Cuando hablamos de represaliados, cuando hablamos de víctimas y de las venganzas y las traiciones de un periodo bélico, procurando ser lo más rigurosos, nos olvidamos a menudo del factor humano. Sí, los números hacen que no tengas que ponerle cara y sentimientos al dato histórico, eso marca una distancia pseudocientífica, pero no le hace justicia a la realidad. Porque en la realidad hay historias y hay arcos vitales, que determinan el viaje en el que todos nos embarcamos, con nuestras luces y nuestras sombras. El medio audiovisual es perfecto para dar esta otra visión de los hechos y más si se crea una obra con tanto gusto, como La trinchera infinita.
Producida por Xabier Berzosa, escrita por el dúo conformado por Luiso Berbejo y Jose Mari Goernaga y dirigida por el triunvirato que forman Jon Garaño, José Mari Goenaga y Aitor Arregi, creadores de Handia (2017), grabada en localizaciones de Huelva Higuera de la Sierra o Paymogo, y Carboneras, en Almería, que hacen retroceder de forma muy veraz en el tiempo. Está basada en el caso real del alcalde republicano del pueblo malagueño de Mijas, Manuel Cortés, que sobrevivió oculto 30 años, hechos a los que podemos acercarnos al ver en el documental 30 años de oscuridad, de Manuel H. Martín, estrenado en 2011. Ganadora de dos premios Goya, a mejor actriz, para Belén Cuesta y mejor sonido para el equipo, nominada a otros trece premios que no pudo alcanzar, aunque ciertamente alguno que otro, los merecía.
En cuanto al elenco de actores, es simplemente genial, pues combina a la perfección a actores consagrados y a otros que pronto darán el punto. El protagonista, Higinio, interpretado por Antonio de la Torre, es un personaje que llega desde el primer momento, pues el actor y el montaje, logran que la empatía cale y más tarde se transforme, de una manera brillante, lo cual es difícil en el lapso de tiempo tan prolongado, pero lo consiguen, sin duda. Belén Cuesta en el papel de Rosa, la mujer de Higinio, también tiene ese formidable arco temporal que transforma el personaje y la actriz en muchos momentos está sencillamente brillante. Los actores a los que me gustaría destacar, con sus cortos papeles son los del actor Vicente Vergara, con un genial antagonista. Así como José Manuel Poga, que ya desde hace años, desde su etapa clown, lo voy siguiendo y poco a poco le dan papeles con más recorrido, los cuales merece pues es un actor excelente. Pero el que me sorprendió fue el joven Emilio palacios, que lleva desde muy niño en la gran pantalla y se está haciendo un gran profesional.
La película en sí, difiere, como adelantaba en la introducción, de otras películas del género bélico y de postguerra, por centrarse en el lado más personal del conflicto y cómo esto hace que nos centremos en el drama personal, dejando el conflicto en un segundo plano, dando el peso al confinamiento y la angustia que causa en los protagonistas, pero permaneciendo de una forma muy sutil. Es muy destacable también, la aparición de personajes antagonistas en el marco más privado, rencillas, falsas cuestiones y abusos del poder inmediato, que aparecen durante la película, pues muestran la crueldad inherente que se crea en estas situaciones, como una espada de Damocles siempre a punto de caer sobre la cabeza de alguien.
Lo mejor, a parte del trabajo destacable de los actores y la fotografía de Javier Agirre Erauso (muy cuidada), la veracidad mostrada en el tiempo, algo muy difícil de conseguir.
Lo peor, en mi opinión, hay dos escenas de “cama” que están poco o nada justificadas, que a mi pareja y a mí, cuando veíamos la película nos sacó de repente y aunque vuelves a meterte pronto, son quizás demasiado gratuitas.
A modo de reflexión, me gustaría comentar algo que nos dio esta película para la discusión a posteriori, cosa que es genial que pase, pues una película que te deja de rondar la cabeza después de verla, quizás no merezca la pena. Hablando de la película con mi pareja, me indicó algo muy interesante: Quizás sea el momento, de ver un drama de mujeres en las mismas condiciones que vemos los dramas protagonizados por hombres. Quiero decir, que estamos acostumbrados a ver tortura y asesinato de hombres que nos hacen empatizar con el momento, el ideario o para garantizar una repulsa a ciertos comportamientos y si bien hay excepciones, en las que las protagonistas de estos hechos son mujeres, siempre hay una tendencia a darle menos contenido o menos peso, sin embargo, el auténtico sometimiento llega cuando el turno les toca a ellas. Recordad, los que lo hayáis visto el impresionante documental Fuentes de la memoria de José Luis Tirado (2011), que debéis ver si aún no lo habéis hecho, que muestra que torturar, asesinar y repartir los hijos de las mujeres, tras la guerra civil, es la verdadera prueba de sometimiento completo, pues borras a estas personas de la historia y sus congéneres, son vendidos, sometidos y llegan a olvidar su origen. Pero hay que atreverse, cosa que va haciendo falta.