríamos todas. Si pudiésemos rotular la portada del diario Marca, nuestro titular sería: «Crimen pasional por la espalda, con alevosía y a traición».

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